El despertador me sonó a las 8 de la mañana levantándome sobre las 8:15h. Ese día marchaba hacia Dublín en lo que sería mi última ciudad visitada en esta mi primera vuelta al mundo. El vuelo salía por la tarde pero a las 11 de la mañana tenía que dejar la habitación ya las 14:30h estar en la terminal de autobuses, la misma desde donde el día anterior cogí el bus hacia las cataratas del Niágara , por lo que ya sabía cómo ir.

Primero me preparé un buen y gran café, pues el día anterior no me lo había podido tomar por primera vez en todo el viaje y en mucho tiempo y ya tenía monu. Estuve escribiendo este diario, pasando gastos a Excel, comprobando las copias de seguridad y mirando cómo ir del aeropuerto de Dublín al hostel, que por cierto era un trayecto muy barato y sencillo, probablemente el más barato y sencillo de todo el viaje, pues sólo debería tomar en el mismo aeropuerto un bus de línea de Dublín por 3,30€ que ya me dejaría a 5 minutos andando del hostel.

Hacia las 10h me duché, vestir y acabar de hacer la maleta. A las 10:50h la chica de la casa me picó en la puerta para confirmar que todavía estaba allí y que ya se marchaba, ¡qué presión! Hice las fotos de la habitación ya las 11:10h me despedía de la chica e iba a la entrada de la casa a fumar un piti mientras aprovechaba los últimos minutos conectado a Internet, pues tenía tiempo y quería hacer el máximo de cosas posible antes de irse, y mas con esa buena conexión.

A las 11:30h marchaba definitivamente del patio de la casa e iba hacia la parada del bus, sin haberme recordado de planear el trayecto a Moovit por lo que debería valerme sólo de mi memoria para coger el bus y el metro que debía tomar para ir a la terminal de autobuses. De todas formas, cada vez es más habitual encontrar una red wifi abierta en los aeropuertos aparte de que en principio en Dublín ya podría utilizar el 4G con la tarifa española. Esto sí que sería una gran comodidad.

Al subir al bus le pregunté bien al chófer cómo debía hacer el transbordo en el metro, pues el día anterior tuve que pagar el billete por no saber cómo hacer el transbordo con el billete del bus. Él me dijo que con ese billete de papel que daban ya era suficiente para hacer el transbordo, billete de papel igual al que había tenido el día anterior y con el que no pude. En cualquier caso me dijo que con aquél ya podía y me senté.

Entre mi memoria y Google Maps no tuve problema en bajar a la parada correspondiente, la que quedaba más cerca de la estación de metro de Finch West y que era la que me iba mejor para ir directamente al centro de Toronto. Por cierto, durante el trayecto vi cómo un señor no pagaba el billete, algo que no me esperaba en Toronto. Puede subirse por las puertas traseras, pues hay una máquina para leer los billetes, pero el señor hizo ver que lo pasaba pero no, de hecho no lo hizo ni en el lado de la puerta donde estaba la máquina.

Una vez en la estación de metro de Finch West tuve el mismo problema que la primera vez, no sabía cómo utilizar ese billete de papel del bus para pasar las puertas automáticas de la estación de metro. Además, como el otro día, no había empleado. Pero ese día tenía tiempo por lo que miré bien todas las opciones de las máquinas y esperé un rato, cuando al fin, al cabo de unos 10 minutos, apareció una empleada. Le pregunté y me dijo que sí, que sólo tenía que ir por la puerta automática más cercana a la taquilla. Fui y, sorprendida, la puerta se abría con sólo acercarse, por lo que ya podría haber entrado. Mira si se fían de la gente, que dejan una puerta automática que se abre sólo acercándose a ella y sin ningún empleado vigilante. En fin, en cualquier caso había podido realizar el transbordo correctamente sin tener que volver a pagar.

Bajé al cabo de unos 30 minutos en la estación de St. Patrick, la misma a la que había subido el día anterior para volver al apartamento, por lo que ya me conocía la zona. Primero fui al 7-eleven donde ya había ido también la noche anterior a comprar unos sándwiches de pollo y un bocadillo de embutidos varios por $11,29 (9€). Luego fui al Circle que estaba a 5 minutos de allí. y compré un par de hotdogs por $3,15, muy buen precio teniendo en cuenta la zona. Después ya fui hacia la terminal donde llegué hacia las 13h, pues había sido una hora larga de camino hasta allí más ir de compras al 7-eleven y al Circle.

Allí mismo en la terminal de autobuses me comí los dos hotdogs y el medio bocadillo que me había sobrado de la noche anterior. Con esto ya comí y me quedé esperando allí conectado a la red de la terminal hasta las 14:15h que empezamos a subir al bus. Por cierto, que fuera la terminal, donde me estaba fumando un piti, otro chico se estaba fumando un buen puerro de marihuana. No dejaba de sorprenderme la cantidad de gente que fumaba marihuana por cualquier sitio de la ciudad y el olor que se notaba por todas partes. Por alguien que no está acostumbrado se hace realmente muy raro.

Y muy puntual a las 14:30h, empezábamos el camino hacia el aeropuerto de Hamilton. Bus medio vacío por lo tan un trayecto tranquilo y cómodo. Empezaba el camino hacia el último país a visitar, Irlanda, y que marcaría el final de esta vuelta al mundo. Hasta entonces había podido llegar a todas partes donde tenía planeado y no perderme una sola vez, y todo apuntaba a que todo el viaje sería así. Perfecto.

A las 16:15h llegábamos al aeropuerto de Hamilton, uno de los más pequeños que he visto nunca, y de hecho probablemente el aeropuerto internacional más pequeño que he visto nunca. Sólo tenía 5 o 6 mostradores, un vestíbulo pequeñísimo y dos puertas de embarque. Bien, realmente eran 4 pero cada puerta tenía dos filas, por lo que de puertas reales sólo eran dos. Además, las puertas no daban al lado del avión, sino que daban a un mismo sitio y de allí se tenía que ir andando un buen trecho por medio de la pista hasta llegar al avión.

Y ahí, conectado a la red wifi del aeropuerto, leyendo noticias, mirando correos y contestando a Whatsapp’s mientras esperaba. Fuera hacía aún más calor que en Toronto, aquí parecía que el sol ardía aún más.

Fui a hacer el check-in, como siempre en el mostrador, pues por Internet no me dejaba y allí no había máquinas. De todas formas, Norwegian normalmente obliga a hacer el check-in en el mostrador para pesarte las maletas de cabina y comprobar que no superan los 10 kilos máximos permitidos. Y efectivamente, me pesaron las maletas y efectivamente pesaban más de 10 kilos, concretamente 11,30. Y también como siempre me dijeron que no ocurría nada. Bien, de hecho en este caso me preguntaron si llevaba una chaqueta, pues se trata de ropa que pesa y que normalmente se lleva encima sin computar en el peso total.

Y sobre las 18h fui a fumar el último piti antes de embarcar y ya hacia el control de seguridad, que fue muy rápido porque todo era muy pequeño y había muy poca gente. Como ya era costumbre, y de hecho, como siempre en este viaje, pasé el control sin registro adicional alguno, y eso que todo el equipaje lo llevaba en cabina. La verdad es que se agradece, no tanto por el tiempo que se pierde, sino por lo deshecho que queda después la maleta y lo que me cuesta rehacerla.

Finalmente fui hacia la sala de embarques, y digo sala porque era literalmente una sala con dos puertas que daban directamente a las pistas. Nada más cruzar aquellas puertas debía andar por las señalizaciones adecuadas para llegar a cada uno de los aviones que había esparcidos por allí.

Pero el vuelo se retrasó. A las 19:45h, hora prevista de salida, todavía no habíamos ni embarcado. Además en la sala de embarque hacía un frío horrible. Con el calor que echaba y el frío que hacía dentro, cuánta incongruencia y cuánto gasto energético para pasar frío…

Finalmente, hacia las 20:10h empezamos a embarcar despegando hacia las 20:30h, casi una hora de retraso pero todavía lo suficientemente rápido teniendo en cuenta lo parado que se via todo. En cualquier caso ya era mi penúltimo avión del viaje y ya no le daba ninguna importancia, y más después de constatar que es mucho mejor eso que una cancelación. Además tampoco tenía ninguna prisa, pues la hora prevista de llegada a Dublín era a las 7:30h de la mañana siguiente, demasiado pronto para ir a hacer el check-in al hostel que tenía reservado y para intentar dormir, por lo que de hecho el retraso todavía me iba bien, pues tarde o temprano debería esperar más en algún sitio.

Esta vez me tocó en pasillo, bueno, de hecho la chica que me imprimió la tarjeta de embarque me preguntó si prefería ventana o pasillo. Le dije pasillo y efectivamente. No recordaba ninguna ocasión en la que en una low-cost me hubieran preguntado qué prefería. Así que ya sentado en el asiento 22C nos preparábamos para ir hacia Irlanda. Me tocó junto a una pareja canadiense de esos que se ven muy educados y discretos. De hecho la chica ni bajó el apoyabrazos para no molestar, algo que acabé haciendo yo.

Al cabo de unos 45 minutos del despegue me comí los sandwiches que había comprado en el 7-eleven y los Doritos que todavía tenía de México y que me había comprado Emma. Y después a intentar dormir el máximo de horas posibles de las 7 que duraba el vuelo. Y de hecho, un poco pude dormir, algo que hasta no hacía demasiado era poco habitual pero que cada vez me costaba menos hacer, sobre todo estos días que llevaba tanto cansancio acumulado y algunas noches sin poder dormir 8 horas. Fuera lo que fuera, para mí poder dormir en un avión era una experiencia bastante nueva e inusual, y lo cierto es que era de agradecer.

Una vez mas, y ya eran 6 en este viaje, dejaba un país atrás habiendo vivido experiencias únicas y superado todos los obstáculos, la mayoría pequeños, que me había ido encontrando, algo que llena y ayuda al crecimiento personal de cada uno. Una visita rápida y fugaz a Canadá pero a la vez muy intensa y especial. Parece mentira todo lo que se puede llegar a hacer en tan sólo dos días.

Sólo quedaba un país, una ciudad, un día para finalizar esta mi primera vuelta al mundo de 3 meses que empezaba y terminaba en Barcelona. 3 meses visitando 7 países completamente diferentes uno del otro, conociendo culturas y personas absolutamente diferentes a lo que conocía hasta ahora y que me habían permitido abrir la mente y derribarme unos cuantos prejuicios de los pocos que intento tener. El viaje llegaba a su final y todavía me costaba creer que lo hubiera conseguido con tan pocos obstáculos. Estaba a punto de finalizar lo que sería una de las mejores experiencias de mi vida.