Llegaba el día de uno de los platos fuertes del viaje y el motivo por el que había ido hasta Toronto. Bien, cabe decir que haciendo esta escala, el precio total de los vuelos era más barato que un directo hasta Barcelona, por lo que ya aproveché para ir a ver lo que me había quedado con ganas de ver en el viaje anterior cuando estuve en Nueva York, las cataratas del Niágara.

Había podido reservar el trayecto de ida y vuelta de Toronto a Niágara con la compañía Megabus por $2, pues lo reservé con 3 meses de antelación y pude conseguir esta oferta. El precio normal era de $32. El bus salía a las 10:30h desde la Toronto Coach Terminal que me quedaba a casi una hora y media del apartamento cogiendo bus y metro.

Me desperté a la 1 de la noche después de dormir casi 11 horas de un tirón, pues el día anterior había ido a dormir a las 14h para llevar dos días durmiendo poco y caminando mucho. Sin embargo notaba que aún podría haber dormido un rato más. En cualquier caso no estaba nada mal por ser la primera noche que pasaba en aquella habitación, señal evidente de que era muy cómoda.

Al contrario de lo que me pasa siempre cuando me despierto, ese día ya tenía hambre, pues hacía 24 horas que no comía nada consistente y que además esto consistente había sido un sándwich, así que compré una barra de cereales de las que había en la habitación y que venían por $1. Después quise tomarme un café de la bolsa que había comprado en México para tener café el resto del viaje y que pensaba que era soluble, pero no, sólo estaba molido, por lo que me quedé sin poder tomar un café con lo que me cuesta a mí esto. De hecho era el primer día en todo el viaje y en mucho tiempo, quizás años, que no me tomaba el café de la mañana. Bien, madrugada en este caso, pero en cualquier caso el primer café del día.

Quizás en la cocina habría encontrado una cafetera donde poder moler el café pero teniendo en cuenta la hora que era no quise arriesgarme a despertar a alguien y ser el más maleducado de los ostas. Pero fue duro, muy duro…

Hacia las dos de la noche llegaron una pareja que dormía en una de las habitaciones de al lado y no tuvieron ningún problema en ducharse pese al silencio que ya había en la casa. Diez el ruido que hicieron. Y yo preocupado por no hacer ruido con una cafetera.

Estuve mirando cómo llegar hasta la terminal desde donde salía el bus hacia Niágara pero seguía notando que aún tenía sueño y mes sin haber tomado ningún café, así que, casi a las 4 de la madrugada me tumbé en el cama y me quedé dormido enseguida hasta las 5:30h que me puso el despertador. Si no lo hubiera puesto todavía podría haber dormido mas y eso que ya había dormido un total de 12 horas.

Cuando me desperté ya no tuve que preparar café, ni mirar correos, ni preparar rutas ni nada, por lo que sólo tuve que ducharme y preparar la mochila ya las 6:30h ya estaba lista para salir, pues quería tener tiempo de dar alguna vuelta por Toronto antes de ir hacia Niágara ya que no tendría más tiempo, pues en Niágara me pasaría todo el día y al día siguiente ya me marchaba hacia Dublin.

Nada más salir de la casa y justo allá delante, vi un par de ardillas persiguiéndose y subiendo por los árboles. Supongo que los ciudadanos de Toronto están más que acostumbrados e incluso, quizás un poco hartos, pero a mí ver ardillas me sorprendía mucho por venir de un lugar donde sólo puedes ver alguno si te alejas mucho de la ciudad, por lo que verlos corriendo por medio de Toronto no dejaba de sorprenderme.

El centro de la ciudad quedaba muy lejos, a unos 15 kilómetros del apartamento, pero por suerte sólo tenía que tomar un bus que tenía una parada a 3 minutos andando del apartamento y después un metro que ya me dejaría en el centro de la ciudad. En total tardaría poco más de una hora. Así que fui a la parada a esperar el bus 36 que pasó al cabo de unos 5 minutos. $3,25, 16 paradas y casi 30 minutos después bajaba a la parada de Romfield para andar 5 minutos hasta la parada Finch West del subway o metro como lo conocemos.

Algo que me sorprendió de los buses de Toronto, y supongo que de todo Canadá, es que también se puede entrar por la puerta de atrás y pasar la tarjeta, si ya la tienes, por el lector. No sé si el conductor controla demasiado pero yo vi como un señor que subió por la puerta de atrás hacía ver que pasaba la tarjeta por el lector pero realmente no la pasó y se sentó tan tranquilo. Supongo que en Canadá estos casos son una minoría y por eso está permitido, en otros lugares como en España seguramente se colarían varios meses. Por lo demás el bus era bastante nuevo, estaba muy limpio y en general los pasajeros estaban en silencio.

En principio no tenía que pagar el billete de metro ya que se podía hacer transbordo desde el bus sin pagar mas. El problema era que no sabía cómo iba ni qué hacer para convalidar el billete de bus en el metro.

El billete del bus era de papel pero en el subway debía pasarse una tarjeta por los lectores de las puertas automáticas. Intenté inútilmente pasar el billete de papel del bus por el lector pero evidentemente no lo leía. Miré si había algún empleado y nada, ni empleados ni casi pasajeros. Entonces pensé que quizá en el bus debería haber avisado de que quería hacer el transbordo en el subway y que el chófer debería haberme dado una tarjeta. No estaba seguro pero era muy probable, así que me resigné y volví a pagar $3,25 por un billete nuevo. Ésta es una de esas novatadas que pagas cuando eres por primera vez en una ciudad.

Esperé unos 5 minutos en el andén de la línea 1 en dirección downtown hasta que llegó el metro y bajé al cabo de 16 paradas y unos 40 minutos en la estación de Queen, que era 3 paradas antes de la más cercana a la terminal de autobuses donde debía ir pero así podría ver un poco la zona más cercana al lago Ontario, lago que desde tierra parece un mar de tan grande que es. Es curioso ver playas en una ciudad tan lejana del mar.

La ciudad, evidentemente, tiene bastante tráfico pero sin ser abrumadora y sobre todo se respira una muy buena educación general, también de todos los conductores. Los peatones no gritan y no corren y los coches no pitan, no avanzan de cualquier manera e incluso te dejan pasar aunque estés cruzando fuera del paso de peatones en una calle tipo calle Aragó de Barcelona. Tampoco se ve un colapso de coches como en otras ciudades. No sé, pero parece que se fomenta el uso de otros medios de transporte. Por lo general, Toronto me dio una buena primera impresión.

Pero no llevaba ni 5 minutos andando que ya pensé en comer. De hecho ya hacía horas que debería haber comido un buen bocadillo y el hecho de empezar a andar y ver tiendas de comida hizo que pensara aún más. Lo primero que me vino a la cabeza fue buscar a un 7-eleven como a tantos otros países y que son unos auténticos salvavidas del viajero. Pensaba en comprar un sándwich y comérmelo mientras caminaba por Toronto en dirección al lago Ontario, así que busqué 7-elevens en Google Maps y como era de esperar había uno a tan sólo 400 metros de donde era. Fui directamente y compré un bocadillo de jamón y queso, un bote de Nescafé y una caja de cookies grandes de chocolate, todo por $13,50, unos 10€. Evidentemente unos precios superiores a los de México pero bastante más baratos de lo que pensaba. El dólar canadiense estaba bastante devaluado frente al euro y eso se notaba mucho. En cualquier caso lo importante era que ya tenía mi café favorito y ya no volvería a pasar un solo día sin el café de la mañana.

Y ya mientras me comía el bocadillo fui hacia la calle Yonge Street. Esta es la considerada calle más larga del mundo con nada menos que 56 kilómetros de principio a fin! Evidentemente no tenía la intención de recorrerlo todo sino simplemente verlo y cruzarlo, de hecho sólo lo crucé para llegar a un pequeño puerto que había al otro lado y en el que ya se veía el lago Ontario y las islas de Toronto. La verdad es que es muy curioso todo, pues Toronto parece una ciudad con mar pero no, es un lago, eso sí, tan grande que tiene manzanas e incluso permite que Toronto tenga playas. Alucinante.

Después de pasear un rato por el muelle empecé a andar por una calle en dirección norte para ir hacia la terminal de autobuses desde donde salían hacia Niágara. Desde donde estaban unos 45 minutos de camino que aprovecharía para ver el ambiente de la ciudad. No tenía demasiado más tiempo de hacer nada mas pero de todas formas tampoco quería cansarme demasiado ya que tenía que reservar las fuerzas por lo que faltaba de día que sería bastante duro.

Simplemente pasear por Toronto es ya una experiencia en sí misma, pues la buena educación de la gente y el multiculturalismo de la ciudad son excepcionales. Ningún coche pita, todos dejan pasar, los pasos de peatones siempre son respetados, la gente no llama y de cada dos personas que ves una no es de origen canadiense pero todos conviven en perfecta armonía y respeto. Y ah sí, lo que más me sorprendió es que se puede fumar marihuana por la calle. Lo primero que vi fue el día anterior de camino al apartamento y pensaba que era alguien que lo hacía de estrangios. Pero ese día ya podía ver uno cada 5 minutos, incluso trabajadores frente a su oficina como quien se fuma un pite. Está totalmente aceptado. Incluso en esto se demuestra el respeto y la tolerancia de la sociedad canadiense. Un país ejemplar en muchos aspectos.

Hacia las 9:30h llegaba a la terminal de autobuses. El bus hacia Niágara salía a las 10:30h por lo que todavía tenía una hora de tiempo. Había wifi gratuito en toda la terminal y sillas bien cómodas, así que me esperé allá mientras miraba correos y me comía alguna cookie. Estaban realmente muy buenas esas cookies y eran muy baratas teniendo en cuenta los precios de Canadá.

Estuve enviando algunos Whatsapp’s y leyendo noticias hasta las 10 que fui a la taquilla a preguntar desde dónde saldría el bus que había reservado, pues había unos 10 andenes. Enseñé el billete, la chica lo confirmó y me dijo que en la parada 3 donde ya estaba el bus y bastante gente esperando. Fui y me puse en la cola. Quedaban todavía 30 minutos pero muchos de los pasajeros ya hacía rato que esperaban de pie frente al autobús.

Hacia las 10:15h empezamos a subir ya las 10:30h marchábamos puntualmente hacia Niágara. Ya estaba de camino a las cataratas más famosas del mundo donde llegaríamos al cabo de dos horas.

En el bus también había wifi gratuito por lo que todo el trayecto se me hizo bastante corto.

A mitad del camino pasábamos por el puente que cruza el lago Ontario ya casi en su final pero que permite acortar un tramo del trayecto. Es un pase ver en uno de los lados del puente una inmensidad de agua como si del mar se tratara. Desde ese puente no se veía ninguna isla ni ningún final, sólo agua hasta el horizonte.

Al cabo de las dos horas estipuladas llegábamos al pueblo de Niágara, una aldea muy pequeña y casi fantasma que tiene como único objetivo hacer el transbordo de los buses de larga distancia a los buses locales que acababan de recorrer los 3 kilómetros hasta las cataratas . Yo, como otros muchos, hice esos 3 kilómetros andando. Todo el camino es por la orilla del río Niágara en territorio canadiense pero viendo todo el rato los EE.UU. que quedan justo al otro lado del río. Es un río bastante espectacular por lo escarpados que son sus laterales haciendo que el río quede hundido unos 20 metros. Al menos en ese tramo, era más bien estrecho cosa que hacía que el agua bajara con más fuerza. De hecho, parecía un lugar perfecto para hacer rafting. Los laterales del río están completamente cubiertos de vegetación que unido con lo escarpado del terreno y la fuerza del río lo convierten en una muy buena frontera natural realmente difícil de cruzarla.

El calor era muy intenso y se notaba que el sol ardía. A diferencia de otros lugares, aquí al menos no se notaba tanta humedad por lo que en la sombra estaba bien. En cualquier caso buena parte del camino hasta las cataratas estaba en pleno sol por lo que más vale llevar una botella de agua. Parece mentira como una latitud tan alta como la de Toronto o Niágara puede llegar a hacer tanto calor.

Al cabo de unos 30 minutos andando por el lado del río llegaba al puente más importante que le cruza y da de paso fronterizo para entrar en EEUU. Y allí, sin esperármelo, ya vi la primera cascada, pues está justo al lado de ese puente. Es la más pequeña de las 3 cascadas que hay y está en el lado de EE.UU., pero de todos modos es enorme y el hecho de que quede en el lado de EE.UU. hace que desde el lado canadiense se vea perfectamente y en todo su esplendor . Por fin veía ese espectáculo natural en primera persona ya escasos metros de distancia.

No tenía ni idea de cómo era la zona ni de cómo debían verse las cataratas, por lo que el hecho de poder ver la primera de aquella manera y sin apartarme del camino me sorprendió mucho. Me quedé allí frente a maravillado sin imaginarme que aquello no era nada comparado con lo que me quedaba por ver.

Justo delante de esta primera cascada junto al paso fronterizo y en el lado canadiense, es decir, dónde estaba yo en ese momento, está el pueblo Niagara on the Lake, un pueblo que es como unas Vegas en pequeño. Un pueblo que sólo tiene hoteles y casinos. Y este pueblo es de hecho lo primero que encuentras cuando entras en Canadá por el puente desde EEUU. Y como todos los pueblos tan cerca de una frontera, no es como es por casualidad, pues las leyes sobre el juego canadiense son más laxas que las de EEUU por lo que muchos creen la frontera para ir a jugar a este pueblo.

Seguí caminando sobrepasando la primera cascada que quedaba a mi izquierda y al cabo de 2 minutos ya vi a unos 200 metros las otras dos cascadas, las más grandes.

Por el camino hay varios miradores aunque lo mejor es el último. A mí cualquiera de esos primeros miradores ya me alucinaban sin saber que aún quedaba lo mejor. Ya se escuchaba el fuerte ruido del agua cayendo de las cataratas más grandes y eso que al menos estaba a 150 metros de distancia y pasaban coches por la carretera. Tenía casi frente a la primera cascada ya la vista las otras dos, así que seguí caminando ya con la vista fijada en las cataratas y sin detenerme, pues la emoción ya era demasiado fuerte y tenía muchas ganas de llegar el mes a cerca posible de ese espectáculo.

Pero antes de llegar al punto de la cascada se pasa por la zona de las atracciones turísticas, entre ellas el barco que te lleva hasta escasos 10 metros de la mayor caída de la cascada. Por eso no llegué al mejor mirador, el Table Rock, hasta más tarde, pues el barco era la única actividad que quería hacer seguro. Me parecía algo necesario para poder apreciar bien la magnitud de las cataratas. Así que cuando encontré las taquillas del barco después de preguntar a información ya fui directo sin preguntar el precio. Da igual, costara lo que costara era una experiencia que debía vivir. De hecho, en estas cosas nunca miro el precio, son cosas que valen demasiado la pena vivir y recordar como para decidirlas en función del precio.

El precio final era de $29,30, pues aunque en el cartel ponía $25,95, los precios nunca tienen el IVA incluido. Ésta es una de las diferencias que tenemos con Europa y que tanto agradezco a las autoridades europeas ya que obligaron por ley a que todos los precios mostrados fueran ya el precio final.

Inmediatamente después ya fui hacia el barco. Había mucha gente haciendo cola pero iba muy rápido, pues había más de un barco, al menos 2, y en cada uno entraban decenas de personas. Yo llevaba un impermeable ya que había leído por Internet que te mojabas mucho, pero antes de subir al barco nos dieron uno a cada uno, por lo que entiendo que esto de darlo es bastante reciente y supongo que empezaron a hacerlo después de algunas quejas de clientes que salían con el móvil y las cámaras empapadas de agua.

Primero se debe bajar en ascensor ya que, antes de las cataratas el río queda a pie de calle, pero después de las cataratas el río queda a más de 50 metros por debajo de la calle, así que antes de llegar al barco debe hacer una buena bajada hasta llegar al nivel del río.

Tuve suerte, de hecho mucha suerte, y fui de los primeros en subir al barco, por lo que me pude colocar casi en primera fila de la proa del barco, el mejor sitio para ver de cerca las cataratas. De todas formas siempre está la típica lista que aprovechando que tiene un hijo de 10 años le dice que se coloque en primera fila a pesar de haber llegado después y ella se coloca detrás. En fin, listos hay en todas partes.

Cuando se llenó el barco, en unos 5 minutos, arrancó y fuimos directamente a las cataratas más grandes ya las que aún no había llegado aunque ya las había visto de lejos, pues estábamos a unos 50 o 100 metros. La más pequeña quedaba ya detrás y era la que ya había visto de cerca.

Conforme nos íbamos acercando el ruido que hacía el agua era cada vez más fuerte hasta el punto de que llegaba a ser ensordecedor. Las cataratas se veían cada vez más altas y el agua salpicada, a pesar de estar todavía a unas decenas de metros, ya nos mojaba. Incluso se veía el arco iris de tanta agua que quedaba en suspensión.

Y finalmente, hasta llegar a escasos 10 metros de la caída, todo se veía blanco de tanta agua que se expulsaba, el ruido era brutal, el agua sobre el barco era como si fueran olas gigantes, como si nos echaran cientos de litros de agua por la cabeza. Llegó un punto que ni siquiera veíamos las cataratas de la cantidad de agua que caía sobre el barco y que hacía que simplemente lo viéramos todo blanco. Esto sumado al ruido tan fuerte, realmente daba incluso miedo, al menos un respeto enorme y confianza total en que el piloto del barco sabía bien lo que hacía y hasta dónde se podía acercar, pues por momentos parecía que estábamos justo bajo la caída de agua. Fue una de las experiencias más inolvidables de mi vida, aunque ya llevaba unas cuantas, pero ésta por ser absolutamente nueva y diferente.

Estuvimos allí frente a parados sintiendo la presión de la columna de agua unos 4 o 5 minutos del que la mitad me los pasé grabando y la otra mitad observando, pues también debemos disfrutar de estos espectáculos sin una cámara delante. Mientras todo el mundo gritaba yo me quedaba embobado ante aquella monstruosidad de cascada. Hay que tener en cuenta que tiene unos 60 metros de alto y más de 100 de ancho, por lo que caen toneladas de agua por segundo.

Al cabo de estos 5 minutos el piloto dio media vuelta e hizo el trayecto hacia atrás recorriendo toda la cascada, ya que esta tiene forma de herradura, y hasta llegar a la primera y más pequeña cascada, más allá del muelle, todo y que de pequeña no tiene nada. Ésta es la que ya había visto desde los diferentes miradores que hay hasta llegar a la zona donde se concentran la mayoría de atracciones turísticas. El barco llega hasta casi debajo del puente que cruza en EEUU y ya vuelve hacia el muelle. La duración total del trayecto es de unos 20 o 25 minutos que son muy intensos. Y aunque parezca poco, es más que suficiente, pues más rato ya no se aguantaría debido al remojón, el ruido e incluso la presión que se siente tan cerca de la caída del agua. Se podría decir que el mero hecho de acercarse a ella para mirar ya cansa físicamente.

Después de esta impresionante actividad seguí río arriba para llegar hasta el considerado mejor mirador del lado canadiense, el mirador de Table Rock. Y efectivamente es el mejor, pues está justo a uno de los lado de la cascada más grande, por lo que tienes la caída de agua literalmente junto a la mano, de hecho el río toca la pared del mirador, pared que no tiene ni dos palmos de ancho. No imaginaba que así fuera, poder ver el inicio de la cascada a, literalmente, 30 centímetros de distancia. Lo cierto es que esto no me lo esperaba y realmente me emocionó mucho. Pensaba que habría alguna distancia de seguridad con las cataratas y el río pero no, la cascada puede tocarse con la mano. Es una pasada.

Este mirador es muy largo, de hecho podría decirse que desde la zona de las atracciones hasta la cascada, a unos 200 metros, todo es mirador, que va siendo cada vez más espectacular conforme te vas acercando a la cascada hasta llegar al punto culminando cuando te encuentras con que tienes la cascada a tocar. Eran casi las 15h cuando llegaba al mirador y estuve allí una hora, pues era difícil cansarse de ver aquel espectáculo de tan cerca.

Después de pasearme varias veces por todo a lo largo del mirador, descansé unos 10 minutos, pues ya llevaba casi 4 horas de pie y casi todo el rato andando. Me senté en unos bancos que quedaban a unos 15 metros de la mayor caída de la cascada y todavía me llegaban las chispas de agua expulsadas por la cascada y que ayudaban a refrescar un poco el ambiente. de hecho se notaba cómo allá al lado la temperatura era un poco más baja.

Hay un par de restaurantes y varios puestos ambulante de perritos calientes y otras cosas, aunque los precios, como es de suponer, son bastante caros. Mucha gente almorzaba allí o iba al pueblo que quedaba a 100 metros y donde había más restaurantes y sobre todo casinos. Yo evidentemente no me gasté 7€ en un perrito sino que ya había comido un poco antes y comería un poco más después, todo ello vigilando de no llenarme demasiado y quedarme dormido a medio camino, pues todavía tenía que volver al pueblo de Niágara desde donde saldría el bus, a 3 kilómetros y medio de donde estaba.

Así pues, hacia las 16:30h empecé a echar de nuevo hacia el pueblo de Niágara donde tenía que coger el bus a las 19h. En ese momento aún no lo sabía pero acabaría viendo el remolio del río que se encuentra en un meandro a unos 4 kilómetros de las cataratas y ya pasado el pueblo de Niágara. En ese momento todavía no lo sabía porque pensaba que estaba aún más arriba de las cataratas, pero no, estaba más abajo, de hecho antes llegaría al pueblo que al remolino.

Fue cuando ya caminaba hacia el pueblo cuando pensé, miré a Google Maps y vi que el remolino estaba en la dirección a la que tenía que ir, a un kilómetro y medio pasado el pueblo, por lo que ahora caminaría los 3 kilómetros hasta el pueblo más ese kilómetro y medio hasta el remolino. Más de una hora caminando desde las cataratas y teniendo en cuenta el cansancio que ya llevaba encima. No está mal.

Antes pero entré un poco en el pueblo Niágara on the Lake, que es lo que hay junto a las cataratas y que parece las Vegas, para ver un poco cómo era. Pero para entrar había que subir una calle de unos 200 metros de largo y una pendiente continuada de al menos el 15%, por lo que cuando llegué al final estaba tan cansado que ya no tuve ganas de pasearlo más, y más aún pensando que todavía me quedaban los más de 3 kilómetros hasta llegar al bus o los casi 5 hasta el remolino. Encontré una fuente donde aproveché para beber unos 3 litros de agua de un tirón, llenar la botella que llevaba y sentarme un rato en un banco que había allí al lado ya la sombra.

Descancé unos minutos y volví atrás calle abajo para empezar el camino de regreso con la intención de llegar hasta el remolino. El calor seguía siendo muy intenso y ahora ya no tenía la fuerza de las cataratas para apaciguarlo un poco. Ahora ya estaba muy cansado y ya no tenía la emoción de la mañana para ver las cataratas, por lo que el camino de vuelta se hizo mucho más duro que el de la ida.

Hacia las 17:20h llegaba a Niágara desde donde cogería el bus para volver a Toronto pero en este caso seguí caminando un kilómetro más río abajo hasta llegar al remolino hacia las 17:40h. Aparte del remolino también se encuentra el conocido teleférico construido por un arquitecto español, de hecho en Google Maps aparece como Spanih AeroCar, y que cruza el río Niágara justo por encima del remolino.

A simple vista el remolino no era tanto como esperaba. Si que hace gracia, pues se da en un meandro muy marcado y que se ve perfectamente, pero el remolino en sí no se ve demasiado grande. Pero eso es lo que se ve, porque realmente ese remolino mueve en un segundo tanta agua como hay en una piscina olímpica. Por lo que se ve éste es uno de los remolinos más fuertes y con más agua del mundo. Que desde la superficie sólo se vea algo de agua dando vueltas sin representar ningún peligro no significa que la cantidad de agua que se está moviendo por debajo sea enorme. De hecho justo cuando estaba mirando el remolino pasó un barco justo por su lado de tal modo que pudiera seguir río abajo sin ser desviado por el remolino.

Estuve unos 10 minutos observando el paisaje hasta que volví hacia la terminal de autobuses donde llegué al cabo de casi media hora más, hacia las 18:15h y después de llevar andando bien 5 horas. Por el camino vi otro puente que daba de paso fronterizo y poco más. La verdad es que toda esa zona está bastante desierta sólo con algún hotel y el pueblo fantasma de Niágara. Allí esperé conectado al wifi de la terminal, mucho más pequeña que la de Toronto, y aprovechando que había una fuente con agua bien fría pues ya me había terminado los 2 litros de agua que llevaba. Había hecho mucho calor todo el día y tanto andar hacía que no pudiera parar de ver agua, de todos modos no sudaba tanto como en otros lugares supongo que debido a que el clima es más seco, y una vez en la sombra o cuando hace algo de viento baja mucho la temperatura.

Hacia las 19:15h vi que venía y se paraba allí un autobús de Coachtoronto, por lo que no le hice caso, pues yo iba supuestamente con Megabus, pero ya casi a las 19:30h fui al aparcamiento y vi que en ese bus de Coachtoronto ya había un montón de gente haciendo cola. Pregunté a la taquillera y me dijo que sí, que ese bus era de Megabus pero que ahora vendría otro porque en aquél no cabríamos todos. Fantástico, casi una hora esperando sentado y ahora debería esperar al siguiente porque no me había puesto en la cola cuando tocaba.

Aquel primer autocar salió bastante puntual pero el siguiente no llegó hasta las 19:45h y no salía hasta las 20h, de momento 30 minutos de retraso. Mientras esperaba allí de pie, esa casi media hora, me vino la cabeza de mirar cómo ir hasta el aeropuerto de Hamilton, pues al día siguiente tenía el vuelo a Dublin desde ese aeropuerto a varios kilómetros de Toronto, siendo el aeropuerto low-cost de esta ciudad pero a la vez quedando bastante lejos. Y suerte que lo miré, pues vi que está a casi dos horas en autocar directo desde Toronto y que en transporte público deberían coger 4 buses regulares diferentes y andar 40 minutos haciendo un total de casi 4 horas de trayecto . Casi nada.

Entonces busqué opciones de autocares que hicieran el trayecto de Toronto a Hamilton directamente como el de Megabus con el que había ido hasta Niágara. El de Megabus costaba $21 y salía a las 14:30 h. Había otra compañía, Busbud, que era más barata, $9, pero no llegaba hasta el mismo aeropuerto y salía sobre las 10 o 11 de la mañana, demasiado pronto ya que esta noche iría a dormir tarde y al día siguiente tenía el vuelo a las 19:45 h. Así que no tardé demasiado en decidirme por Megabus a pesar de ser la opción más cara, y como ya era usuario, allí mismo mientras esperaba en la cola, hice la reserva. Seleccioné el autocar del día siguiente a las 14:30h con llegada a las 16:15h en el aeropuerto de Hamilton. El precio final con tasas y comisiones fue de $25, unos 18€, y todavía bastante bien encontrado y bastante barato teniendo en cuenta lo tarde que era y la poca idea que tenía de dónde era realmente este aeropuerto y lo complicado que era llegar -ahí. Si me lo hubiera mirado el mismo día que me miré como ir a Niágara, seguramente me habría salido mucho más barato. Realmente no me imaginaba que Hamilton estuviera tan lejos de Toronto y que fuera tan complicado, o caro, llegar.

Y por fin, sobre las 20h salíamos hacia Toronto ya haciéndose de noche y muy cansado. En el autocar estuve básicamente sin hacer nada, sólo sentado medio dormiteando y mirando por la ventana. De hecho ver nuevos paisajes y ciudades aunque sea de paso es algo que me gusta mucho. Hacia las 21:45h llegábamos a la terminal de Toronto después de estar dando vueltas por dentro de Toronto casi 20 minutos, pues es una ciudad muy grande ya esa hora el tráfico era intenso haciendo que todo fuese bastante lento.

Al llegar tuve que comprar la cena, pues sólo había comprado por la mañana un bote de pasta deshidratada y quería comprar algo más de segundo plato. Además quería comprar más pasta, por lo que primero fui al Circle que había visto cerca de la terminal a ver si era más barato que el 7-elevan. Los precios estaban bien e incluso tenían una oferta de dos hotdogs por 2,50, que después de impuestos se quedaban en $3,15, pero no tenían ni pasta ni nada más, sólo bolsas de patatas, por lo que decidí finalmente ir al 7-elevan que quedaba a dos calles y ahí comprarlo todo.

Finalmente compré una bolsa mas de pasta deshidratada y un bocadillo similar al de la mañana pero con salami y otras cosas, todo ello unos $8. Qué diferencia con lo que comía en México…

Y ahora empezaba el camino de regreso desde el centro de Toronto al apartamento que tampoco era corto, concretamente una hora y cuarto mes de camino en metro y bus. Ya estaba oscuro e iba un poco más perdido por las calles de Toronto que por la mañana, pero con el móvil en la mano todo es posible. Primero fui a la parada de St. Patrick que quedaba a unos 5 minutos andando del 7-elevan y donde cogí el metro durante unos 40 minutos hasta la estación de Finch West. Eran mas de las 22h y el metro estaba bastante vacío pero a diferencia de otras grandes ciudades, aquí no se tenía que tener ningún miedo a cruzarte con algún tarado. Toronto tiene fama, y ​​así me lo pareció, de ser una ciudad muy segura.

Una vez en Finch West cogí el bus número 36 que ya me dejaría al cabo de 16 paradas y casi media hora más a 5 minutos andando del apartamento. El billete quedaba convalidado por lo que sólo pagué $3,25 por todo el trayecto. Pese a ser las 23h ya diferencia del metro, el bus iba muy lleno. De hecho estaba completamente lleno de gente sentada y de pie. A mí me tocó ir de pie por lo que el trayecto se hizo más largo que el de la ida. De todas formas para mí no era un trayecto normal como lo era para los demás pasajeros, pues para mí todo aquello era una novedad y lo gozaba a diferencia de los demás por quienes aquello era seguramente una rutina. Para mí todo era nuevo y por tan emocionante. Además me gusta mucho ver la vida cotidiana de la gente, y la vuelta a casa después de un día de trabajo es algo muy cotidiano.

Hacia las 23:15h, después de 18 horas de salir, llegaba al apartamento. Primero había considerado tomar un café, pero finalmente opté por pasar algunas fotos en el portátil, hacer la copia de seguridad aprovechando la fibra óptica del apartamento e ir ya a cenar. Me comí el bote y el paquete de pasta deshidratada y medio bocadillo, pues finalmente resultó ser demasiado. Al día siguiente por la tarde se marchaba hacia la última parada de la vuelta al mundo, Dublín, por lo que hice lo que ya podía hacer de la maleta dejando fuera sólo lo que necesitaría al día siguiente por la mañana antes de marcharme. Y hacia las 12:30h de la noche iba a dormir habiendo hecho ya uno de los platos fuertes del viaje y siendo además mejor de lo que me esperaba. Un día muy aprovechado y bastante cansado que me permitió dormir de un tirón.

Éste era uno de esos día que iba a dormir muy satisfecho y contento por haber conseguido que todo fuera tal como tenía pensado e incluso mejor, habiendo visto un espectáculo natural como pocos hay en el mundo y de tan cerca había dejado muy impresionado. Además, había podido ver un poco una ciudad extraordinaria por su diversidad, tolerancia, amabilidad y seguridad moviéndome por ella como un local más. Un gran día. Ya sólo quedaban dos noches para terminar el viaje y el balance no podía ser más positivo. Ese día iba a dormir muy satisfecho de todo lo que ya había logrado.