Estaba durmiendo en el avión que me llevaba hacia Dublín, cuando sobre las 2:30h de la noche alguien de la tripulación dijo algo por megafonía y ya nos medio despertó a todos. Sólo quedaba menos de una hora por el aterrizaje y ya no intenté volver a dormirme. Al menos había podido dormir un rato, a pedazos, pero en conjunto más horas de las que me esperaba. Al menos era suficiente para intentar aguantar el día y así poder ver a Dublín, pues al día siguiente ya se marchaba a casa. Al menos últimamente era capaz de dormir alguna hora en los vuelos, sobre todo en aquellos nocturnos en los que es necesario dormir para poder aguantar todo el día siguiente. En cualquier caso, en vuelos hacia el este, la noche es tan corta que resulta difícil aguantar todo el día siguiente.

Como siempre, los de Norwegian no nos dieron ni agua, así que ese día el café de la mañana debería esperar. Me limpié un poco en el baño ya esperar hasta las 3:30h, 8:30h hora local, que aterrizamos sin problemas. Bien, sólo que me pareció que la pista era muy corta porque para mí aquél fue el aterrizaje con un bloqueo de frenos más fuerte. De hecho en muy poco rato ya había casi frenado empezando a girar cuando aún iba lo suficientemente rápido, lo que me hacía pensar que la pista no daba para más.

Bajamos y al salir del avión me sorprendió muy gratamente el tema de los idiomas, pues el inglés no es la lengua originaria de Irlanda, sino el gaélico irlandés, que tiene el mismo abecedario pero una escritura completamente diferente . Todos los carteles estaban en ambos idiomas pero con el gaélico siempre por delante.

Fuimos directamente hacia el control de inmigración y por primera vez en todo el viaje entraba en la UE, por lo que ya podía pasar el control de inmigración mucho más rápido pasando tan sólo el pasaporte por el lector de una máquina , que después me haría una foto y ya me dejaría pasar. Antes de las 9 de la mañana ya estaba saliendo del aeropuerto.

En cuanto pisé la calle me quedó claro que estaba en Irlanda, pues estaba lloviznando y hacía frío, concretamente 16ºC en pleno agosto. Ya había leído por Wikitravel que aquella temperatura era normal en Irlanda, por lo que ya llevaba la chaqueta puesta. Sólo me lo puso el primer día del viaje a Oslo y ahora el penúltimo día en Dublín. También ya había leído cuál era la manera más económica para llegar al centro de Dublín desde el aeropuerto, que estaba en los buses de línea de Dublín, pues había otros que hacían menos paradas pero que costaban más, entre 7 y 9€, en cambio los públicos de Dublín costaban 3,30€ y te dejaban en el mismo sitio aunque en unos 45 minutos.

Esta vez, Google Maps y Moovit me liaron un poco ya que parecía que no tenían el número de bus a tomar actualizado. Me indicaban los buses 133 o 115 mientras que en Wikitravel decían el 16 o el 41. Gracias a que allí ya podía utilizar el 4G de mi SIM, miré la web de los buses de Dublín, y efectivamente eran el 16 y el 41 Eso sí, Moovit me fue muy bien para encontrar la parada del bus, pues estaba bastante alejada de la puerta de salida y habría sido difícil encontrarla sin Moovit. De hecho, los buses que encuentras justo delante de la salida de la terminal, son de los caros, los de línea están unos 5 minutos caminando, más adelante, casi en la terminal 1, y en una zona donde se encuentra el parking y más sitio para realizar las paradas.

Teniendo en cuenta lo cansado que estaba y el merdé de autobuses que había por todas partes, todavía encontré lo que quería bastante rápido.

Miré los carteles que anunciaban los buses en cada una de las paradas hasta que vi uno que anunciaba el 16. Por cierto, que son carteles electrónicos donde pone el tiempo que falta para el próximo bus. Realmente muy bien. Cuando lo encontré me quedé al lado esperando y en unos 5 minutos ya llegó un bus aunque acababa de ver un marcharse justo cuando yo llegaba. Todo muy bien, cosa que se agradece cuando son las 8 de la mañana, has dormido 3 horas, no has tomado un café y ni te has duchado.

Esto si, el importe del billete debe pagarse de forma exacta, o en cualquier caso, el conductor no da cambio. El billete sencillo costaba 3,30€ y yo sólo tenía 4€, así que perdería algo pero de todas formas seguía saliendo mejor que los 7€ de la siguiente opción. Pero incluso esto me salió bien, ya que delante de mí iba una pareja en la que no entendí bien que había pasado pero me pareció que el chico pagó los billetes de ambos con un bono que tenía, y la chica, sin haberse dado cuenta, también pagó el suyo. El chófer se lo dijo y entonces me dijo a mí que mi billete le pagara a la chica. Me preguntó dónde iba y me dijo 3€, seguramente para ajustarlo a lo que la chica había pagado, así que finalmente todavía me ahorré un euro.

El trayecto duró unos 40 minutos pero fue entretenido, pues enseguida ya entras en Dublín y puedes ir viendo la ciudad, primero los barrios residenciales con sus casitas unifamiliares típicas y las calles tranquilas, y más adelante, las calles empedrados y los edificios más antiguos que dan la personalidad a Dublín. Era día laborable y hora punta, por lo que además podía ver lo que tanto me gusta ver, que es la vida quotidiana en un día normal de la ciudad, con la gente en coche o transporte público yendo a trabajar o hacer lo que debieran, en cualquier caso, vivir en primera persona el estilo de vida de cada una de las ciudades visitadas.

Hacia las 9:45h llegábamos a la parada en la que Google Maps me decía que tenía que bajar, que era justo después de haber cruzado el río. De hecho el hostel estaba muy bien ubicado, en pleno centro de la ciudad y justo en uno de los bordes del río, además en la orilla norte, pues supuestamente la parte norte de la ciudad tiene más cosas que en el sur. En cualquier caso hay puentes por todas partes por lo que cruzar el río no es ningún problema. En cuanto bajé, crucé el puente de nuevo y en menos de 5 minutos ya estaba en la puerta del hostel donde tenía reservada una cama en un dormitorio mix de 25 personas!

En la recepción había bastante movimiento, se veía pues un hostel bastante famoso. Le dije a la chica que tenía la reserva, me pidió el pasaporte, lo confirmó pero me dijo que hasta las 14h la cama no estaría preparada. Ya imaginaba, así que le pregunté si podía hacer tiempo en alguna cocina o zona común del hostel. Me dijo que la cocina la abrían a las 10:30 h, en unos 30 minutos. Así que quedamos que haría tiempo por allí hasta las 10:30h y después bajaría a tomar el café que tanto necesitaba ya dejar la maleta en la sala de maletas. Dejar el equipaje, una ducha y un café era todo lo que necesitaba para dar vueltas por Dublín todo el resto del día.

Y así lo hice. Me quedé fuera media hora, viendo el mal tiempo que hacía, ya las 10:30h bajé, pues la cocina y el comedor estaban en el sótano.

La cocina era muy grande y ya había un montón de café hecho en unos termos, por lo que no tuve que sacar nada de lo mío, sólo cogí una taza y me preparé el café que me tomé en el comedor mientras miraba correos y escribía el periódico desde su móvil.

Supuestamente la maleta la podía dejar en una sala que había habilitada para tal propósito, pero yo no lo entendí y fui directamente a buscar la habitación donde dormiría, pues aunque la cama todavía no estaba preparada la chica ya me había dicho qué cama era la mía. Habitación 9, cama 11. Casualmente la habitación estaba cerca del comedor por lo que fui. Cuando entré me quedé un par de segundos medio paralizado de ver la cantidad de camas, gente y ropa que había por toda la habitación. Efectivamente estaban haciendo las camas por lo que la cantidad de cosas que había en medio del pequeño pasillo que quedaba era brutal. No podía ni andar. Busqué la cama número 11 en medio de todo aquel merdé de literas y dejé la maleta al lado saliendo de la habitación como pude y volviendo hacia el comedor acabarme el café hasta las 12 del mediodía que salí a hacer mi primera vuelta por Dublín. Pasear por primera vez en una nueva ciudad siempre es muy emocionante. No me había podido duchar pero al menos si lavado los dientes y tomado el café, algo que ya me ayudaba mucho a poder salir a tope.

Como he dicho antes, el hostel estaba muy bien ubicado, tanto que una de las visitas que quería hacer la tenía a 50 metros, que era el puente de Ha’penny. De hecho desde la puerta del hostel ya se veía, pues éste quedaba a pocos metros del río Liffey. Por cierto, el nombre de este puente se debe tanto al parecido de su forma al lado de una moneda de medio penique como al peaje (de esa misma cantidad) que se cobraba hasta el año 1.919 para cruzarlo lo. Así que me abrigué bien y caminé hasta el puente, lo crucé pasando a la zona sur de Dublín y caminé unos 5 minutos sin rumbo, disfrutando de aquellas calles medievales tan auténticas y tan bien conservadas hasta que volví a mirar en Google Maps cuál podía ser la siguiente visita.

A pocos metros estaba la estatua de Molly Malone, una estatua de bronce que representa a una pescadera ambulante que murió muy joven en medio de la calle debido a una alta fiebre. La chica caminaba por las complicadas calles del puerto de Dublín empujando una carretilla mientras gritaba: «¡Escopiñas y mejillones vivos!». De todas formas no hay pruebas de que efectivamente Molly Malone hubiera existido en el siglo XVII, tal y como dicen, ni en ninguna otra época.

La estatua es famosa porque Molly Malone es la protagonista de la canción de su mismo nombre o también conocida como Cockles and Mussels (Buchos y mejillones) o por In Dublin’s Fair City (En la Noble Ciudad de Dublín) y en irlandés Mol Ní Mhaoileoin, y que es una canción popular de Irlanda que se ha convertido en el himno no oficial de Dublín. También ha obtenido la condición de himno irlandés. Fue compuesta hacia 1880 por James Yorkston y se ha convertido en una verdadera leyenda urbana.

Cabe decir que en ese momento la estatua estaba en otro lugar, así que el fondo que yo ahora veía no era el mismo que el que se veía por Internet. Ahora está justo enfrente de una iglesia y cuando llegué ya estaba rodeada de gente. Un chico cantaba y tocaba la guitarra justo al lado y la verdad es que cantaba bastante bien. Quizás cantaba Cockels and Mussels.

Estuve unos minutos observando la estatua y esperando a que no hubiera tanta gente delante para hacer alguna foto aunque esto fue difícil, pues todo el rato había algún grupo u otro de personas mirando la estatua . Parecía más famosa de lo que pensaba. De todas formas tanta gente mirando no me gusta por lo que no tardé demasiado rato en marcharme.

Volví a mirar Google Maps y ahora tocaba ir por proximidad a Grafton Street, una calle peatonal y llena de comercios. Una de las calles con más movimiento y personalidad de Dublín, lleno de artistas ambulante, estatuas humanas al estilo Las Ramblas y pubs típicamente irlandeses. De hecho, estos pubs típicos había un montón en cualquier calle. Lo que en España son los típicos bares de barrio o tapas, allí son los pubs irlandeses, con sus puertas de madera roja y cervezas Guiness a partir de las 10 de la mañana. De hecho todo el centro de Dublín me estaba gustando mucho, pues mantenía aún ese encanto irlandés tan único y especial pero muy bien conservado. Pasear por estas calles es ver a Irlanda que siempre te habías imaginado.

Y aquí, como en las Ramblas, músicos en la calle que en muchos casos me parecen mucho mejores que otros mucho más conocidos pero con un estilo musical deplorable.

Y de ahí, aprovechando que me encontraba en uno de los extremos de Grafton Street, fui hacia el Trinity College, la Universidad más antigua de Irlanda y donde se puede entrar en el campus lleno de césped y ver los edificios tan bien conservados. Fundada por la reina Isabel I en 1.952, además de su extenso campus, impresiona por su biblioteca. La sala principal tiene unas estanterías de madera repletas de libros y manuscritos de todas las épocas aunque la joya más preciada del edificio es el Libro de Kells del siglo IX, realizado por monjes celtas y que contiene los 4 Evangelios del Nuevo Testamento . En Europa tenemos patrimonio de hace siglos en medio de las ciudades y en edificios todavía utilizados, algo que no ocurre en todas partes y de lo que creo que no somos del todo conscientes de ello.

De allí decidí ir hasta el City Hall o el Ayuntamiento de Dublín que tenía a unos 500 metros. De vez en cuando caía alguna gota pero no acababa de llover, por lo que podía ir deambulando sin problema. Cuando ya casi llegaba al City Hall, encontré una zona con lugares para sentarme en una calle con bastante movimiento por lo que decidí sentarme y comer el bocadillo que llevaba desde Toronto comprado a un 7-elevan. Eran casi las 13h y ya hacía rato que estaba despierto y que no comía, por lo que ya tenía mucha hambre. Siempre intento aguantar un poco para poder pasear más rato, pues después de comer siempre da un poco más de pereza.

El bocadillo costaba unos 4€ pero lo cierto es que era bastante completo, con más embutido de lo que parecía a simple vista. Me dejó lo suficientemente lleno como para no querer nada más pero no tanto lleno como para no querer andar mas, así que perfecto y seguir caminando en dirección al City Hall.

Al llegar entré para ver la famosa sala de estilo neoclásico que destaca por su cúpula sostenida por 12 columnas y que es bien visible desde fuera pero que por dentro es simplemente impresionante.

A pocos metros del ayuntamiento queda el castillo de Dublín, castillo que también fue residencia real, fortaleza militar y sede del Tribunal de Justicia Irlandés y desde donde los ingleses administraban Irlanda durante su ocupación. Fui hasta el patio sin llegar a entrar, pues se tenía que reservar un tour, pero si contemplándolo desde fuera que ya es interesante ver. Lástima que una parte estaba en obras y quedaba medio tapado por los andamios.

Luego caminé un rato mas, unos 15 minutos, para llegar al Temple Bar. Yo en ese momento todavía pensaba que el Temple Bar era un bar, pero no, Temple Bar es todo un barrio, y de hecho es uno de los barrios con más encanto de todo Dublín, con sus calles empedradas, estrechas, los locales y pubs más clásicos con música en directo hacen que sea una de las zonas más visitadas sobre todo hacia la noche, donde se empieza a llenar de gente toman una cerveza, Guinness por supuesto.

El pub más famoso del barrio y probablemente de todo Dublín está en una de las esquinas de ese barrio y yo pensaba que aquello era Temple Bar, por lo que yo buscaba ese pub cuando seguía las indicaciones de Google Maps. Pero Google Maps me llevó hasta el centro del barrio donde no veía ese pub, por lo que pensaba que las indicaciones de Google Maps estaban mal. Fue más tarde cuando paseando por allí, de casualidad vi el pub que buscaba, pues al final el barrio tampoco es tan grande. Lo que ocurre es que la mayoría de pubs de este barrio son únicos, con su fachada de madera, decoración única y música en directo. Más irlandés imposible.

De allí volví a cruzar el puente, por cierto, pasando casi por delante del hostel, de tan bien situado que estaba, para ir hasta O’Connell Street que es la calle principal de la ciudad. Es una de las avenidas más anchas de Europa y siempre está repleta de gente, ya sea comprando o yendo a trabajar. En la avenida hay varias estatuas importantes, entre ellas destaca la del líder nacionalista Daniel O’Connell, que da nombre a la calle. La Oficina de Correos de 1818 es otro de los lugares que merece la pena ver, aunque el monumento más famoso es The Spire, una aguja de 120 metros de altura que se ve desde toda la avenida. Al ser tan delgada parece más alta de lo que realmente es por lo que la imagen es brutal. Además se ve ya de lejos siendo lo que más destaca de toda la avenida.

Pero antes de llegar a O’Connell Street, pasé por el bar The Church, ¡un bar que está, literalmente, dentro de una iglesia!. Parte de la pared de la iglesia es del bar e incluso tiene mesas fuera, en el jardín de la iglesia a modo de terraza. Es impresionante y está lleno de gente, es decir, no es un museo, sino un bar operativo donde la gente va a comer y beber. A veces crees que ya lo has visto todo en este mundo y te encuentras cosas como ésta que te echan por tierra todos tus esquemas.

Eran las 14:30h aproximadamente cuando iba por O’Connell Street y ya hacía más de 3 que había salido del hostel. Una mañana bien aprovechada teniendo en cuenta que acababa de llegar de Toronto hacía 6 horas sin apenas haber dormido y que éste era mi 88 día de viaje alrededor del mundo.

Decidí ir al hostel un rato a tomar un café, descansar un poco y confirmar que ya tenía la cama lista. Y efectivamente, nada más entrar en la recepción, la chica me avisó para darme la tarjeta magnética que daba acceso al hostel ya explicarme dónde podía leer las normas. Fui hacia la habitación para comprobar que la maleta seguía allí y que la cama estaba hecha, y todo estaba correcto. Fui a la cocina y me tomé otro café mientras miraba algún correo y algo de finanzas. Ya llevaba 3 cafés ese día. Lo que hace tenerlo allí ya hecho y que sólo tenga que pulsar un botón para tenerlo en la taza…

Después de descansar un rato volví a salir para aprovechar el día al máximo. Hay que tener en cuenta que al día siguiente por la tarde ya se marchaba y nunca había estado en Irlanda, por lo que al menos quería ver todo lo posible de Dublín. Volví a ir hacia la estatua de Molly Malone ya que estaba a menos de 5 minutos del hostel y antes casi ni lo había visto de tanta gente que había y de lo rápido que había ido yo para marcharme. Así que volví y ahora sí que estuve unos minutos más observándola bien para poder recordarlo, pues con la visita tan fogás de la mañana incluso se me habría olvidado. Merece la pena dedicar un tiempo a grabar bien los recuerdos a nuestra memoria.

Después, y teniendo en cuenta que quería cenar sobre las 20h y todavía eran las 16h, decidí ir a la Guinness Storehouse, que es la fábrica y almacén de la cervecera Guinness, la más famosa de Irlanda. Su fábrica está bastante cerca del centro de Dublín, a menos de 2 kilómetros, por lo que decidí ir.

Eso sí, el trayecto era bastante más aburrido que pasear por el centro, pues las calles ya no eran igual de interesantes. De camino hacia allí empezó a llover con más fuerza, lo que me hizo poner la capucha y considerar si volver hacia el hostel. Por suerte, al llegar a la fábrica y después de ver un rato todo el edificio, empezó a parar o al menos parecía que no debería ir a más.

El edificio de la Guinness es antiguo, del estilo de los que hay por la zona y con ese aire industrial tan típico. Mantiene su estilo original, pero está totalmente bien conservado. Pero no parece la típica fábrica de cerveza, pues no se ven grandes depósitos antiestéticos por ninguna parte o almacenes industriales, sino un edificio que bien podría ser un edificio de apartamentos, de hecho me recordaba mucho en los edificios de apartamentos de Brooklyn . Así pues, una fábrica con mucho estilo. Incluso una de las partes parecía de estilo medieval.

Mientras volvía hacia el hostel, decidí ir hasta el mar, pues me vino a la cabeza que estaba junto al río y que a la vez estaba casi en su desembocadura, así que decidí ir a dejar la chaqueta en el hostel, pues ya no sólo había parado de llover sino que ya empezaba a tener calor por estar tanto tiempo caminando. Así que en unos 20 minutos llegué al hostel, dejé la chaqueta y seguí andando por la orilla del río en dirección al mar. En ese momento no era consciente de la excursión que me esperaba.

Mirando a Google Maps parecía poco, pero conforme iba caminando iba viendo que estaba más lejos de lo que parecía. De hecho, justo en la desembocadura del río está el puerto de Dublín, pues el crucero que se veía allí todo el rato lo veía igual de pequeño, parecía que no me acercaba. Por lo menos caminar por la orilla del río ya era bastante entretenido en sí mismo, pues había mucha gente sentada en los bancos, haciendo footing o simplemente paseando, pues en Irlanda, a la que deja de llover, la gente lo aprovecha para salir todo lo que puedan.

Conforme me iba acercando decidí que no iría a la desembocadura ya que allí sólo vería el puerto, de hecho probablemente ni siquiera se puede ver la propia desembocadura, así que decidí ir hacia la playa que hasta y todo quedaba un poco más lejos que la desembocadura, pues debía cruzar el río y pasar un poco el punto de la desembocadura para encontrar la playa más cercana.

Cuando llevaba media hora caminando por la orilla del río me di cuenta de que me costaría más de lo que pensaba e incluso consideré volver atrás, pero al haber hecho más de la mitad del camino no pude dejarlo allí. Además hacía mucho viento y por tanto ya no echaba tanto de menos la chaqueta que acababa de dejar. Cuando tocaba el sol hacía calor, pero en la sombra hacía incluso frío, en pleno agosto.

El cansancio ya se notaba y empezaba a hacerse duro. No tabique llevaba más de 5 horas caminando desde que había aterrizado proveniente de Toronto y todo ello se estaba haciendo bastante duro.

Hacia las 17h volvía a tener hambre y ya pensaba más en comer y descansar que en la playa. Quería aguantar hasta las 20h para cenar e acostarse, pero ya veía que probablemente no lo conseguiría. Así que cuando me quedaban unos 15 minutos para llegar a la playa, pasé por delante de un Spar, que en Dublín hay por todas partes, y decidí entrar a ver si había algo para merienda para comer pero sin hartarme como si fuera una cena.

Pero nada más entrar vi una zona donde hacían bocadillos muy currados. Eran muy completos y contundentes y bastante baratos. Uno de 3 pisos con pollo y embutido varia costaba 4€ y además te lo preparaban al momento con el pollo recién hecho, así que pedí uno además de comprar un croissant por 1€. Salí, me senté en una repisa de una pequeña plaza allí mismo, y empecé a comer. El bocadillo estaba realmente muy bueno, era corto pero era tan completo que prácticamente era como una cena. Eso sí, me entró como nunca, pues ya hacía horas que no comía algo tan contundente y más algo dulce como el cruasán.

Acabé bien harto y con más pereza todavía por llegar hasta la playa, pero sólo me quedaban poco más de 10 minutos para llegar y seguro que no volvería atrás. Así que seguí andando como pude adentrándome en barrios más solitarios y, de hecho, incluso me preocupaba un poco ya que llevaba casi 200€ encima. La zona no estaba mal pero había calles que se veían bastante marginales. Por suerte apenas eran las 17h.

Finalmente, sobre las 17:15, por fin llegué a la playa. Era una playa justo al lado del puerto y en una ciudad en la que incluso en pleno agosto hace frío, por lo que la playa estaba vacía, tenía unas grúas como vistas y el agua tampoco se veía excesivamente limpia, es decir , era una playa sin ningún encanto y seguramente poco utilizada. Eso sí, era el mar de Irlanda que veía por primera vez. Así pues, un nuevo mar al que añadir a la lista de visitados aunque no pensaba tocarlo.

Al cabo de 10 minutos de descansar y contemplar el mar de Irlanda, empecé el camino de regreso. Sería largo pero me ahorraría unos minutos ya que en la ida había hecho el camino un poco más largo ya que al principio quería ir hacia la desembocadura. Ahora iría más directo al hostel y por un camino por el que todavía no había ido, aprovechando así el paseo al máximo.

Ya eran las 17:30h y por tanto cada vez se veía más gente por la calle, gente que salía de trabajar o que aprovechaba para ir de compras, en cualquier caso ahora se veía un poco más la vida quotidiana de Dublín, algo que me gusta mucho ver, simplemente cómo vive la gente de la ciudad. Consideré incluso ir en bus pero ya casi que tardaría lo mismo que caminando. Eso sí, me ahorraría la caminata, pero en ese momento esto cada vez me importaba menos.

Fui casi todo el camino por una calle bastante importante aunque no dejaba de ser una calle normal fuera del centro tan bonita y única de Dublín. A pesar de la larga caminata todavía tenía algo de frío si me quedaba quieto, era alucinante el frío que hacía teniendo en cuenta que estábamos a 22 de agosto.

Indo por esa calle llegué hasta O’Connell Street, calle que ya me conocía y que daba al río aunque al otro lado de donde estaba el hostel. Cruzé el puente que ya me conocía tanto y hacia el hostel cuando apenas eran las 18:30h. Llevaba 7 horas andando pero había terminado demasiado pronto. Quisiera haber cenado a las 20h y eran las 18:30h cuando ya hacía rato que hacía la digestión.

Una vez en el hostel fui consciente de que no aguantaría demasiado rato despierto y que ya no volvería a tener hambre para cenar, así que empecé a preparar las cosas, poco, pues no había deshecho nada. Básicamente preparar la ropa para el día siguiente ya que me despertaría pronto y no quería molestar demasiado mientras todo el mundo todavía durmiera. Así que dejé la ropa a ponerme en una bolsa así como el neceser y hacia las 19:30h ya estaba mas que preparado y haciendo tiempo para intentar acostarse lo más tarde posible, o al menos aguantar lo máximo posible para tal de no despertarme a las 3 de la madrugada.

Me tumbé en mi cama en medio de aquellas otras 25 camas mas y ya no tardé demasiado en quedarme dormido, de hecho antes de las 20h ya estaba durmiendo. La verdad es que era una habitación llena de camas pero al menos éstas eran cómodas. No hacía calor y se estaba realmente bien, por lo que entre esto y lo cansado que estaba no me costó nada dormirme.

El día había valido mucho la pena y pese a ser el penúltimo día de viaje y la última ciudad en visitar la había aprovechado muchísimo, tanto como si fuera el primer día. Había caminado casi 30 kilómetros por todo Dublín y había visto más cosas de las que mucha gente ve en una semana. Había conocido por fin a Dublín y me había parecido una ciudad mucho más auténtica de lo que pensaba.

Llegaba así a la última noche del viaje, la noche siguiente ya dormiría en casa. Después de 3 meses, 7 países visitados y habiendo dormido en casi 30 camas distintas, pensar en que ésta era la última noche que pasaría fuera de casa se hacía incluso un poco raro. Estaba a punto de finalizar algo que hacía años que quería hacer y por lo que me había preparado mucho. Ahora tenía una extraña sensación de relajamiento, cierta tristeza y por lo general todo un conjunto de emociones algunas contradictorias con las demás. Me sentía muy orgulloso de haber podido hacer el viaje y al mismo tiempo me daba la sensación de que se acababa lo que tanto me había motivado en los últimos meses. Tenía ganas de volver a casa y ver a la familia pero a la vez quería volver a sentir esa emoción de conocer nuevos lugares cada día.