Llegaba el momento de cambiar el ritmo del viaje para pasar de ser un turista a ser un local mes de aquella ciudad del estado de Oaxaca. Hasta entonces había pasado como máximo 4 días en una misma ciudad pero a Tuxtepec me estaría casi 5 semanas viviendo en un bloque de apartamentos donde no había ningún turista, de hecho se podría decir que no había ningún turista en toda la ciudad y por eso me gustaba tanto estar allí.

Ya conocía a Emma y un poco a su hermano aunque a ninguno de los dos les podía ver demasiado a menudo. Ambos trabajaban y tenían su vida personal por lo que les quedaban pocas horas al día para verme. Pero en Juan Carlos, el propietario del apartamento, lo vería casi cada día y gracias a él conocería aquella ciudad y sus alrededores mucho más de lo que me esperaba.

El primer día de estar allí ya nos habíamos conocido por algunas cuestiones del apartamento, como la nevera que no funcionaba, y congeniamos bastante bien. Aquel encuentro ya sirvió para ver que teníamos cosas en común y que de esa relación podría surgir una buena amistad. Cabe decir que no me gusta demasiado hacer amigos durante los viajes para que al final acaban siendo personas que dejas atrás y que difícilmente podrás volver a ver, pero en ocasiones es imposible, pues lo que no hago tampoco es huir de la gente. En este caso hubo buena sintonía desde el primer minuto y debiendo estar allí 5 semanas, era difícil que no acabáramos siendo buenos amigos.

Así pues, en mi segundo día en Tuxtepec ya me llevaba a desayunar fuera y ver un poco la ciudad en su coche. Yo no estoy nada acostumbrado a desayunar, de hecho en casa realmente no desayuno, simplemente emprendo un buen café, por lo que aquella manera de comer tan pronto me costaba un poco pero me acostumbré rápido, sobre todo por el buen que era la cocina mexicana y que gracias a Juan Carlos la acabaría probando toda.

Muchos de los restaurantes o lugares donde comer eran casas particulares donde en el patio ponían algunas mesas y una barbacoa o planchas para hacer la comida. Todo muy casero y auténtico.

No eran ni las 11 de la mañana que ya estábamos en una de estas casas donde según Juan Carlos hay preparaban las mejores «picadas» de Tuxtepec, una especie de masa de trigo en forma de pizza con carne por encima, normalmente de ternera o cerdo, y todo acompañado de queso y salsas bien picantes.

Cuando estaba allí sentado en ese banco de madera compartiendo mesa con 3 o 4 locales mes comiendo una típica picada en un restaurante tanto auténtico, pensé que no podría haber comenzado mi estancia en Tuxtepec de mejor manera.

Juan Carlos fue un empresario multipotencial. Hacía todo lo que le podía hacer ganar dinero. Tenía negocios y apartamentos para alquilar que construía él mismo, pues era ingeniero y tenía su propia pequeña constructora. Durante aquella época estaba haciendo un bloque de pisos de 5 plantas. Hay que tener en cuenta que en Tuxtepec la mayoría de edificaciones son casas y los pocos bloques que hay no superan las 3 plantas, por lo que este edificio era uno de los mas altos de Tuxtepec.

Así pues, en varias ocasiones íbamos en el bloque que se estaba construyendo o en alguno de sus negocios, sobre todo en un de comida mexicana rápido que tenía en el centro comercial de Tuxtepec, el Multiplaza.

Cuando yo vi el edificio por primera vez ya tenía las 5 plantas hechas pero sólo con los pilares, vigas y techos. Aún quedaba mucho para terminarlo pero ya se podía subir, de hecho un día subimos hasta el techo, en la quinta planta, y efectivamente desde allí arriba se veía todo Tuxtepec pesar de estar sólo en un quinto piso. En total había unos 4 o 5 trabajadores dos de los cuales ya lo eran de Juan Carlos desde hacía tiempo y por tan había mas confianza.

La historia de uno de estos dos trabajadores era muy curiosa e incluso un poco triste, pues era un hombre, y de unos 60 años que no sabía escribir y ni siquiera tenía una partida de nacimiento. Era mexicano pero no tenía documentación ni nada que acreditara su condición de mexicano. Yo no podía entender cómo alguien podía estar 60 años viviendo en un país sin tener ni siquiera un documento identificativo o cualquier otra cosa que confirmara que había nacido en México.

Pero si hasta entonces había podido sobrevivir, con 60 años la cosa se le complicaba aún más, pues no tenía derecho a ninguna pensión ni ayuda a pesar de llevar toda la vida trabajando de albañil. Llegaría un momento, y no tardaría, en el que ya no podría seguir haciendo ese trabajo tan dura, y sin pensión ni ayuda de nadie, no tenía ni idea de qué haría ese hombre ni qué planes tenía para los próximos años. De hecho, me pareció entender que incluso el trabajador le había pedido a Juan Carlos que le ayudara a conseguir los papeles haciendo de testigo.

En varias ocasiones fuimos al centro comercial donde tenía el restaurante de comida rápida y donde me invitó a comer cada vez que fuimos. De hecho no pasaron muchos días hasta que ya intentaba no ir tanto con él para que no me invitara a tantas cosas, pues resultaba imposible pagar cuando estaba con él.

El restaurante era de comida rápida mexicano pero de comida de calidad. Las tortas estaban buenísimas y nada tenían que ver con las que ya había probado en México. Las tortas son una especie de bocadillos de pan blando con carne que puede ser de ternera o cerdo y acompañado de lechuga, tomate y otros ingredientes dependiendo de cada tipo. Están muy buenas pero las del restaurante de Juan Carlos lo estaban mucho mas y eran de las mas grandes que había visto.

No llevaba ni una semana en Tuxtepec viviendo como un local que ya tenía claro que los mexicanos comen mas que yo y que mas valía no seguir ese ritmo demasiado tiempo. De hecho hoy todavía no sé cuál es la hora mas común para comer, pues parece que cada uno come cuando quiere. Eso si, desayunan bien, comen bien y cenan bien. Yo no podía hacer 3 comidas tanto completos cada día, por lo que a los pocos días volví a mi rutina alimentaria, que era sólo comida y cena. Pero hasta entonces desayunaba como si fuera una comida hacia las 10 de la mañana, a las 15h comía normal (por muy abundante que hubiera sido el desayuno, y hacia las 21h cenaba también normal, por ejemplo, una pizza. Eran 3 comidas al día totalmente completos y que más o menos podía aguantar porque caminaba mucho durante todo el día, pero que en circunstancias normales no habría podido de ninguna manera.

Las comidas mas típicos eran las tortas, los tacos, los antojitos (picadas, garnachas, …), el pozole, la mojarra frita, etc. Una gastronomía abundante, variada, buena y barata, pues un menú en un restaurante normal podía costar unos $60 (3€).

Me resultó muy fácil adaptarme a la vida de Tuxtepec gracias a la buena gente que fui conociendo y que tanto bien me acogieron. Desde el primer día hicieron que me sintiera como un mes haciendo que en ningún momento tuviera ganas de irse. La buena comida, los precios económicos y el hecho de que Tuxtepec sea una ciudad grande pero con baja densidad de población, terminaron de ayudar a hacer de aquella estancia de 5 semanas el comienzo de un nuevo ciclo en mi vida. Seguiría viajando por todo el mundo pero cada año intentaría volver unas semanas en esta ciudad de Oaxaca. De hecho, al cabo de 4 años acabaría comprando apartamentos para alquilar, tal vez influenciado por el propietario del apartamento donde era ahora y de quien tanto aprendí.

En ese momento encararé no lo sabía pero Tuxtepec acabaría convirtiendo en mi segunda casa.