Llegaba el último día del viaje, probablemente el día más raro de todos. Las sensaciones son varias, una mezcla de emociones y sentimientos que hacen que éste sea un día de los que más se acuerda, junto, claro, con el primero. Cierta emoción por volver a casa, un cansancio por tantas cosas hechas, una relajación para saber que todo está hecho y conseguido, ya no tener que pensar en cómo ir aquí o allá,… Todo son cosas que pueden parecer simples pero que en una situación así toman una magnitud especial.
Poco antes de las 4 de la madrugada ya me estaba despertando. Aunque fui a dormir cuando todavía casi todo el mundo tenía que ir a dormir, la verdad es que apenas me desperté, de hecho sólo recuerdo medio despertarme una o dos veces e incluso ver la luz de l habitación ya apagada.
¡Pero a las 4 de la madrugada y cuando todo el mundo dormía profundamente, de repente, empezó a sonar la alarma antiincendios de la habitación! Un ruido fortísimo y estridente sonando durante unos 10 segundos que se hicieron eternos mientras todo el mundo dormía. Muchos se levantaron de repente, entre ellos yo, la chica de mi lado con la cara de reciente despertada mirando la alarma sin entender nada, todos durante los 10 segundos mirando esa luz verde intermitente y esperando a que ese ruido tan agudo y molesto parara en algún momento. Eso sí, creo que nadie se planteó salir corriendo que es lo que supuestamente deberíamos haber hecho al sonar una alarma anti-incendios… Al cabo de los 10 segundos, paró, y el silencio fue total. Nos quedamos todos mirando durante 3 o 4 segundos hasta que poco a poco todo el mundo volvió a tumbarse o cerrar los ojos a quienes no se habían llegado a levantar. Probablemente ésta sea una de las peores formas de despertarse.
Yo, entre ese ruido inesperado y que ya me estaba despertando, me resultó imposible volver a dormir. Estuve medio holgazaneando por la cama hasta las 4:30h. Durante ese rato se levantaron varias personas para ir al baño, de hecho parecía que a más de uno le costaba volver a dormir después de ese duro despertar.
Hacia las 4:40h aprovechando que salía una del lavabo, cogí el bolso con la ropa y fui a ducharme que falta me hacía, pues el día anterior no me había duchado y además había estado caminando durante horas. Así que me duché, me vestí y fui hacia el comedor ya con toda la maleta para guardar la ropa sucia del día anterior y sacar mis herramientas de la mañana, que son el portátil, el café y la taza. La cocina estaba cerrada pero había microondas en el comedor, por lo que ni siquiera necesitaría mi calentador eléctrico.
Guardé la ropa, me preparé el café, escribí el periódico, pasé los gastos del día anterior a Excel, miré correos, finanzas, etc. Tenía tiempo y sobra, pues apenas eran las 5:30h de la mañana. A pesar de esa hora, allí en el comedor ya había dos chicas. Quizás tenían el vuelo muy pronto, con tanta gente y casi todos viajeros, es normal que a todas horas y haya alguien despierto.
Estuve muy tranquilo tomándome mis cafés hasta las 6:45h que vinieron a limpiar el comedor con una aspiradora ya prepararlo todo para la hora del desayuno, que estaba incluido en el precio y, por tanto, pues el comedor se llenaba mucho. Yo seguí con mi trabajo hasta las 7:20h que empezó a llegar gente, haciendo que poco a poco aquel comedor tan grande quedara completamente lleno.
Yo quería empezar a desayunar hacia las 8:30h, pues la cocina estaba abierta hasta las 9h. Acabé de hacer las copias de seguridad y cargar tanto el portátil como el móvil, lo guardé todo, comprobé que en mi cama no había nada, y ya fui a desayunar.
Tuve que sentarte junto a más gente, pues ya no había ninguna mesa libre. Fui a la cocina y entonces entendí porqué todo el mundo desayunaba. Había todo tipo de cereales y bastante embutido, no demasiado bueno, pero sí suficiente como para ser un hostel de Dublín. Así que cogí un poco de cada cosa, salvo fruta, y fui a comer hasta sobre las 9h aproximadamente, hora en que me preparé para salir a dar la última vuelta por Dublín y del viaje.
Ya que el día anterior había visto prácticamente todos los lugares que quería ver, decidí ir a pasear un rato por Temple Bar, el barrio más auténtico de Dublín que estaba junto al hostel y era muy bonito para ver mientras se paseaba. Así que salí y hacia allá. Ese día, a diferencia del día anterior, hacía muy buen día. Las nubes del día anterior habían desaparecido e incluso ahora hacía más calor. De todas formas a la sombra seguía refrescante.
Aún era pronto por lo que en un principio no había demasiada gente por la calle, pero poco a poco el barrio se iba llenando, incluso los pubs empezaban a llenarse. Yo iba por una calle u otra aleatoriamente, al azar, sin un rumbo fijo, simplemente contemplando todo el barrio.
Por último, hacia las 10:15h llegué al famoso pub de Temple Bar. Ya tenía la espinita de tomarme una buena Guinness en Temple bar, y ahora, que ya era el último día del viaje y me podía dar algún capricho mas, creí que era el mejor momento para hacerlo y así despedirme ya de la vuelta al mundo que estaba a punto de completar.
Así que hice algo de tiempo hasta las 10:30h cuando vi que el pub se llenaba y que otros muchos ya lo estaban. De hecho eran las 10:30h pero ya había mucha gente en muchos pubs tomándose una Guinness. En Dublín parece que en vez de café tomen una cerveza Guinness para el desayuno.
Así que fui al famoso pub de Temple Bar pero esta vez no para quedarme fuera haciéndole fotos, como hace la mayoría, sino para entrar y tomarme una Guinness. Mientras estaba pidiendo, entró un grupo de casi 10 chicas, de hecho parecía un despido de soltera. Además otras parejas o grupitos también iban pedidos. Ese es un pub donde sólo se vende alcohol, así que todos los que iban entrando pedían una cerveza o un cóctel. Yo pedí una Guinness sin preguntar el precio. Me la puso y pagué los 6,90 que costaba. Aún pensé…
Esta cerveza quizá sea más cara pero sólo de verla en el vaso ya te puedes imaginar el porqué. Evidentemente no es como una Estrella Damm. De hecho, sólo la espuma ya se ve de mejor calidad. Lo que me seguía resultando un poco raro es que no fueran ni las 11 de la mañana que ese bar ya estaba lleno de gente tomándose una cerveza.
Fui a uno de los bancos que había por los laterales y que daban a las ventanas y allí, mirando cómo la gente de la calle nos hacía fotos, me tomé la Guinness, una cerveza negra y que nada tiene que ver con el 99% de cervezas que se venden en España.
Como ya se veía, incluso la espuma es buena, por no hablar de la cerveza, con mucho más cuerpo, más contundente, más sabor y evidentemente con mayor graduación. Costaba 2 o 3 veces más que una de normal en Barcelona, pero es que era 3 veces mejor.
Y mientras estaba allí mirando por la ventana, sentado en uno de los mejores pubs de Irlanda y con una Guinness en la mano, pensé que en ese momento no podía estar en un sitio mejor que aquel a la vez que me’ despedía y repasaba el viaje que ya estaba terminando y que me había llevado por 7 países durante 3 meses, viaje que había salido como debía salir y sin problemas destacables.
Pero el momento culminante fue cuando subió un chico con una guitarra en la tarima del pub y empezó a tocar y cantar. Una Guinness en el mejor pub de Irlanda y con música en directo. Más irlandés imposible. La mejor forma de pasar un buen rato en el último día del viaje.
No supe si cada día había música en directo o ese día era especial, pero en cualquier caso el pub estaba completamente lleno e incluso había algún grupo que parecía celebrar algo. Cuando había entrado en el pub hacía menos de media hora estaba casi vacío y ahora ya no quedaba ninguna silla libre.
Al cabo de una hora de haber empezado, a las 11:30h, me acababa la Guinness y al cabo de unos 10 minutos más, cuando el cantautor terminaba su actuación, salía del pub para volver al hostel a buscar la maleta y hacer el checkout a no ser que me dejaran quedarme hasta más tarde, pues no tenía previsto ir a comer hasta las 13h y hasta las 19h no salía mi vuelo.
Al cabo de 5 minutos ya estaba en el hostel ya la hora de pasar la tarjeta magnética para abrir la puerta que daba acceso a las habitaciones y zonas comunes vi que ya no funcionaba. Debido a que el checkout está a las 10:30h pues ya me habían desactivado la tarjeta. Se lo dije a la chica de la recepción que me abrió la puerta para poder ir a buscar las cosas. Ya sin tarjeta para poder ir entrando y saliendo decidí arreglarme un poco y marcharme ya del hostel.
Leí las noticias un rato, me lavé la cara y las manos y un poco la maleta, di las gracias a la chica de la recepción y dejé el hostel cuando eran las 13h. Quisiera haber comido más tarde pero ya empezaba a tener hambre y sólo pensaba en el Burger King del lado del hostel y que desde el día anterior ya quería ir, así que no aguanté mas y fui a pedir la oferta de 2 por 6 €, siendo la Long Big King y la Long Texas BBQ, ambas muy buenas y bastante grandes, dejándome harto y por sólo 6€.
Hacia las 13:30h salía del Burger king y caminaba unos 10 minutos hasta llegar a la parada del bus 16 mes cercana que estaba en la misma avenida O’Connell. Allí esperé unos 10 minutos más hasta las 13:50h que llegaba el bus e iba ya hacia el aeropuerto. Me costó los 3,30€ esperados y fui a sentarme al piso de arriba, pues el bus estaba muy lleno.
Antes sin embargo, pude ver una de las cosas más extrañas del día. Una especie de bus-bar con pedales pasaba por la calle llena de hombres supuestamente celebrando algo, probablemente una despedida de solteros. Era raro pero parecía divertido.
Volvía a hacer el mismo camino que el día anterior pero ahora de vuelta, volviendo a mirar todo el rato por la ventana para ver lo máximo posible de Irlanda. Prácticamente siempre miro por la ventana cuando paso por un sitio desconocido, simplemente me gusta mirar el entorno, como son las casas, las calles, la gente, todo lo que se pueda apreciar desde una ventana a 50km/h.
Al cabo de unos 45 minutos llegábamos al aeropuerto. Yo tenía que ir a la terminal 1 pero la primera parada que hacía el bus era en la 2, donde yo ya bajé, pues según Google Maps parecía que ya estaba pero no, lo que pasaba es que ambas terminales están tan cerca una de otra que en el mapa parecía que ya estuviera. Así que una vez me di cuenta de que estaba en la T2 fui caminando los escasos 100 metros hasta la 1. Ya sabía que ambas terminales estaban muy cerca por eso no me preocupé demasiado de saber a cuál estaba bajando, y más teniendo en cuenta que todavía quedaban casi 5 horas para la salida del vuelo.
Una vez llegué a la Terminal 1, lo primero que hice, como siempre cuando tengo tiempo, fue inspeccionar toda la terminal: dónde estaban los baños, la fuente de agua, la zona de fumadores, el mejor sitio para sentarse, etc. Y la verdad que todo muy bien. Había fuente de agua bien fría, se podía fumar nada más salir por la puerta, tenía máquina de café por 1,50€ y era suficientemente pequeña, estando el control de seguridad a pocos metros de la puerta. Se podría decir que era un aeropuerto perfecto para largas esperas.
Prácticamente toda la terminal era de Ryanair, se notaba que estaba en Irlanda… Allí vi por primera vez pasajeros facturando las maletas ellos solos en unas máquinas automáticas y cintas que leían la etiqueta de la maleta y se la llevaban sin ningún trabajador al lado. Algunos ya sabían cómo iba pero otros iban muy perdidos, algo normal. Estos de Ryanair ya no saben qué hacer para bajar costes.
Y allí estuve esperando más de 3 horas entre paseos, cafés de la máquina, ir a fumar, mirar correos y, sobre todo, reflexionando sobre el viaje que ya estaba a punto de terminar, pues me quedaba muy poco por completar mi primera vuelta al mundo y todo había ido muy bien, y de hecho casi todo, según lo tenía planeado.
El vuelo estaba previsto para las 19h por lo que a las 18h fui a fumar un piti y hacia el control de seguridad que pasé sin ningún problema ni registro adicional. Eso sí, cumpliendo todas las reglas a rajatabla, incluso guardar la pasta de dientes en una bolsa hermética y transparente.
La puerta de embarque aún no estaba asignada, por lo que tuve que esperar todavía unos 10 minutos junto al control hasta que la anunciaron y fui hacia allí, pero resultó que la puerta estaba lejos, de hecho tardé casi 15 minutos en llegar y eso que iba a paso ligero porque supuestamente a las 18:30h ya embarcábamos y ya eran las 18:15h. Una terminal tan pequeña y una zona de puertas tan grande…
No lo acabé de entender pero cuando llegué ya había un montón de cola y eso que había ido tan rápido como pude en cuanto anunciaron la puerta de embarque. Quizás en el mostrador ya hacía rato que lo sabían y lo decían a quienes facturaban. En cualquier caso miré qué cola era la preferente, pues tenía embarque preferente, pero resultó que medio avión tenía embarque preferente, por lo que la cola preferente era enorme y casi menos preferente que la cola no preferente.
Frente a mí había dos mujeres de unos 55 años que debían decirle a un familiar a qué hora llegarían a Barcelona. Sabiendo la hora de salida del vuelo y el tiempo de duración es fácil saber la hora de llegada, pero en este caso en Barcelona era una hora más, y eso ya las desató. En total estuvieron unos 10 minutos para averiguar a qué hora llegaba el vuelo a Barcelona, de hecho estuve a punto de explicarles cómo iba el cambio de hora y en qué hora llegaríamos. Al final más o menos lo supieron y se lo comunicaron a su familiar.
Algo que puede parecer trivial pero que después de 3 meses no lo es, es volver a escuchar tu idioma de boca de la gente que te rodea. Había pasado 3 meses básicamente escuchando el inglés y volver a escuchar el catalán no dejaba de ser una sensación extraña pero mucho más bonita y reconfortante de lo que pueda parecer. Al final, siempre acabamos echando de menos nuestra casa.
Cuando ya parecía que estaban a punto de abrir la puerta, todavía no se veía ningún avión, pero al cabo de un par de minutos llegó uno. En ese momento pensaba que simplemente venía de otra puerta, pero la sorpresa fue cuando empezaron a bajar pasajeros. Era un avión que acababa de llegar y que ni siquiera limpiarían antes de que nosotros subiéramos. Fue tan justo que incluso abrieron la puerta de embarque antes de que llegara el avión. Estos de Ryanair siempre te acaban sorprendiendo.
Cuando el último pasajero salió del avión, ya vi cómo los pasajeros que iban conmigo empezaban a subir. En aquella zona las puertas no tenían finger, por lo que había que caminar por la pista y por tanto podíamos verlo perfectamente por la ventana. Los pasajeros que bajaban y nosotros que subíamos nos cruzamos. Nunca lo había visto. This is Ryanair, pensé.
Por primera vez en todo el viaje pude embarcar sin enseñar el pasaporte. Una vez sentado procuré no tocar demasiado nada, pues no sabía cuántos meses hacía que no limpiaban ese avión…
El vuelo estaba lleno de españoles que volvían de sus vacaciones a Dublin, por lo que había muchas familias con niños. A mí me tocó sentarme en pasillo ya mi lado iba una madre que probablemente era la persona más nerviosa que había visto nunca y que además fuera la primera vez que subía a un avión, bueno, la segunda. Tenía la familia desperdigada por el avión y no paraba de levantarse y mirar. Cuando llegó el despegue, primero se persignó y después se agarró muy fuerte del asiento de enfrente, como si el avión fuera a chocar en cualquier momento. Cuando ya despegábamos empezó a respirar cada vez más fuerte y rápido. Yo ya no sabía si avisar a alguien pero poco a poco se fue calmando.
Por extraño que pueda parecer, el vuelo se retrasó un poco, llegando a Barcelona a las 22:35h. La hora prevista era a las 22:30h, y aunque pueda no parecer demasiado retraso, viniendo de Ryanair es muy raro, pues siempre llegan antes de lo previsto por el tema costes. Salvo esto el vuelo fue muy tranquilo y por fin volvía a estar en Barcelona.
Aterrizamos en la terminal 2 del aeropuerto de El Prat por lo que podía marcharse de allí en tren hasta Sants o en Aerobus hasta Plaça Catalunya. La hora era importante porque después debería tomar otro tren, ya aquellas horas ya se acababan, por lo que tenía que buscar la opción más rápida para salir de la T2 si quería llegar a casa esa misma noche.
Así que, en ese momento, lejos de relajarme por haber finalizado el viaje, tuve que correr. Para empezar, yo pensaba que no debería pasar ningún control de pasaportes, pues venía de Irlanda, pero no, tuvimos que pasar por las máquinas que validaban el DNI o el pasaporte, haciéndome perder unos minutos muy importantes.
Salí corriendo del aeropuerto pero el tren en principio salía en menos de un minuto, por lo que ya no intenté llegar a la estación. Fui directamente a buscar el Aerobus que me costaría 5,90€ a diferencia de los 2€ del tren pero con el que llegaría 30 minutos antes a casa, y lo más importante, llegaría, pues el último tren que podía tomar en casa salía a las 12 de la noche y no podía estar perdiendo el tiempo.
Cuando llegué a la parada ya había un bus y gente subiendo, pero cuando me tocó a mí, una chica que estaba en la puerta me dijo que ya no podía subir, no entendí bien porque pues parecía que el bus no estaba lleno del todo, en cualquier caso a mí, a un chico y una chica que venían detrás de mí nos dijo que esperábamos al siguiente bus que tardaría 10 minutos en llegar. Yo me retiré, pero los otros dos no. Eran ingleses, quizás irlandeses, y haciendo caso omiso totalmente subieron al bus. De hecho, cuando el chico subió las puertas ya se estaban cerrando y lo medio engancharon. Entonces, tanto la chica como el conductor ya más nerviosos les dijeron que bajaran pero ninguno de los dos hicieron ni putu caso. La verdad es que me sorprendió muchísimo la mala educación de esos dos ingleses/irlandeses, no es esa la imagen que tenemos. Al cabo de un minuto de estar allí discutiendo sin conseguir que bajaran, el chófer se marchó con ambos dentro y yo fuera. La chica que nos había dicho a los 3 que esperábamos y al ver que sólo yo le había hecho caso y me había esperado, no sabía ni cómo mirarme ni qué decirme, pues yo en un principio iba delante de los dos que habían podido subir. Le dije que no se preocupara y que yo prefería ser educado y esperar en vez de ser un mal educado y marcharme. Hay trabajos muy desagradecidos, pensé…
En cualquier caso, al cabo de 5 minutos llegó el siguiente bus, calculé si podría tomar el tren de las 23:30h para ir a casa y decidí ir en ese bus, pues seguramente llegaría al tren de las 23:30 h. Si del aeropuerto se marchaba en tren debería tomar el tren de las 12 de la noche que ya era el último y era algo arriesgado.
El trayecto en el Aerobus fue más rápido de lo que esperaba, llegando a Plaça Catalunya a las 23:20h, por lo que todavía me dio tiempo de hacer alguna foto en la plaza a modo de llegada, que ve a saber si era la primera vez que tomaba una foto en la Plaza de Catalunya. Ahora si que ya me sentía en casa, ahora sí que estaba en un sitio bien conocido, ahora sí que ya tenía la sensación de haber terminado el viaje. Aún no estaba en casa pero sí en el centro de Barcelona. La sensación en este momento es muy extraña y difícil de contar con palabras. Tienes que haber estado algunos meses fuera de casa viviendo con una intensidad absoluta todos los días para saber lo que se siente al volver al lugar donde has nacido y donde has vivido durante años.
Y ya sin prisas cogí el tren que ya me llevaría a casa y que sería el último trayecto del viaje. Ahora ya podía disfrutar de la satisfacción de haber estado solo durante 3 meses dando la vuelta al mundo pasando por 7 países, habiendo dormido en más de 20 hoteles o apartamentos diferentes y finalmente haber conseguido llegar allá donde estaba ahora, en Barcelona, en casa.
Nunca sabemos de lo que somos capaces de hacer si nos lo proponemos y nos alejamos de los miedos infundados normalmente por otros. Ante cualquier imprevisto o situación difícil encontraremos siempre una solución, así somos los humanos. Si crees lo contrario es porque nunca te has encontrado o te has podido apoyar en alguien, pero te aseguro que si estás solo, podrás solucionarlo todo tú solo. Tenemos mucha más fuerza y voluntad de la que nos imaginamos y la lástima es que rara vez hagamos lo que debemos hacer para poder disfrutar de esta fuerza. Yo acababa de hacerlo y ahora tenía una sensación de satisfacción difícil de explicar.
Estaba durmiendo en el avión que me llevaba hacia Dublín, cuando sobre las 2:30h de la noche alguien de la tripulación dijo algo por megafonía y ya nos medio despertó a todos. Sólo quedaba menos de una hora por el aterrizaje y ya no intenté volver a dormirme. Al menos había podido dormir un rato, a pedazos, pero en conjunto más horas de las que me esperaba. Al menos era suficiente para intentar aguantar el día y así poder ver a Dublín, pues al día siguiente ya se marchaba a casa. Al menos últimamente era capaz de dormir alguna hora en los vuelos, sobre todo en aquellos nocturnos en los que es necesario dormir para poder aguantar todo el día siguiente. En cualquier caso, en vuelos hacia el este, la noche es tan corta que resulta difícil aguantar todo el día siguiente.
Como siempre, los de Norwegian no nos dieron ni agua, así que ese día el café de la mañana debería esperar. Me limpié un poco en el baño ya esperar hasta las 3:30h, 8:30h hora local, que aterrizamos sin problemas. Bien, sólo que me pareció que la pista era muy corta porque para mí aquél fue el aterrizaje con un bloqueo de frenos más fuerte. De hecho en muy poco rato ya había casi frenado empezando a girar cuando aún iba lo suficientemente rápido, lo que me hacía pensar que la pista no daba para más.
Bajamos y al salir del avión me sorprendió muy gratamente el tema de los idiomas, pues el inglés no es la lengua originaria de Irlanda, sino el gaélico irlandés, que tiene el mismo abecedario pero una escritura completamente diferente . Todos los carteles estaban en ambos idiomas pero con el gaélico siempre por delante.
Fuimos directamente hacia el control de inmigración y por primera vez en todo el viaje entraba en la UE, por lo que ya podía pasar el control de inmigración mucho más rápido pasando tan sólo el pasaporte por el lector de una máquina , que después me haría una foto y ya me dejaría pasar. Antes de las 9 de la mañana ya estaba saliendo del aeropuerto.
En cuanto pisé la calle me quedó claro que estaba en Irlanda, pues estaba lloviznando y hacía frío, concretamente 16ºC en pleno agosto. Ya había leído por Wikitravel que aquella temperatura era normal en Irlanda, por lo que ya llevaba la chaqueta puesta. Sólo me lo puso el primer día del viaje a Oslo y ahora el penúltimo día en Dublín. También ya había leído cuál era la manera más económica para llegar al centro de Dublín desde el aeropuerto, que estaba en los buses de línea de Dublín, pues había otros que hacían menos paradas pero que costaban más, entre 7 y 9€, en cambio los públicos de Dublín costaban 3,30€ y te dejaban en el mismo sitio aunque en unos 45 minutos.
Esta vez, Google Maps y Moovit me liaron un poco ya que parecía que no tenían el número de bus a tomar actualizado. Me indicaban los buses 133 o 115 mientras que en Wikitravel decían el 16 o el 41. Gracias a que allí ya podía utilizar el 4G de mi SIM, miré la web de los buses de Dublín, y efectivamente eran el 16 y el 41 Eso sí, Moovit me fue muy bien para encontrar la parada del bus, pues estaba bastante alejada de la puerta de salida y habría sido difícil encontrarla sin Moovit. De hecho, los buses que encuentras justo delante de la salida de la terminal, son de los caros, los de línea están unos 5 minutos caminando, más adelante, casi en la terminal 1, y en una zona donde se encuentra el parking y más sitio para realizar las paradas.
Teniendo en cuenta lo cansado que estaba y el merdé de autobuses que había por todas partes, todavía encontré lo que quería bastante rápido.
Miré los carteles que anunciaban los buses en cada una de las paradas hasta que vi uno que anunciaba el 16. Por cierto, que son carteles electrónicos donde pone el tiempo que falta para el próximo bus. Realmente muy bien. Cuando lo encontré me quedé al lado esperando y en unos 5 minutos ya llegó un bus aunque acababa de ver un marcharse justo cuando yo llegaba. Todo muy bien, cosa que se agradece cuando son las 8 de la mañana, has dormido 3 horas, no has tomado un café y ni te has duchado.
Esto si, el importe del billete debe pagarse de forma exacta, o en cualquier caso, el conductor no da cambio. El billete sencillo costaba 3,30€ y yo sólo tenía 4€, así que perdería algo pero de todas formas seguía saliendo mejor que los 7€ de la siguiente opción. Pero incluso esto me salió bien, ya que delante de mí iba una pareja en la que no entendí bien que había pasado pero me pareció que el chico pagó los billetes de ambos con un bono que tenía, y la chica, sin haberse dado cuenta, también pagó el suyo. El chófer se lo dijo y entonces me dijo a mí que mi billete le pagara a la chica. Me preguntó dónde iba y me dijo 3€, seguramente para ajustarlo a lo que la chica había pagado, así que finalmente todavía me ahorré un euro.
El trayecto duró unos 40 minutos pero fue entretenido, pues enseguida ya entras en Dublín y puedes ir viendo la ciudad, primero los barrios residenciales con sus casitas unifamiliares típicas y las calles tranquilas, y más adelante, las calles empedrados y los edificios más antiguos que dan la personalidad a Dublín. Era día laborable y hora punta, por lo que además podía ver lo que tanto me gusta ver, que es la vida quotidiana en un día normal de la ciudad, con la gente en coche o transporte público yendo a trabajar o hacer lo que debieran, en cualquier caso, vivir en primera persona el estilo de vida de cada una de las ciudades visitadas.
Hacia las 9:45h llegábamos a la parada en la que Google Maps me decía que tenía que bajar, que era justo después de haber cruzado el río. De hecho el hostel estaba muy bien ubicado, en pleno centro de la ciudad y justo en uno de los bordes del río, además en la orilla norte, pues supuestamente la parte norte de la ciudad tiene más cosas que en el sur. En cualquier caso hay puentes por todas partes por lo que cruzar el río no es ningún problema. En cuanto bajé, crucé el puente de nuevo y en menos de 5 minutos ya estaba en la puerta del hostel donde tenía reservada una cama en un dormitorio mix de 25 personas!
En la recepción había bastante movimiento, se veía pues un hostel bastante famoso. Le dije a la chica que tenía la reserva, me pidió el pasaporte, lo confirmó pero me dijo que hasta las 14h la cama no estaría preparada. Ya imaginaba, así que le pregunté si podía hacer tiempo en alguna cocina o zona común del hostel. Me dijo que la cocina la abrían a las 10:30 h, en unos 30 minutos. Así que quedamos que haría tiempo por allí hasta las 10:30h y después bajaría a tomar el café que tanto necesitaba ya dejar la maleta en la sala de maletas. Dejar el equipaje, una ducha y un café era todo lo que necesitaba para dar vueltas por Dublín todo el resto del día.
Y así lo hice. Me quedé fuera media hora, viendo el mal tiempo que hacía, ya las 10:30h bajé, pues la cocina y el comedor estaban en el sótano.
La cocina era muy grande y ya había un montón de café hecho en unos termos, por lo que no tuve que sacar nada de lo mío, sólo cogí una taza y me preparé el café que me tomé en el comedor mientras miraba correos y escribía el periódico desde su móvil.
Supuestamente la maleta la podía dejar en una sala que había habilitada para tal propósito, pero yo no lo entendí y fui directamente a buscar la habitación donde dormiría, pues aunque la cama todavía no estaba preparada la chica ya me había dicho qué cama era la mía. Habitación 9, cama 11. Casualmente la habitación estaba cerca del comedor por lo que fui. Cuando entré me quedé un par de segundos medio paralizado de ver la cantidad de camas, gente y ropa que había por toda la habitación. Efectivamente estaban haciendo las camas por lo que la cantidad de cosas que había en medio del pequeño pasillo que quedaba era brutal. No podía ni andar. Busqué la cama número 11 en medio de todo aquel merdé de literas y dejé la maleta al lado saliendo de la habitación como pude y volviendo hacia el comedor acabarme el café hasta las 12 del mediodía que salí a hacer mi primera vuelta por Dublín. Pasear por primera vez en una nueva ciudad siempre es muy emocionante. No me había podido duchar pero al menos si lavado los dientes y tomado el café, algo que ya me ayudaba mucho a poder salir a tope.
Como he dicho antes, el hostel estaba muy bien ubicado, tanto que una de las visitas que quería hacer la tenía a 50 metros, que era el puente de Ha’penny. De hecho desde la puerta del hostel ya se veía, pues éste quedaba a pocos metros del río Liffey. Por cierto, el nombre de este puente se debe tanto al parecido de su forma al lado de una moneda de medio penique como al peaje (de esa misma cantidad) que se cobraba hasta el año 1.919 para cruzarlo lo. Así que me abrigué bien y caminé hasta el puente, lo crucé pasando a la zona sur de Dublín y caminé unos 5 minutos sin rumbo, disfrutando de aquellas calles medievales tan auténticas y tan bien conservadas hasta que volví a mirar en Google Maps cuál podía ser la siguiente visita.
A pocos metros estaba la estatua de Molly Malone, una estatua de bronce que representa a una pescadera ambulante que murió muy joven en medio de la calle debido a una alta fiebre. La chica caminaba por las complicadas calles del puerto de Dublín empujando una carretilla mientras gritaba: «¡Escopiñas y mejillones vivos!». De todas formas no hay pruebas de que efectivamente Molly Malone hubiera existido en el siglo XVII, tal y como dicen, ni en ninguna otra época.
La estatua es famosa porque Molly Malone es la protagonista de la canción de su mismo nombre o también conocida como Cockles and Mussels (Buchos y mejillones) o por In Dublin’s Fair City (En la Noble Ciudad de Dublín) y en irlandés Mol Ní Mhaoileoin, y que es una canción popular de Irlanda que se ha convertido en el himno no oficial de Dublín. También ha obtenido la condición de himno irlandés. Fue compuesta hacia 1880 por James Yorkston y se ha convertido en una verdadera leyenda urbana.
Cabe decir que en ese momento la estatua estaba en otro lugar, así que el fondo que yo ahora veía no era el mismo que el que se veía por Internet. Ahora está justo enfrente de una iglesia y cuando llegué ya estaba rodeada de gente. Un chico cantaba y tocaba la guitarra justo al lado y la verdad es que cantaba bastante bien. Quizás cantaba Cockels and Mussels.
Estuve unos minutos observando la estatua y esperando a que no hubiera tanta gente delante para hacer alguna foto aunque esto fue difícil, pues todo el rato había algún grupo u otro de personas mirando la estatua . Parecía más famosa de lo que pensaba. De todas formas tanta gente mirando no me gusta por lo que no tardé demasiado rato en marcharme.
Volví a mirar Google Maps y ahora tocaba ir por proximidad a Grafton Street, una calle peatonal y llena de comercios. Una de las calles con más movimiento y personalidad de Dublín, lleno de artistas ambulante, estatuas humanas al estilo Las Ramblas y pubs típicamente irlandeses. De hecho, estos pubs típicos había un montón en cualquier calle. Lo que en España son los típicos bares de barrio o tapas, allí son los pubs irlandeses, con sus puertas de madera roja y cervezas Guiness a partir de las 10 de la mañana. De hecho todo el centro de Dublín me estaba gustando mucho, pues mantenía aún ese encanto irlandés tan único y especial pero muy bien conservado. Pasear por estas calles es ver a Irlanda que siempre te habías imaginado.
Y aquí, como en las Ramblas, músicos en la calle que en muchos casos me parecen mucho mejores que otros mucho más conocidos pero con un estilo musical deplorable.
Y de ahí, aprovechando que me encontraba en uno de los extremos de Grafton Street, fui hacia el Trinity College, la Universidad más antigua de Irlanda y donde se puede entrar en el campus lleno de césped y ver los edificios tan bien conservados. Fundada por la reina Isabel I en 1.952, además de su extenso campus, impresiona por su biblioteca. La sala principal tiene unas estanterías de madera repletas de libros y manuscritos de todas las épocas aunque la joya más preciada del edificio es el Libro de Kells del siglo IX, realizado por monjes celtas y que contiene los 4 Evangelios del Nuevo Testamento . En Europa tenemos patrimonio de hace siglos en medio de las ciudades y en edificios todavía utilizados, algo que no ocurre en todas partes y de lo que creo que no somos del todo conscientes de ello.
De allí decidí ir hasta el City Hall o el Ayuntamiento de Dublín que tenía a unos 500 metros. De vez en cuando caía alguna gota pero no acababa de llover, por lo que podía ir deambulando sin problema. Cuando ya casi llegaba al City Hall, encontré una zona con lugares para sentarme en una calle con bastante movimiento por lo que decidí sentarme y comer el bocadillo que llevaba desde Toronto comprado a un 7-elevan. Eran casi las 13h y ya hacía rato que estaba despierto y que no comía, por lo que ya tenía mucha hambre. Siempre intento aguantar un poco para poder pasear más rato, pues después de comer siempre da un poco más de pereza.
El bocadillo costaba unos 4€ pero lo cierto es que era bastante completo, con más embutido de lo que parecía a simple vista. Me dejó lo suficientemente lleno como para no querer nada más pero no tanto lleno como para no querer andar mas, así que perfecto y seguir caminando en dirección al City Hall.
Al llegar entré para ver la famosa sala de estilo neoclásico que destaca por su cúpula sostenida por 12 columnas y que es bien visible desde fuera pero que por dentro es simplemente impresionante.
A pocos metros del ayuntamiento queda el castillo de Dublín, castillo que también fue residencia real, fortaleza militar y sede del Tribunal de Justicia Irlandés y desde donde los ingleses administraban Irlanda durante su ocupación. Fui hasta el patio sin llegar a entrar, pues se tenía que reservar un tour, pero si contemplándolo desde fuera que ya es interesante ver. Lástima que una parte estaba en obras y quedaba medio tapado por los andamios.
Luego caminé un rato mas, unos 15 minutos, para llegar al Temple Bar. Yo en ese momento todavía pensaba que el Temple Bar era un bar, pero no, Temple Bar es todo un barrio, y de hecho es uno de los barrios con más encanto de todo Dublín, con sus calles empedradas, estrechas, los locales y pubs más clásicos con música en directo hacen que sea una de las zonas más visitadas sobre todo hacia la noche, donde se empieza a llenar de gente toman una cerveza, Guinness por supuesto.
El pub más famoso del barrio y probablemente de todo Dublín está en una de las esquinas de ese barrio y yo pensaba que aquello era Temple Bar, por lo que yo buscaba ese pub cuando seguía las indicaciones de Google Maps. Pero Google Maps me llevó hasta el centro del barrio donde no veía ese pub, por lo que pensaba que las indicaciones de Google Maps estaban mal. Fue más tarde cuando paseando por allí, de casualidad vi el pub que buscaba, pues al final el barrio tampoco es tan grande. Lo que ocurre es que la mayoría de pubs de este barrio son únicos, con su fachada de madera, decoración única y música en directo. Más irlandés imposible.
De allí volví a cruzar el puente, por cierto, pasando casi por delante del hostel, de tan bien situado que estaba, para ir hasta O’Connell Street que es la calle principal de la ciudad. Es una de las avenidas más anchas de Europa y siempre está repleta de gente, ya sea comprando o yendo a trabajar. En la avenida hay varias estatuas importantes, entre ellas destaca la del líder nacionalista Daniel O’Connell, que da nombre a la calle. La Oficina de Correos de 1818 es otro de los lugares que merece la pena ver, aunque el monumento más famoso es The Spire, una aguja de 120 metros de altura que se ve desde toda la avenida. Al ser tan delgada parece más alta de lo que realmente es por lo que la imagen es brutal. Además se ve ya de lejos siendo lo que más destaca de toda la avenida.
Pero antes de llegar a O’Connell Street, pasé por el bar The Church, ¡un bar que está, literalmente, dentro de una iglesia!. Parte de la pared de la iglesia es del bar e incluso tiene mesas fuera, en el jardín de la iglesia a modo de terraza. Es impresionante y está lleno de gente, es decir, no es un museo, sino un bar operativo donde la gente va a comer y beber. A veces crees que ya lo has visto todo en este mundo y te encuentras cosas como ésta que te echan por tierra todos tus esquemas.
Eran las 14:30h aproximadamente cuando iba por O’Connell Street y ya hacía más de 3 que había salido del hostel. Una mañana bien aprovechada teniendo en cuenta que acababa de llegar de Toronto hacía 6 horas sin apenas haber dormido y que éste era mi 88 día de viaje alrededor del mundo.
Decidí ir al hostel un rato a tomar un café, descansar un poco y confirmar que ya tenía la cama lista. Y efectivamente, nada más entrar en la recepción, la chica me avisó para darme la tarjeta magnética que daba acceso al hostel ya explicarme dónde podía leer las normas. Fui hacia la habitación para comprobar que la maleta seguía allí y que la cama estaba hecha, y todo estaba correcto. Fui a la cocina y me tomé otro café mientras miraba algún correo y algo de finanzas. Ya llevaba 3 cafés ese día. Lo que hace tenerlo allí ya hecho y que sólo tenga que pulsar un botón para tenerlo en la taza…
Después de descansar un rato volví a salir para aprovechar el día al máximo. Hay que tener en cuenta que al día siguiente por la tarde ya se marchaba y nunca había estado en Irlanda, por lo que al menos quería ver todo lo posible de Dublín. Volví a ir hacia la estatua de Molly Malone ya que estaba a menos de 5 minutos del hostel y antes casi ni lo había visto de tanta gente que había y de lo rápido que había ido yo para marcharme. Así que volví y ahora sí que estuve unos minutos más observándola bien para poder recordarlo, pues con la visita tan fogás de la mañana incluso se me habría olvidado. Merece la pena dedicar un tiempo a grabar bien los recuerdos a nuestra memoria.
Después, y teniendo en cuenta que quería cenar sobre las 20h y todavía eran las 16h, decidí ir a la Guinness Storehouse, que es la fábrica y almacén de la cervecera Guinness, la más famosa de Irlanda. Su fábrica está bastante cerca del centro de Dublín, a menos de 2 kilómetros, por lo que decidí ir.
Eso sí, el trayecto era bastante más aburrido que pasear por el centro, pues las calles ya no eran igual de interesantes. De camino hacia allí empezó a llover con más fuerza, lo que me hizo poner la capucha y considerar si volver hacia el hostel. Por suerte, al llegar a la fábrica y después de ver un rato todo el edificio, empezó a parar o al menos parecía que no debería ir a más.
El edificio de la Guinness es antiguo, del estilo de los que hay por la zona y con ese aire industrial tan típico. Mantiene su estilo original, pero está totalmente bien conservado. Pero no parece la típica fábrica de cerveza, pues no se ven grandes depósitos antiestéticos por ninguna parte o almacenes industriales, sino un edificio que bien podría ser un edificio de apartamentos, de hecho me recordaba mucho en los edificios de apartamentos de Brooklyn . Así pues, una fábrica con mucho estilo. Incluso una de las partes parecía de estilo medieval.
Mientras volvía hacia el hostel, decidí ir hasta el mar, pues me vino a la cabeza que estaba junto al río y que a la vez estaba casi en su desembocadura, así que decidí ir a dejar la chaqueta en el hostel, pues ya no sólo había parado de llover sino que ya empezaba a tener calor por estar tanto tiempo caminando. Así que en unos 20 minutos llegué al hostel, dejé la chaqueta y seguí andando por la orilla del río en dirección al mar. En ese momento no era consciente de la excursión que me esperaba.
Mirando a Google Maps parecía poco, pero conforme iba caminando iba viendo que estaba más lejos de lo que parecía. De hecho, justo en la desembocadura del río está el puerto de Dublín, pues el crucero que se veía allí todo el rato lo veía igual de pequeño, parecía que no me acercaba. Por lo menos caminar por la orilla del río ya era bastante entretenido en sí mismo, pues había mucha gente sentada en los bancos, haciendo footing o simplemente paseando, pues en Irlanda, a la que deja de llover, la gente lo aprovecha para salir todo lo que puedan.
Conforme me iba acercando decidí que no iría a la desembocadura ya que allí sólo vería el puerto, de hecho probablemente ni siquiera se puede ver la propia desembocadura, así que decidí ir hacia la playa que hasta y todo quedaba un poco más lejos que la desembocadura, pues debía cruzar el río y pasar un poco el punto de la desembocadura para encontrar la playa más cercana.
Cuando llevaba media hora caminando por la orilla del río me di cuenta de que me costaría más de lo que pensaba e incluso consideré volver atrás, pero al haber hecho más de la mitad del camino no pude dejarlo allí. Además hacía mucho viento y por tanto ya no echaba tanto de menos la chaqueta que acababa de dejar. Cuando tocaba el sol hacía calor, pero en la sombra hacía incluso frío, en pleno agosto.
El cansancio ya se notaba y empezaba a hacerse duro. No tabique llevaba más de 5 horas caminando desde que había aterrizado proveniente de Toronto y todo ello se estaba haciendo bastante duro.
Hacia las 17h volvía a tener hambre y ya pensaba más en comer y descansar que en la playa. Quería aguantar hasta las 20h para cenar e acostarse, pero ya veía que probablemente no lo conseguiría. Así que cuando me quedaban unos 15 minutos para llegar a la playa, pasé por delante de un Spar, que en Dublín hay por todas partes, y decidí entrar a ver si había algo para merienda para comer pero sin hartarme como si fuera una cena.
Pero nada más entrar vi una zona donde hacían bocadillos muy currados. Eran muy completos y contundentes y bastante baratos. Uno de 3 pisos con pollo y embutido varia costaba 4€ y además te lo preparaban al momento con el pollo recién hecho, así que pedí uno además de comprar un croissant por 1€. Salí, me senté en una repisa de una pequeña plaza allí mismo, y empecé a comer. El bocadillo estaba realmente muy bueno, era corto pero era tan completo que prácticamente era como una cena. Eso sí, me entró como nunca, pues ya hacía horas que no comía algo tan contundente y más algo dulce como el cruasán.
Acabé bien harto y con más pereza todavía por llegar hasta la playa, pero sólo me quedaban poco más de 10 minutos para llegar y seguro que no volvería atrás. Así que seguí andando como pude adentrándome en barrios más solitarios y, de hecho, incluso me preocupaba un poco ya que llevaba casi 200€ encima. La zona no estaba mal pero había calles que se veían bastante marginales. Por suerte apenas eran las 17h.
Finalmente, sobre las 17:15, por fin llegué a la playa. Era una playa justo al lado del puerto y en una ciudad en la que incluso en pleno agosto hace frío, por lo que la playa estaba vacía, tenía unas grúas como vistas y el agua tampoco se veía excesivamente limpia, es decir , era una playa sin ningún encanto y seguramente poco utilizada. Eso sí, era el mar de Irlanda que veía por primera vez. Así pues, un nuevo mar al que añadir a la lista de visitados aunque no pensaba tocarlo.
Al cabo de 10 minutos de descansar y contemplar el mar de Irlanda, empecé el camino de regreso. Sería largo pero me ahorraría unos minutos ya que en la ida había hecho el camino un poco más largo ya que al principio quería ir hacia la desembocadura. Ahora iría más directo al hostel y por un camino por el que todavía no había ido, aprovechando así el paseo al máximo.
Ya eran las 17:30h y por tanto cada vez se veía más gente por la calle, gente que salía de trabajar o que aprovechaba para ir de compras, en cualquier caso ahora se veía un poco más la vida quotidiana de Dublín, algo que me gusta mucho ver, simplemente cómo vive la gente de la ciudad. Consideré incluso ir en bus pero ya casi que tardaría lo mismo que caminando. Eso sí, me ahorraría la caminata, pero en ese momento esto cada vez me importaba menos.
Fui casi todo el camino por una calle bastante importante aunque no dejaba de ser una calle normal fuera del centro tan bonita y única de Dublín. A pesar de la larga caminata todavía tenía algo de frío si me quedaba quieto, era alucinante el frío que hacía teniendo en cuenta que estábamos a 22 de agosto.
Indo por esa calle llegué hasta O’Connell Street, calle que ya me conocía y que daba al río aunque al otro lado de donde estaba el hostel. Cruzé el puente que ya me conocía tanto y hacia el hostel cuando apenas eran las 18:30h. Llevaba 7 horas andando pero había terminado demasiado pronto. Quisiera haber cenado a las 20h y eran las 18:30h cuando ya hacía rato que hacía la digestión.
Una vez en el hostel fui consciente de que no aguantaría demasiado rato despierto y que ya no volvería a tener hambre para cenar, así que empecé a preparar las cosas, poco, pues no había deshecho nada. Básicamente preparar la ropa para el día siguiente ya que me despertaría pronto y no quería molestar demasiado mientras todo el mundo todavía durmiera. Así que dejé la ropa a ponerme en una bolsa así como el neceser y hacia las 19:30h ya estaba mas que preparado y haciendo tiempo para intentar acostarse lo más tarde posible, o al menos aguantar lo máximo posible para tal de no despertarme a las 3 de la madrugada.
Me tumbé en mi cama en medio de aquellas otras 25 camas mas y ya no tardé demasiado en quedarme dormido, de hecho antes de las 20h ya estaba durmiendo. La verdad es que era una habitación llena de camas pero al menos éstas eran cómodas. No hacía calor y se estaba realmente bien, por lo que entre esto y lo cansado que estaba no me costó nada dormirme.
El día había valido mucho la pena y pese a ser el penúltimo día de viaje y la última ciudad en visitar la había aprovechado muchísimo, tanto como si fuera el primer día. Había caminado casi 30 kilómetros por todo Dublín y había visto más cosas de las que mucha gente ve en una semana. Había conocido por fin a Dublín y me había parecido una ciudad mucho más auténtica de lo que pensaba.
Llegaba así a la última noche del viaje, la noche siguiente ya dormiría en casa. Después de 3 meses, 7 países visitados y habiendo dormido en casi 30 camas distintas, pensar en que ésta era la última noche que pasaría fuera de casa se hacía incluso un poco raro. Estaba a punto de finalizar algo que hacía años que quería hacer y por lo que me había preparado mucho. Ahora tenía una extraña sensación de relajamiento, cierta tristeza y por lo general todo un conjunto de emociones algunas contradictorias con las demás. Me sentía muy orgulloso de haber podido hacer el viaje y al mismo tiempo me daba la sensación de que se acababa lo que tanto me había motivado en los últimos meses. Tenía ganas de volver a casa y ver a la familia pero a la vez quería volver a sentir esa emoción de conocer nuevos lugares cada día.
El despertador me sonó a las 8 de la mañana levantándome sobre las 8:15h. Ese día marchaba hacia Dublín en lo que sería mi última ciudad visitada en esta mi primera vuelta al mundo. El vuelo salía por la tarde pero a las 11 de la mañana tenía que dejar la habitación ya las 14:30h estar en la terminal de autobuses, la misma desde donde el día anterior cogí el bus hacia las cataratas del Niágara , por lo que ya sabía cómo ir.
Primero me preparé un buen y gran café, pues el día anterior no me lo había podido tomar por primera vez en todo el viaje y en mucho tiempo y ya tenía monu. Estuve escribiendo este diario, pasando gastos a Excel, comprobando las copias de seguridad y mirando cómo ir del aeropuerto de Dublín al hostel, que por cierto era un trayecto muy barato y sencillo, probablemente el más barato y sencillo de todo el viaje, pues sólo debería tomar en el mismo aeropuerto un bus de línea de Dublín por 3,30€ que ya me dejaría a 5 minutos andando del hostel.
Hacia las 10h me duché, vestir y acabar de hacer la maleta. A las 10:50h la chica de la casa me picó en la puerta para confirmar que todavía estaba allí y que ya se marchaba, ¡qué presión! Hice las fotos de la habitación ya las 11:10h me despedía de la chica e iba a la entrada de la casa a fumar un piti mientras aprovechaba los últimos minutos conectado a Internet, pues tenía tiempo y quería hacer el máximo de cosas posible antes de irse, y mas con esa buena conexión.
A las 11:30h marchaba definitivamente del patio de la casa e iba hacia la parada del bus, sin haberme recordado de planear el trayecto a Moovit por lo que debería valerme sólo de mi memoria para coger el bus y el metro que debía tomar para ir a la terminal de autobuses. De todas formas, cada vez es más habitual encontrar una red wifi abierta en los aeropuertos aparte de que en principio en Dublín ya podría utilizar el 4G con la tarifa española. Esto sí que sería una gran comodidad.
Al subir al bus le pregunté bien al chófer cómo debía hacer el transbordo en el metro, pues el día anterior tuve que pagar el billete por no saber cómo hacer el transbordo con el billete del bus. Él me dijo que con ese billete de papel que daban ya era suficiente para hacer el transbordo, billete de papel igual al que había tenido el día anterior y con el que no pude. En cualquier caso me dijo que con aquél ya podía y me senté.
Entre mi memoria y Google Maps no tuve problema en bajar a la parada correspondiente, la que quedaba más cerca de la estación de metro de Finch West y que era la que me iba mejor para ir directamente al centro de Toronto. Por cierto, durante el trayecto vi cómo un señor no pagaba el billete, algo que no me esperaba en Toronto. Puede subirse por las puertas traseras, pues hay una máquina para leer los billetes, pero el señor hizo ver que lo pasaba pero no, de hecho no lo hizo ni en el lado de la puerta donde estaba la máquina.
Una vez en la estación de metro de Finch West tuve el mismo problema que la primera vez, no sabía cómo utilizar ese billete de papel del bus para pasar las puertas automáticas de la estación de metro. Además, como el otro día, no había empleado. Pero ese día tenía tiempo por lo que miré bien todas las opciones de las máquinas y esperé un rato, cuando al fin, al cabo de unos 10 minutos, apareció una empleada. Le pregunté y me dijo que sí, que sólo tenía que ir por la puerta automática más cercana a la taquilla. Fui y, sorprendida, la puerta se abría con sólo acercarse, por lo que ya podría haber entrado. Mira si se fían de la gente, que dejan una puerta automática que se abre sólo acercándose a ella y sin ningún empleado vigilante. En fin, en cualquier caso había podido realizar el transbordo correctamente sin tener que volver a pagar.
Bajé al cabo de unos 30 minutos en la estación de St. Patrick, la misma a la que había subido el día anterior para volver al apartamento, por lo que ya me conocía la zona. Primero fui al 7-eleven donde ya había ido también la noche anterior a comprar unos sándwiches de pollo y un bocadillo de embutidos varios por $11,29 (9€). Luego fui al Circle que estaba a 5 minutos de allí. y compré un par de hotdogs por $3,15, muy buen precio teniendo en cuenta la zona. Después ya fui hacia la terminal donde llegué hacia las 13h, pues había sido una hora larga de camino hasta allí más ir de compras al 7-eleven y al Circle.
Allí mismo en la terminal de autobuses me comí los dos hotdogs y el medio bocadillo que me había sobrado de la noche anterior. Con esto ya comí y me quedé esperando allí conectado a la red de la terminal hasta las 14:15h que empezamos a subir al bus. Por cierto, que fuera la terminal, donde me estaba fumando un piti, otro chico se estaba fumando un buen puerro de marihuana. No dejaba de sorprenderme la cantidad de gente que fumaba marihuana por cualquier sitio de la ciudad y el olor que se notaba por todas partes. Por alguien que no está acostumbrado se hace realmente muy raro.
Y muy puntual a las 14:30h, empezábamos el camino hacia el aeropuerto de Hamilton. Bus medio vacío por lo tan un trayecto tranquilo y cómodo. Empezaba el camino hacia el último país a visitar, Irlanda, y que marcaría el final de esta vuelta al mundo. Hasta entonces había podido llegar a todas partes donde tenía planeado y no perderme una sola vez, y todo apuntaba a que todo el viaje sería así. Perfecto.
A las 16:15h llegábamos al aeropuerto de Hamilton, uno de los más pequeños que he visto nunca, y de hecho probablemente el aeropuerto internacional más pequeño que he visto nunca. Sólo tenía 5 o 6 mostradores, un vestíbulo pequeñísimo y dos puertas de embarque. Bien, realmente eran 4 pero cada puerta tenía dos filas, por lo que de puertas reales sólo eran dos. Además, las puertas no daban al lado del avión, sino que daban a un mismo sitio y de allí se tenía que ir andando un buen trecho por medio de la pista hasta llegar al avión.
Y ahí, conectado a la red wifi del aeropuerto, leyendo noticias, mirando correos y contestando a Whatsapp’s mientras esperaba. Fuera hacía aún más calor que en Toronto, aquí parecía que el sol ardía aún más.
Fui a hacer el check-in, como siempre en el mostrador, pues por Internet no me dejaba y allí no había máquinas. De todas formas, Norwegian normalmente obliga a hacer el check-in en el mostrador para pesarte las maletas de cabina y comprobar que no superan los 10 kilos máximos permitidos. Y efectivamente, me pesaron las maletas y efectivamente pesaban más de 10 kilos, concretamente 11,30. Y también como siempre me dijeron que no ocurría nada. Bien, de hecho en este caso me preguntaron si llevaba una chaqueta, pues se trata de ropa que pesa y que normalmente se lleva encima sin computar en el peso total.
Y sobre las 18h fui a fumar el último piti antes de embarcar y ya hacia el control de seguridad, que fue muy rápido porque todo era muy pequeño y había muy poca gente. Como ya era costumbre, y de hecho, como siempre en este viaje, pasé el control sin registro adicional alguno, y eso que todo el equipaje lo llevaba en cabina. La verdad es que se agradece, no tanto por el tiempo que se pierde, sino por lo deshecho que queda después la maleta y lo que me cuesta rehacerla.
Finalmente fui hacia la sala de embarques, y digo sala porque era literalmente una sala con dos puertas que daban directamente a las pistas. Nada más cruzar aquellas puertas debía andar por las señalizaciones adecuadas para llegar a cada uno de los aviones que había esparcidos por allí.
Pero el vuelo se retrasó. A las 19:45h, hora prevista de salida, todavía no habíamos ni embarcado. Además en la sala de embarque hacía un frío horrible. Con el calor que echaba y el frío que hacía dentro, cuánta incongruencia y cuánto gasto energético para pasar frío…
Finalmente, hacia las 20:10h empezamos a embarcar despegando hacia las 20:30h, casi una hora de retraso pero todavía lo suficientemente rápido teniendo en cuenta lo parado que se via todo. En cualquier caso ya era mi penúltimo avión del viaje y ya no le daba ninguna importancia, y más después de constatar que es mucho mejor eso que una cancelación. Además tampoco tenía ninguna prisa, pues la hora prevista de llegada a Dublín era a las 7:30h de la mañana siguiente, demasiado pronto para ir a hacer el check-in al hostel que tenía reservado y para intentar dormir, por lo que de hecho el retraso todavía me iba bien, pues tarde o temprano debería esperar más en algún sitio.
Esta vez me tocó en pasillo, bueno, de hecho la chica que me imprimió la tarjeta de embarque me preguntó si prefería ventana o pasillo. Le dije pasillo y efectivamente. No recordaba ninguna ocasión en la que en una low-cost me hubieran preguntado qué prefería. Así que ya sentado en el asiento 22C nos preparábamos para ir hacia Irlanda. Me tocó junto a una pareja canadiense de esos que se ven muy educados y discretos. De hecho la chica ni bajó el apoyabrazos para no molestar, algo que acabé haciendo yo.
Al cabo de unos 45 minutos del despegue me comí los sandwiches que había comprado en el 7-eleven y los Doritos que todavía tenía de México y que me había comprado Emma. Y después a intentar dormir el máximo de horas posibles de las 7 que duraba el vuelo. Y de hecho, un poco pude dormir, algo que hasta no hacía demasiado era poco habitual pero que cada vez me costaba menos hacer, sobre todo estos días que llevaba tanto cansancio acumulado y algunas noches sin poder dormir 8 horas. Fuera lo que fuera, para mí poder dormir en un avión era una experiencia bastante nueva e inusual, y lo cierto es que era de agradecer.
Una vez mas, y ya eran 6 en este viaje, dejaba un país atrás habiendo vivido experiencias únicas y superado todos los obstáculos, la mayoría pequeños, que me había ido encontrando, algo que llena y ayuda al crecimiento personal de cada uno. Una visita rápida y fugaz a Canadá pero a la vez muy intensa y especial. Parece mentira todo lo que se puede llegar a hacer en tan sólo dos días.
Sólo quedaba un país, una ciudad, un día para finalizar esta mi primera vuelta al mundo de 3 meses que empezaba y terminaba en Barcelona. 3 meses visitando 7 países completamente diferentes uno del otro, conociendo culturas y personas absolutamente diferentes a lo que conocía hasta ahora y que me habían permitido abrir la mente y derribarme unos cuantos prejuicios de los pocos que intento tener. El viaje llegaba a su final y todavía me costaba creer que lo hubiera conseguido con tan pocos obstáculos. Estaba a punto de finalizar lo que sería una de las mejores experiencias de mi vida.
Llegaba el día de uno de los platos fuertes del viaje y el motivo por el que había ido hasta Toronto. Bien, cabe decir que haciendo esta escala, el precio total de los vuelos era más barato que un directo hasta Barcelona, por lo que ya aproveché para ir a ver lo que me había quedado con ganas de ver en el viaje anterior cuando estuve en Nueva York, las cataratas del Niágara.
Había podido reservar el trayecto de ida y vuelta de Toronto a Niágara con la compañía Megabus por $2, pues lo reservé con 3 meses de antelación y pude conseguir esta oferta. El precio normal era de $32. El bus salía a las 10:30h desde la Toronto Coach Terminal que me quedaba a casi una hora y media del apartamento cogiendo bus y metro.
Me desperté a la 1 de la noche después de dormir casi 11 horas de un tirón, pues el día anterior había ido a dormir a las 14h para llevar dos días durmiendo poco y caminando mucho. Sin embargo notaba que aún podría haber dormido un rato más. En cualquier caso no estaba nada mal por ser la primera noche que pasaba en aquella habitación, señal evidente de que era muy cómoda.
Al contrario de lo que me pasa siempre cuando me despierto, ese día ya tenía hambre, pues hacía 24 horas que no comía nada consistente y que además esto consistente había sido un sándwich, así que compré una barra de cereales de las que había en la habitación y que venían por $1. Después quise tomarme un café de la bolsa que había comprado en México para tener café el resto del viaje y que pensaba que era soluble, pero no, sólo estaba molido, por lo que me quedé sin poder tomar un café con lo que me cuesta a mí esto. De hecho era el primer día en todo el viaje y en mucho tiempo, quizás años, que no me tomaba el café de la mañana. Bien, madrugada en este caso, pero en cualquier caso el primer café del día.
Quizás en la cocina habría encontrado una cafetera donde poder moler el café pero teniendo en cuenta la hora que era no quise arriesgarme a despertar a alguien y ser el más maleducado de los ostas. Pero fue duro, muy duro…
Hacia las dos de la noche llegaron una pareja que dormía en una de las habitaciones de al lado y no tuvieron ningún problema en ducharse pese al silencio que ya había en la casa. Diez el ruido que hicieron. Y yo preocupado por no hacer ruido con una cafetera.
Estuve mirando cómo llegar hasta la terminal desde donde salía el bus hacia Niágara pero seguía notando que aún tenía sueño y mes sin haber tomado ningún café, así que, casi a las 4 de la madrugada me tumbé en el cama y me quedé dormido enseguida hasta las 5:30h que me puso el despertador. Si no lo hubiera puesto todavía podría haber dormido mas y eso que ya había dormido un total de 12 horas.
Cuando me desperté ya no tuve que preparar café, ni mirar correos, ni preparar rutas ni nada, por lo que sólo tuve que ducharme y preparar la mochila ya las 6:30h ya estaba lista para salir, pues quería tener tiempo de dar alguna vuelta por Toronto antes de ir hacia Niágara ya que no tendría más tiempo, pues en Niágara me pasaría todo el día y al día siguiente ya me marchaba hacia Dublin.
Nada más salir de la casa y justo allá delante, vi un par de ardillas persiguiéndose y subiendo por los árboles. Supongo que los ciudadanos de Toronto están más que acostumbrados e incluso, quizás un poco hartos, pero a mí ver ardillas me sorprendía mucho por venir de un lugar donde sólo puedes ver alguno si te alejas mucho de la ciudad, por lo que verlos corriendo por medio de Toronto no dejaba de sorprenderme.
El centro de la ciudad quedaba muy lejos, a unos 15 kilómetros del apartamento, pero por suerte sólo tenía que tomar un bus que tenía una parada a 3 minutos andando del apartamento y después un metro que ya me dejaría en el centro de la ciudad. En total tardaría poco más de una hora. Así que fui a la parada a esperar el bus 36 que pasó al cabo de unos 5 minutos. $3,25, 16 paradas y casi 30 minutos después bajaba a la parada de Romfield para andar 5 minutos hasta la parada Finch West del subway o metro como lo conocemos.
Algo que me sorprendió de los buses de Toronto, y supongo que de todo Canadá, es que también se puede entrar por la puerta de atrás y pasar la tarjeta, si ya la tienes, por el lector. No sé si el conductor controla demasiado pero yo vi como un señor que subió por la puerta de atrás hacía ver que pasaba la tarjeta por el lector pero realmente no la pasó y se sentó tan tranquilo. Supongo que en Canadá estos casos son una minoría y por eso está permitido, en otros lugares como en España seguramente se colarían varios meses. Por lo demás el bus era bastante nuevo, estaba muy limpio y en general los pasajeros estaban en silencio.
En principio no tenía que pagar el billete de metro ya que se podía hacer transbordo desde el bus sin pagar mas. El problema era que no sabía cómo iba ni qué hacer para convalidar el billete de bus en el metro.
El billete del bus era de papel pero en el subway debía pasarse una tarjeta por los lectores de las puertas automáticas. Intenté inútilmente pasar el billete de papel del bus por el lector pero evidentemente no lo leía. Miré si había algún empleado y nada, ni empleados ni casi pasajeros. Entonces pensé que quizá en el bus debería haber avisado de que quería hacer el transbordo en el subway y que el chófer debería haberme dado una tarjeta. No estaba seguro pero era muy probable, así que me resigné y volví a pagar $3,25 por un billete nuevo. Ésta es una de esas novatadas que pagas cuando eres por primera vez en una ciudad.
Esperé unos 5 minutos en el andén de la línea 1 en dirección downtown hasta que llegó el metro y bajé al cabo de 16 paradas y unos 40 minutos en la estación de Queen, que era 3 paradas antes de la más cercana a la terminal de autobuses donde debía ir pero así podría ver un poco la zona más cercana al lago Ontario, lago que desde tierra parece un mar de tan grande que es. Es curioso ver playas en una ciudad tan lejana del mar.
La ciudad, evidentemente, tiene bastante tráfico pero sin ser abrumadora y sobre todo se respira una muy buena educación general, también de todos los conductores. Los peatones no gritan y no corren y los coches no pitan, no avanzan de cualquier manera e incluso te dejan pasar aunque estés cruzando fuera del paso de peatones en una calle tipo calle Aragó de Barcelona. Tampoco se ve un colapso de coches como en otras ciudades. No sé, pero parece que se fomenta el uso de otros medios de transporte. Por lo general, Toronto me dio una buena primera impresión.
Pero no llevaba ni 5 minutos andando que ya pensé en comer. De hecho ya hacía horas que debería haber comido un buen bocadillo y el hecho de empezar a andar y ver tiendas de comida hizo que pensara aún más. Lo primero que me vino a la cabeza fue buscar a un 7-eleven como a tantos otros países y que son unos auténticos salvavidas del viajero. Pensaba en comprar un sándwich y comérmelo mientras caminaba por Toronto en dirección al lago Ontario, así que busqué 7-elevens en Google Maps y como era de esperar había uno a tan sólo 400 metros de donde era. Fui directamente y compré un bocadillo de jamón y queso, un bote de Nescafé y una caja de cookies grandes de chocolate, todo por $13,50, unos 10€. Evidentemente unos precios superiores a los de México pero bastante más baratos de lo que pensaba. El dólar canadiense estaba bastante devaluado frente al euro y eso se notaba mucho. En cualquier caso lo importante era que ya tenía mi café favorito y ya no volvería a pasar un solo día sin el café de la mañana.
Y ya mientras me comía el bocadillo fui hacia la calle Yonge Street. Esta es la considerada calle más larga del mundo con nada menos que 56 kilómetros de principio a fin! Evidentemente no tenía la intención de recorrerlo todo sino simplemente verlo y cruzarlo, de hecho sólo lo crucé para llegar a un pequeño puerto que había al otro lado y en el que ya se veía el lago Ontario y las islas de Toronto. La verdad es que es muy curioso todo, pues Toronto parece una ciudad con mar pero no, es un lago, eso sí, tan grande que tiene manzanas e incluso permite que Toronto tenga playas. Alucinante.
Después de pasear un rato por el muelle empecé a andar por una calle en dirección norte para ir hacia la terminal de autobuses desde donde salían hacia Niágara. Desde donde estaban unos 45 minutos de camino que aprovecharía para ver el ambiente de la ciudad. No tenía demasiado más tiempo de hacer nada mas pero de todas formas tampoco quería cansarme demasiado ya que tenía que reservar las fuerzas por lo que faltaba de día que sería bastante duro.
Simplemente pasear por Toronto es ya una experiencia en sí misma, pues la buena educación de la gente y el multiculturalismo de la ciudad son excepcionales. Ningún coche pita, todos dejan pasar, los pasos de peatones siempre son respetados, la gente no llama y de cada dos personas que ves una no es de origen canadiense pero todos conviven en perfecta armonía y respeto. Y ah sí, lo que más me sorprendió es que se puede fumar marihuana por la calle. Lo primero que vi fue el día anterior de camino al apartamento y pensaba que era alguien que lo hacía de estrangios. Pero ese día ya podía ver uno cada 5 minutos, incluso trabajadores frente a su oficina como quien se fuma un pite. Está totalmente aceptado. Incluso en esto se demuestra el respeto y la tolerancia de la sociedad canadiense. Un país ejemplar en muchos aspectos.
Hacia las 9:30h llegaba a la terminal de autobuses. El bus hacia Niágara salía a las 10:30h por lo que todavía tenía una hora de tiempo. Había wifi gratuito en toda la terminal y sillas bien cómodas, así que me esperé allá mientras miraba correos y me comía alguna cookie. Estaban realmente muy buenas esas cookies y eran muy baratas teniendo en cuenta los precios de Canadá.
Estuve enviando algunos Whatsapp’s y leyendo noticias hasta las 10 que fui a la taquilla a preguntar desde dónde saldría el bus que había reservado, pues había unos 10 andenes. Enseñé el billete, la chica lo confirmó y me dijo que en la parada 3 donde ya estaba el bus y bastante gente esperando. Fui y me puse en la cola. Quedaban todavía 30 minutos pero muchos de los pasajeros ya hacía rato que esperaban de pie frente al autobús.
Hacia las 10:15h empezamos a subir ya las 10:30h marchábamos puntualmente hacia Niágara. Ya estaba de camino a las cataratas más famosas del mundo donde llegaríamos al cabo de dos horas.
En el bus también había wifi gratuito por lo que todo el trayecto se me hizo bastante corto.
A mitad del camino pasábamos por el puente que cruza el lago Ontario ya casi en su final pero que permite acortar un tramo del trayecto. Es un pase ver en uno de los lados del puente una inmensidad de agua como si del mar se tratara. Desde ese puente no se veía ninguna isla ni ningún final, sólo agua hasta el horizonte.
Al cabo de las dos horas estipuladas llegábamos al pueblo de Niágara, una aldea muy pequeña y casi fantasma que tiene como único objetivo hacer el transbordo de los buses de larga distancia a los buses locales que acababan de recorrer los 3 kilómetros hasta las cataratas . Yo, como otros muchos, hice esos 3 kilómetros andando. Todo el camino es por la orilla del río Niágara en territorio canadiense pero viendo todo el rato los EE.UU. que quedan justo al otro lado del río. Es un río bastante espectacular por lo escarpados que son sus laterales haciendo que el río quede hundido unos 20 metros. Al menos en ese tramo, era más bien estrecho cosa que hacía que el agua bajara con más fuerza. De hecho, parecía un lugar perfecto para hacer rafting. Los laterales del río están completamente cubiertos de vegetación que unido con lo escarpado del terreno y la fuerza del río lo convierten en una muy buena frontera natural realmente difícil de cruzarla.
El calor era muy intenso y se notaba que el sol ardía. A diferencia de otros lugares, aquí al menos no se notaba tanta humedad por lo que en la sombra estaba bien. En cualquier caso buena parte del camino hasta las cataratas estaba en pleno sol por lo que más vale llevar una botella de agua. Parece mentira como una latitud tan alta como la de Toronto o Niágara puede llegar a hacer tanto calor.
Al cabo de unos 30 minutos andando por el lado del río llegaba al puente más importante que le cruza y da de paso fronterizo para entrar en EEUU. Y allí, sin esperármelo, ya vi la primera cascada, pues está justo al lado de ese puente. Es la más pequeña de las 3 cascadas que hay y está en el lado de EE.UU., pero de todos modos es enorme y el hecho de que quede en el lado de EE.UU. hace que desde el lado canadiense se vea perfectamente y en todo su esplendor . Por fin veía ese espectáculo natural en primera persona ya escasos metros de distancia.
No tenía ni idea de cómo era la zona ni de cómo debían verse las cataratas, por lo que el hecho de poder ver la primera de aquella manera y sin apartarme del camino me sorprendió mucho. Me quedé allí frente a maravillado sin imaginarme que aquello no era nada comparado con lo que me quedaba por ver.
Justo delante de esta primera cascada junto al paso fronterizo y en el lado canadiense, es decir, dónde estaba yo en ese momento, está el pueblo Niagara on the Lake, un pueblo que es como unas Vegas en pequeño. Un pueblo que sólo tiene hoteles y casinos. Y este pueblo es de hecho lo primero que encuentras cuando entras en Canadá por el puente desde EEUU. Y como todos los pueblos tan cerca de una frontera, no es como es por casualidad, pues las leyes sobre el juego canadiense son más laxas que las de EEUU por lo que muchos creen la frontera para ir a jugar a este pueblo.
Seguí caminando sobrepasando la primera cascada que quedaba a mi izquierda y al cabo de 2 minutos ya vi a unos 200 metros las otras dos cascadas, las más grandes.
Por el camino hay varios miradores aunque lo mejor es el último. A mí cualquiera de esos primeros miradores ya me alucinaban sin saber que aún quedaba lo mejor. Ya se escuchaba el fuerte ruido del agua cayendo de las cataratas más grandes y eso que al menos estaba a 150 metros de distancia y pasaban coches por la carretera. Tenía casi frente a la primera cascada ya la vista las otras dos, así que seguí caminando ya con la vista fijada en las cataratas y sin detenerme, pues la emoción ya era demasiado fuerte y tenía muchas ganas de llegar el mes a cerca posible de ese espectáculo.
Pero antes de llegar al punto de la cascada se pasa por la zona de las atracciones turísticas, entre ellas el barco que te lleva hasta escasos 10 metros de la mayor caída de la cascada. Por eso no llegué al mejor mirador, el Table Rock, hasta más tarde, pues el barco era la única actividad que quería hacer seguro. Me parecía algo necesario para poder apreciar bien la magnitud de las cataratas. Así que cuando encontré las taquillas del barco después de preguntar a información ya fui directo sin preguntar el precio. Da igual, costara lo que costara era una experiencia que debía vivir. De hecho, en estas cosas nunca miro el precio, son cosas que valen demasiado la pena vivir y recordar como para decidirlas en función del precio.
El precio final era de $29,30, pues aunque en el cartel ponía $25,95, los precios nunca tienen el IVA incluido. Ésta es una de las diferencias que tenemos con Europa y que tanto agradezco a las autoridades europeas ya que obligaron por ley a que todos los precios mostrados fueran ya el precio final.
Inmediatamente después ya fui hacia el barco. Había mucha gente haciendo cola pero iba muy rápido, pues había más de un barco, al menos 2, y en cada uno entraban decenas de personas. Yo llevaba un impermeable ya que había leído por Internet que te mojabas mucho, pero antes de subir al barco nos dieron uno a cada uno, por lo que entiendo que esto de darlo es bastante reciente y supongo que empezaron a hacerlo después de algunas quejas de clientes que salían con el móvil y las cámaras empapadas de agua.
Primero se debe bajar en ascensor ya que, antes de las cataratas el río queda a pie de calle, pero después de las cataratas el río queda a más de 50 metros por debajo de la calle, así que antes de llegar al barco debe hacer una buena bajada hasta llegar al nivel del río.
Tuve suerte, de hecho mucha suerte, y fui de los primeros en subir al barco, por lo que me pude colocar casi en primera fila de la proa del barco, el mejor sitio para ver de cerca las cataratas. De todas formas siempre está la típica lista que aprovechando que tiene un hijo de 10 años le dice que se coloque en primera fila a pesar de haber llegado después y ella se coloca detrás. En fin, listos hay en todas partes.
Cuando se llenó el barco, en unos 5 minutos, arrancó y fuimos directamente a las cataratas más grandes ya las que aún no había llegado aunque ya las había visto de lejos, pues estábamos a unos 50 o 100 metros. La más pequeña quedaba ya detrás y era la que ya había visto de cerca.
Conforme nos íbamos acercando el ruido que hacía el agua era cada vez más fuerte hasta el punto de que llegaba a ser ensordecedor. Las cataratas se veían cada vez más altas y el agua salpicada, a pesar de estar todavía a unas decenas de metros, ya nos mojaba. Incluso se veía el arco iris de tanta agua que quedaba en suspensión.
Y finalmente, hasta llegar a escasos 10 metros de la caída, todo se veía blanco de tanta agua que se expulsaba, el ruido era brutal, el agua sobre el barco era como si fueran olas gigantes, como si nos echaran cientos de litros de agua por la cabeza. Llegó un punto que ni siquiera veíamos las cataratas de la cantidad de agua que caía sobre el barco y que hacía que simplemente lo viéramos todo blanco. Esto sumado al ruido tan fuerte, realmente daba incluso miedo, al menos un respeto enorme y confianza total en que el piloto del barco sabía bien lo que hacía y hasta dónde se podía acercar, pues por momentos parecía que estábamos justo bajo la caída de agua. Fue una de las experiencias más inolvidables de mi vida, aunque ya llevaba unas cuantas, pero ésta por ser absolutamente nueva y diferente.
Estuvimos allí frente a parados sintiendo la presión de la columna de agua unos 4 o 5 minutos del que la mitad me los pasé grabando y la otra mitad observando, pues también debemos disfrutar de estos espectáculos sin una cámara delante. Mientras todo el mundo gritaba yo me quedaba embobado ante aquella monstruosidad de cascada. Hay que tener en cuenta que tiene unos 60 metros de alto y más de 100 de ancho, por lo que caen toneladas de agua por segundo.
Al cabo de estos 5 minutos el piloto dio media vuelta e hizo el trayecto hacia atrás recorriendo toda la cascada, ya que esta tiene forma de herradura, y hasta llegar a la primera y más pequeña cascada, más allá del muelle, todo y que de pequeña no tiene nada. Ésta es la que ya había visto desde los diferentes miradores que hay hasta llegar a la zona donde se concentran la mayoría de atracciones turísticas. El barco llega hasta casi debajo del puente que cruza en EEUU y ya vuelve hacia el muelle. La duración total del trayecto es de unos 20 o 25 minutos que son muy intensos. Y aunque parezca poco, es más que suficiente, pues más rato ya no se aguantaría debido al remojón, el ruido e incluso la presión que se siente tan cerca de la caída del agua. Se podría decir que el mero hecho de acercarse a ella para mirar ya cansa físicamente.
Después de esta impresionante actividad seguí río arriba para llegar hasta el considerado mejor mirador del lado canadiense, el mirador de Table Rock. Y efectivamente es el mejor, pues está justo a uno de los lado de la cascada más grande, por lo que tienes la caída de agua literalmente junto a la mano, de hecho el río toca la pared del mirador, pared que no tiene ni dos palmos de ancho. No imaginaba que así fuera, poder ver el inicio de la cascada a, literalmente, 30 centímetros de distancia. Lo cierto es que esto no me lo esperaba y realmente me emocionó mucho. Pensaba que habría alguna distancia de seguridad con las cataratas y el río pero no, la cascada puede tocarse con la mano. Es una pasada.
Este mirador es muy largo, de hecho podría decirse que desde la zona de las atracciones hasta la cascada, a unos 200 metros, todo es mirador, que va siendo cada vez más espectacular conforme te vas acercando a la cascada hasta llegar al punto culminando cuando te encuentras con que tienes la cascada a tocar. Eran casi las 15h cuando llegaba al mirador y estuve allí una hora, pues era difícil cansarse de ver aquel espectáculo de tan cerca.
Después de pasearme varias veces por todo a lo largo del mirador, descansé unos 10 minutos, pues ya llevaba casi 4 horas de pie y casi todo el rato andando. Me senté en unos bancos que quedaban a unos 15 metros de la mayor caída de la cascada y todavía me llegaban las chispas de agua expulsadas por la cascada y que ayudaban a refrescar un poco el ambiente. de hecho se notaba cómo allá al lado la temperatura era un poco más baja.
Hay un par de restaurantes y varios puestos ambulante de perritos calientes y otras cosas, aunque los precios, como es de suponer, son bastante caros. Mucha gente almorzaba allí o iba al pueblo que quedaba a 100 metros y donde había más restaurantes y sobre todo casinos. Yo evidentemente no me gasté 7€ en un perrito sino que ya había comido un poco antes y comería un poco más después, todo ello vigilando de no llenarme demasiado y quedarme dormido a medio camino, pues todavía tenía que volver al pueblo de Niágara desde donde saldría el bus, a 3 kilómetros y medio de donde estaba.
Así pues, hacia las 16:30h empecé a echar de nuevo hacia el pueblo de Niágara donde tenía que coger el bus a las 19h. En ese momento aún no lo sabía pero acabaría viendo el remolio del río que se encuentra en un meandro a unos 4 kilómetros de las cataratas y ya pasado el pueblo de Niágara. En ese momento todavía no lo sabía porque pensaba que estaba aún más arriba de las cataratas, pero no, estaba más abajo, de hecho antes llegaría al pueblo que al remolino.
Fue cuando ya caminaba hacia el pueblo cuando pensé, miré a Google Maps y vi que el remolino estaba en la dirección a la que tenía que ir, a un kilómetro y medio pasado el pueblo, por lo que ahora caminaría los 3 kilómetros hasta el pueblo más ese kilómetro y medio hasta el remolino. Más de una hora caminando desde las cataratas y teniendo en cuenta el cansancio que ya llevaba encima. No está mal.
Antes pero entré un poco en el pueblo Niágara on the Lake, que es lo que hay junto a las cataratas y que parece las Vegas, para ver un poco cómo era. Pero para entrar había que subir una calle de unos 200 metros de largo y una pendiente continuada de al menos el 15%, por lo que cuando llegué al final estaba tan cansado que ya no tuve ganas de pasearlo más, y más aún pensando que todavía me quedaban los más de 3 kilómetros hasta llegar al bus o los casi 5 hasta el remolino. Encontré una fuente donde aproveché para beber unos 3 litros de agua de un tirón, llenar la botella que llevaba y sentarme un rato en un banco que había allí al lado ya la sombra.
Descancé unos minutos y volví atrás calle abajo para empezar el camino de regreso con la intención de llegar hasta el remolino. El calor seguía siendo muy intenso y ahora ya no tenía la fuerza de las cataratas para apaciguarlo un poco. Ahora ya estaba muy cansado y ya no tenía la emoción de la mañana para ver las cataratas, por lo que el camino de vuelta se hizo mucho más duro que el de la ida.
Hacia las 17:20h llegaba a Niágara desde donde cogería el bus para volver a Toronto pero en este caso seguí caminando un kilómetro más río abajo hasta llegar al remolino hacia las 17:40h. Aparte del remolino también se encuentra el conocido teleférico construido por un arquitecto español, de hecho en Google Maps aparece como Spanih AeroCar, y que cruza el río Niágara justo por encima del remolino.
A simple vista el remolino no era tanto como esperaba. Si que hace gracia, pues se da en un meandro muy marcado y que se ve perfectamente, pero el remolino en sí no se ve demasiado grande. Pero eso es lo que se ve, porque realmente ese remolino mueve en un segundo tanta agua como hay en una piscina olímpica. Por lo que se ve éste es uno de los remolinos más fuertes y con más agua del mundo. Que desde la superficie sólo se vea algo de agua dando vueltas sin representar ningún peligro no significa que la cantidad de agua que se está moviendo por debajo sea enorme. De hecho justo cuando estaba mirando el remolino pasó un barco justo por su lado de tal modo que pudiera seguir río abajo sin ser desviado por el remolino.
Estuve unos 10 minutos observando el paisaje hasta que volví hacia la terminal de autobuses donde llegué al cabo de casi media hora más, hacia las 18:15h y después de llevar andando bien 5 horas. Por el camino vi otro puente que daba de paso fronterizo y poco más. La verdad es que toda esa zona está bastante desierta sólo con algún hotel y el pueblo fantasma de Niágara. Allí esperé conectado al wifi de la terminal, mucho más pequeña que la de Toronto, y aprovechando que había una fuente con agua bien fría pues ya me había terminado los 2 litros de agua que llevaba. Había hecho mucho calor todo el día y tanto andar hacía que no pudiera parar de ver agua, de todos modos no sudaba tanto como en otros lugares supongo que debido a que el clima es más seco, y una vez en la sombra o cuando hace algo de viento baja mucho la temperatura.
Hacia las 19:15h vi que venía y se paraba allí un autobús de Coachtoronto, por lo que no le hice caso, pues yo iba supuestamente con Megabus, pero ya casi a las 19:30h fui al aparcamiento y vi que en ese bus de Coachtoronto ya había un montón de gente haciendo cola. Pregunté a la taquillera y me dijo que sí, que ese bus era de Megabus pero que ahora vendría otro porque en aquél no cabríamos todos. Fantástico, casi una hora esperando sentado y ahora debería esperar al siguiente porque no me había puesto en la cola cuando tocaba.
Aquel primer autocar salió bastante puntual pero el siguiente no llegó hasta las 19:45h y no salía hasta las 20h, de momento 30 minutos de retraso. Mientras esperaba allí de pie, esa casi media hora, me vino la cabeza de mirar cómo ir hasta el aeropuerto de Hamilton, pues al día siguiente tenía el vuelo a Dublin desde ese aeropuerto a varios kilómetros de Toronto, siendo el aeropuerto low-cost de esta ciudad pero a la vez quedando bastante lejos. Y suerte que lo miré, pues vi que está a casi dos horas en autocar directo desde Toronto y que en transporte público deberían coger 4 buses regulares diferentes y andar 40 minutos haciendo un total de casi 4 horas de trayecto . Casi nada.
Entonces busqué opciones de autocares que hicieran el trayecto de Toronto a Hamilton directamente como el de Megabus con el que había ido hasta Niágara. El de Megabus costaba $21 y salía a las 14:30 h. Había otra compañía, Busbud, que era más barata, $9, pero no llegaba hasta el mismo aeropuerto y salía sobre las 10 o 11 de la mañana, demasiado pronto ya que esta noche iría a dormir tarde y al día siguiente tenía el vuelo a las 19:45 h. Así que no tardé demasiado en decidirme por Megabus a pesar de ser la opción más cara, y como ya era usuario, allí mismo mientras esperaba en la cola, hice la reserva. Seleccioné el autocar del día siguiente a las 14:30h con llegada a las 16:15h en el aeropuerto de Hamilton. El precio final con tasas y comisiones fue de $25, unos 18€, y todavía bastante bien encontrado y bastante barato teniendo en cuenta lo tarde que era y la poca idea que tenía de dónde era realmente este aeropuerto y lo complicado que era llegar -ahí. Si me lo hubiera mirado el mismo día que me miré como ir a Niágara, seguramente me habría salido mucho más barato. Realmente no me imaginaba que Hamilton estuviera tan lejos de Toronto y que fuera tan complicado, o caro, llegar.
Y por fin, sobre las 20h salíamos hacia Toronto ya haciéndose de noche y muy cansado. En el autocar estuve básicamente sin hacer nada, sólo sentado medio dormiteando y mirando por la ventana. De hecho ver nuevos paisajes y ciudades aunque sea de paso es algo que me gusta mucho. Hacia las 21:45h llegábamos a la terminal de Toronto después de estar dando vueltas por dentro de Toronto casi 20 minutos, pues es una ciudad muy grande ya esa hora el tráfico era intenso haciendo que todo fuese bastante lento.
Al llegar tuve que comprar la cena, pues sólo había comprado por la mañana un bote de pasta deshidratada y quería comprar algo más de segundo plato. Además quería comprar más pasta, por lo que primero fui al Circle que había visto cerca de la terminal a ver si era más barato que el 7-elevan. Los precios estaban bien e incluso tenían una oferta de dos hotdogs por 2,50, que después de impuestos se quedaban en $3,15, pero no tenían ni pasta ni nada más, sólo bolsas de patatas, por lo que decidí finalmente ir al 7-elevan que quedaba a dos calles y ahí comprarlo todo.
Finalmente compré una bolsa mas de pasta deshidratada y un bocadillo similar al de la mañana pero con salami y otras cosas, todo ello unos $8. Qué diferencia con lo que comía en México…
Y ahora empezaba el camino de regreso desde el centro de Toronto al apartamento que tampoco era corto, concretamente una hora y cuarto mes de camino en metro y bus. Ya estaba oscuro e iba un poco más perdido por las calles de Toronto que por la mañana, pero con el móvil en la mano todo es posible. Primero fui a la parada de St. Patrick que quedaba a unos 5 minutos andando del 7-elevan y donde cogí el metro durante unos 40 minutos hasta la estación de Finch West. Eran mas de las 22h y el metro estaba bastante vacío pero a diferencia de otras grandes ciudades, aquí no se tenía que tener ningún miedo a cruzarte con algún tarado. Toronto tiene fama, y así me lo pareció, de ser una ciudad muy segura.
Una vez en Finch West cogí el bus número 36 que ya me dejaría al cabo de 16 paradas y casi media hora más a 5 minutos andando del apartamento. El billete quedaba convalidado por lo que sólo pagué $3,25 por todo el trayecto. Pese a ser las 23h ya diferencia del metro, el bus iba muy lleno. De hecho estaba completamente lleno de gente sentada y de pie. A mí me tocó ir de pie por lo que el trayecto se hizo más largo que el de la ida. De todas formas para mí no era un trayecto normal como lo era para los demás pasajeros, pues para mí todo aquello era una novedad y lo gozaba a diferencia de los demás por quienes aquello era seguramente una rutina. Para mí todo era nuevo y por tan emocionante. Además me gusta mucho ver la vida cotidiana de la gente, y la vuelta a casa después de un día de trabajo es algo muy cotidiano.
Hacia las 23:15h, después de 18 horas de salir, llegaba al apartamento. Primero había considerado tomar un café, pero finalmente opté por pasar algunas fotos en el portátil, hacer la copia de seguridad aprovechando la fibra óptica del apartamento e ir ya a cenar. Me comí el bote y el paquete de pasta deshidratada y medio bocadillo, pues finalmente resultó ser demasiado. Al día siguiente por la tarde se marchaba hacia la última parada de la vuelta al mundo, Dublín, por lo que hice lo que ya podía hacer de la maleta dejando fuera sólo lo que necesitaría al día siguiente por la mañana antes de marcharme. Y hacia las 12:30h de la noche iba a dormir habiendo hecho ya uno de los platos fuertes del viaje y siendo además mejor de lo que me esperaba. Un día muy aprovechado y bastante cansado que me permitió dormir de un tirón.
Éste era uno de esos día que iba a dormir muy satisfecho y contento por haber conseguido que todo fuera tal como tenía pensado e incluso mejor, habiendo visto un espectáculo natural como pocos hay en el mundo y de tan cerca había dejado muy impresionado. Además, había podido ver un poco una ciudad extraordinaria por su diversidad, tolerancia, amabilidad y seguridad moviéndome por ella como un local más. Un gran día. Ya sólo quedaban dos noches para terminar el viaje y el balance no podía ser más positivo. Ese día iba a dormir muy satisfecho de todo lo que ya había logrado.
A las 6:30h hora local aterrizábamos en Toronto, siendo ésta mi primera visita a Canadá. Extrañamente, durante el vuelo había podido dormir bastante, quizás casi 3 horas. Y digo extrañamente porque a mí me cuesta mucho dormir en buses, trenes y aviones. De hecho me despertó el golpe del avión al tocar tierra sin haber podido disfrutar de las vistas de Toronto durante el acercamiento. Por lo menos esto me permitiría poder llegar al apartamento bastante bien y aguantar buena parte del día sin trastocar demasiado el horario. Hay que tener en cuenta que al día siguiente iba a las cataratas del Niágara y por tanto tenía que vigilar al no dormirme en cualquier momento.
En el control de aduanas apenas había gente, además ya tenía el eTA hecho por lo que todo el proceso por inmigración es más rápido ya que la mitad del trabajo lo hace uno mismo en una máquina. Así pues, después de introducir todos los datos y contestar a las preguntas en la máquina, sólo tuve que hacer dos minutos de cola y ya me atendió un agente. Al contrario de lo que pensaba, el control del agente fue de los más complicados que recuerdo, más que en EE.UU. De hecho, en cierto momento tuve dudas de que me dejara entrar en Canadá. Me preguntó de dónde estaba, de dónde venía, qué equipaje llevaba, qué haría en Canadá y algunas preguntas más que se alargaron más de 5 minutos. Puede no parecer demasiado, pero cuando estás acostumbrado a pasar estos controles en 1 minuto y con dos preguntas, esto se hace muy largo, y más cuando piensas que puede que tengas que volver atrás.
De hecho ésta era la primera vez que en cierto momento temía que no me dejaran entrar en el país. En las más de 20 ocasiones anteriores nunca había tenido la sensación ni había sufrido para que me denegaran la entrada a un país, jefe. Pero ahora, a media entrevista pasé de contestar con la rutina que se contestan siempre estas preguntas a prestar más atención al agente y contestar lo mejor posible, pues su cara y la cantidad de información que quería eran realmente preocupantes. Además iba mirando una y otra vez todos los sellos que había en el pasaporte, no sé si buscando el de algún país en concreto o mirándolos uno por uno, pero en cualquier caso los revisó los 3 o 4 veces.
Creo que lo que no le hacía demasiada gracia era que hubiera pasado por tantos países antes de llegar allí, pues me preguntaba mucho por los motivos de ir a este u otro país. Yo intentaba dejarle claro que era una vuelta al mundo de 3 meses y que por tanto todas aquellas visitas eran normales. En cualquier caso por primera vez en la vida tuve esa sensación que mucha gente tiene pero que para ciertos privilegiados es algo impensable, como puede ser el miedo a que te denieguen la entrada a un país.
Finalmente el agente, que por cierto era un armario, selló el pasaporte primero sin decir nada, yo respiré profundamente, él dijo «welcome», me devolvió el pasaporte y por fin entré en Canadá sin más problemas.
Una vez en la terminal quería cambiar algo de dinero en efectivo para tener dólares canadienses en monedas para poder subir al bus ya que sólo aceptan monedas y no dan cambio. Aún me quedaban ringidos de Malasia por valor de unos 40€ por lo que intentaría cambiarlos.
Busqué por toda la terminal y sólo había una casa de cambio por lo que, evidentemente, sería cara. La verdad es que por ser el aeropuerto de Toronto me pareció bastante pequeño. Y efectivamente, el tipo de cambio era bastante malo y además tenía una comisión de $3,50. Sin embargo decidí cambiarlos porque sino ya no sabía que acabaría haciendo con los ringgits, mejor eso que que me los acabara quedando. Me dio $44,75 canadienses cuando sin comisión y al cambio real habrían sido $57. Toma ya, $12 menos por la cara.
Previamente había sacado $40 dólares de un cajero con la tarjeta de Bnext pagando una comisión de $3 que en principio Bnext debería devolverme para ser justamente ésta una de sus ventajas. Por tanto, ya tenía casi $85, suficientes para pasar los 3 días previstos en Canadá y poder pagar las atracciones de las cataratas del Niágara. Hay que tener en cuenta que el alojamiento y algún transporte ya los tenía pagados.
Llegaba ya el momento de ir a buscar el bus, una de las cosas que no tenía nada claras que fuera bien, pues por Internet había encontrado poca información, parecía que eran bastante caros, no daban cambio y la combinación hasta el habitación que tenía reservada no era demasiado buena. De hecho, si los cogía tal y como había visto, podría tardar una hora en llegar al apartamento mientras que caminando serían unas dos y media. Me conecté al WIFI del aeropuerto y busqué a Moovit. Debería coger 3 buses pero de compañías diferentes, por lo que debería comprar al menos 2 billetes que ya serían unos $7, por lo que no me llegaba, es decir, debería pagar con un billete de $20 y sin cambio. Entre esto y que en bus tardaría 1 hora y media y caminando dos y media, decidí ir andando y así ya ver algo de Toronto aunque fueran las afueras, pues no tendría demasiado más tiempo para ver la ciudad y todo lo que pudiera aprovechar sería bienvenido. Estas cosas no las puede hacer todo el mundo pero es que a mí me gusta andar por las ciudades nuevas, sobre todo si es la primera visita que hago, y superar este tipo de retos, pues andar algo más de 10 kilómetros con la maleta es ya un reto en sí mismo.
Así que sin pensármelo demasiado rato mas, pues podría acabar por no hacerlo, miré la ruta a pie en Google Maps y empecé a andar. Cabe decir que lo hice porque no hacía calor, pues todavía no eran ni las 8 de la mañana, sino no lo habría hecho. Puede parecer que Toronto es una ciudad más fresquita por estar tanto en el norte, pero en verano hace más calor que en Barcelona.
Como era de esperar, salir del aeropuerto fue complicado y largo, pues acabas dando un montón de vueltas para salvar los aparcamientos, terminales y pistas. Estuve 15 minutos andando para pisar calle normal. Eso sí, el aeropuerto está a las afueras de Toronto pero muy cerca de la ciudad, por lo que nada más salir del aeropuerto ya estaba en un polígono industrial de la propia ciudad.
La primera mitad del camino no tenía demasiada gracia, pues sólo había naves industriales, carreteras tipo rondas y algún río. Al menos el camino podía hacerse a pie sin demasiadas dificultades ya que prácticamente en todas partes había acera o al menos un espacio en el arcén de la carretera. Y eso que puede parecer una tontería, no lo es en absoluto, pues en alguno de estos trayectos he tenido que andar kilómetros a un palmo del paso de coches y camiones. Por lo menos aquí la seguridad era buena y no sufría por un posible atropello. De vez en cuando veía alguna ardilla que me hizo bastante gracia ya que no me esperaba ver, y tantos. De hecho, en algún tramo se me cruzaban continuamente.
La segunda mitad del trayecto hasta el apartamento era más entretenida al pasar por barrios más residenciales, ver más gente, más tiendas y en general más ambiente de ciudad aunque a la vez también avanzaba el día por lo que poco a poco iba aumentando el calor. Al calor se sumaba el cansancio de llevar una hora y media caminando cargando la maleta. Además empezaba a tener sed y no encontraba ni fuentes ni sitios donde comprar agua. En cualquier caso, ya me esperaba que algún momento del camino fuera duro.
En este trayecto ya pude ver una de las características que hacen de Toronto una ciudad única en el mundo, su multiculturalismo, pues la mitad de la población no es de origen canadiense. De hecho, en algunas calles parecían todos extranjeros. Pero a diferencia de la inmigración en otras ciudades donde suele ser mas marginada, aquí la inmigración se ve como totalmente necesaria y por tan muy fomentada y cuidada, de hecho muchos de los inmigrantes son ingenieros o trabajan en sectores con sueldos muy altos y todo el mundo, sea de donde sea, está totalmente integrado. No hay guetos ni problemas entre distintas nacionalidades. La armonía, la buena educación y la amabilidad se respiran en toda la ciudad. De hecho, una de las primeras cosas que notas cuando estás en Toronto por primera vez, es que a pesar de ser una gran ciudad con bastante tráfico, los coches siempre se detienen si ven a alguien con intención de cruzar la calle, aunque lo haga por donde no hay peatones. Es realmente asombroso ver cómo a 15 metros ya empiezan a frenar antes incluso de que hayas empezado a cruzar.
Durante la segunda mitad del camino, entre el cansancio y el calor que era cada vez más insoportable, fui haciendo varias paradas para descansar por lo que las dos horas y media que debía durar todo el camino acabarían convirtiéndose en 3. De todas formas tenía tiempo, pues teóricamente hasta las 14h la habitación no estaría preparada, y apenas eran las 10:30h. De todas formas ya había enviado un correo a los de la casa para preguntarles si podía entrar antes, contestando que probablemente a las 12:30h ya podría.
Cuando quedaban unos 20 minutos por llegar ya se me hacía realmente difícil continuar y no podía evitar sentarse un rato en cada banco que encontraba. Además el tramo final transcurría por una calle larguísima que encima provocaba una sensación de trayecto más largo, pues caminaba y anda y aquella calle no se acababa nunca. Por cierto, andando por esta calle me vino un olor muy fuerte de marihuana que venía de un chico que estaba fumando en el jardín de su casa. En ese momento me sorprendió cómo podía fumar aquello con el olor que estaba dejando a mitad de calle, aunque después pude comprobar que fumar marihuana en Canadá es legal y que son unos cuantos los que van fumando por cualquier parte de la ciudad .
Finalmente, sobre las 11:30h y cuando ya hacía 3 horas y media que había salido del aeropuerto, llegaba a la casa donde había reservado la habitación y que encontré sin ningún problema, pues en la reserva venían las coordenadas GPS que junto a Google Maps me dejaron justo en la puerta de la casa.
El check-in estaba en lea 14h pero ya les había enviado un email el día anterior para preguntar si podría entrar antes, respondiéndome que probablemente a las 12:30h la habitación ya estaría preparada, así que aproveché hora que quedaba por ir a dar un primer paseo por el barrio para ver cómo era y dónde había tiendas de comida u otros servicios interesantes.
Era un barrio residencial y bastante nuevo con casas unifamiliares típicas americanas con su jardín y coche en la puerta. Y sin cierre en el jardín, que es algo que siempre me ha extrañado mucho. Era muy tranquilo y totalmente seguro como, supongo, en todo el resto de Canadá. Los coches te dejaban pasar y los vecinos te saludaban. Un buen sitio para vivir.
Vi una escuela y fui para mirar si había una fuente. Esto es algo que siempre hago ya que es muy habitual que donde puedan haber niños, como una escuela o un parque, también haya una fuente de agua potable. ¡Y bingo! Justo en frente de la escuela había un parque con una fuente. Había estado caminando durante 11 kilómetros sin encontrar ninguna fuente, y ahora, justo al lado de donde dormiría y siguiendo mi instinto de bnuscar escuelas o parques infantiles, por fin encontraba una. Vi 1 litro de agua sin parar y me limpié un poco la cara y los brazos. Me senté en un banco del parque unos 5 minutos y como nuevo, casi. En cualquier caso mucho mejor que antes y mas presentable para entrar en la casa sin parecer un vagabundo.
Alguien podría preguntarse por qué no compré agua por el camino si tanta sed tenía. Pues por varios motivos, aunque hay uno que siempre prevalece: Evitar gastos innecesarios. Es simplemente así como puedo estar viajando durante 3 meses dando la vuelta al mundo y visitando 7 países, algunos de ellos de los más caros del mundo. Y alguien podría preguntarse: «¿Pero comprar agua es un gasto innecesario?» Pues dicho así no, pero si tenemos en cuenta que a lo sumo a las 12:30h ya podría beber tanta agua como quisiera en la casa donde tenía la habitación reservada, entonces si que comprar agua habría sido un gasto innecesario. De todas formas, tampoco encontré ninguna tienda abierta por el camino donde poder comprar agua. Algunas estaban cerradas por la hora y otras eran tipo centro comercial donde no quería entrar con la maleta sólo para buscar una botella de agua. En cualquier caso, al final acabé encontrando agua antes de lo que pensaba.
Hacia las 12h fui hacia el apartamento ya sabiendo que todavía era demasiado pronto, pero prefería esperarme por ahí que seguir dando vueltas, pues el cansancio ya era absoluto y el calor bastante insoportable. Al menos aquí no había tanta humedad como en Tailandia por lo que en la sombra todavía estaba bien. Eso sí, el sol picaba mucho.
Cuando llegué a la puerta de la casa, justo salía un chico chino que me preguntó qué quería. Le dije que tenía una reserva y le enseñé el comprobante. Me dijo que sí pero que la entrada era a partir de las 14h. Le dije que había quedado con alguien por las 12:30h y después de hacer una llamada lo confirmó y me dijo que pasara adentro donde podría esperar en la sala de estar. El chico era muy simpático y atento.
Pocas veces alquilo una habitación privada, normalmente o apartamento enteros u hoteles, pero en este caso la casa me pareció bastante bien, con suficiente privacidad y sobre todo un buen precio teniendo en cuenta la zona, pues los precios de los hoteles en Toronto son demasiado caros. Eso sí, el barrio quedaba lejos del centro aunque por precio seguía saliendo mejor incluso contando el precio de los trayectos de ida y vuelta hasta el centro.
La casa tenía dos plantas. en la planta baja estaba la cocina, el comedor, una sala con lavadoras y una habitación. Y en el piso de arriba, 4 habitaciones y un baño, entre ellas la mía. El chico me enseñó por encima dónde estaban las cosas y la contraseña del WIFI antes de seguir limpiando sábanas. Me senté en una silla del comedor, me preparé un café en la cocina y en taza normal, saqué el portátil y me conecté a Internet.
La conexión iba rapidísima, sin duda la más rápida que había encontrado en todo el viaje. Por lo menos era fibra a 50 mb/s que por ser una casa vacacional es mucho. Así que aproveché para subir algunos archivos que no estaba seguro si se habían subido bien. Se subieron en un momento. Las copias de seguridad que en otros sitios tardaban horas en subirse, ahora no habían tardado ni 5 minutos. Aproveché para escribir el diario e introducir gastos en Excel del viaje mientras me tomaba el café hasta las 12:20h que el chico bajó para decirme que la habitación ya estaba lista. ¡Qué rápido! Me terminé el café, el chico me dio las llaves y subí con todo el equipaje a la segunda planta donde estaba mi habitación, la 5.
La habitación tenía una cama de matrimonio, una silla y una pequeña mesa, demasiado baja como para hacer de escritorio. Por suerte sólo estaría dos noches por lo que tampoco le echaría demasiado de menos. Tenía una ventana encarada al centro de Toronto por lo que tenía unas buenas vistas, al menos las mejores de la casa. El baño estaba justo al lado y era compartido por 3 habitaciones más. Se veía todo muy nuevo, limpio y otros educados y silenciosos.
Dejé las cosas, saqué lo básico, como portátil, cargadores, neceser, etc. y estuve una hora mirando rutas, haciendo copias y algo más mientras pensaba si saldría o no. Pero hacia las 14h vi que estaba ya muy cansado y que tenía mucho sueño, por lo que decidí ir a dormir, pues estaba seguro de que dormiría 12 horas y me despertaría al día siguiente de madrugada para tener algo de tiempo hasta hacia las 5 o 6 de la mañana que quería marcharse para poder ver un poco a Toronto antes de estar a las 10:30h en la terminal de autobuses donde ya tenía el billete de bus reservado para ir hacia Niágara. Había que tener en cuenta que esa noche había dormido muy poco, mal y encima había caminado más de 3 horas, por lo que el agotamiento era considerable.
Así que a las 14h me estiré. La cama era muy cómoda, se notaba que era un buen colchón, ya diferencia de la temperatura exterior, en la habitación no hacía nada de calor, de hecho todo lo contrario, incluso hacía algo de fresquito que te obligaba a taparte y así incluso dormir mejor. Lo malo, como siempre, es que fuera de España no existen las persianas por lo que por la mañana se vería un poco la luz del sol a través de las cortinas que no eran del todo opacas. En cualquier caso un muy buen sitio para dormir, fresquito, cómodo y muy silencioso, incluso en pleno día como que eran las dos del mediodía.
No hacía ni siquiera 24 horas que todavía estaba en México sin saber dónde estaría al día siguiente ni cómo acabaría de dar la vuelta al mundo. Pero finalmente todo había ido perfectamente bien y ahora estaba por fin en Canadá por primera vez ya punto de acostarse en una habitación comodísima en una casa nueva en un barrio residencial de Toronto, una de las ciudades más inclusivas del mundo. Quien lo habría dicho en el momento en que me comunicaron que el vuelo estaba cancelado.
Y en menos de 24 horas más, estaría admirando las cascadas más famosas del mundo. La verdad es que estaba algo nervioso de tantas ganas que tenía ya de verlas.
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