Dormí de puta madre, de hecho podría decir que dormí mejor que cualquiera de las noches en Koh Samui, último lugar que visité de Tailandia, donde el calor y el ruido me acababan despertando siempre. Aquí en el tren, al contrario de lo que me esperaba, no hacía ningún calor, de hecho durante la noche me tapé un poco con la manta que facilitaban, algo totalmente inédito en Tailandia. Nadie del vagón hizo demasiado ruido ni por la noche ni por la mañana, pues cuando yo me levanté a las 10:30h ya había mucha gente despierta, incluida la pareja que había subido a la misma estación que yo y que la chica va dormir sobre mí y el chico al lado. Ambos ya estaban sentados en asientos normales y sus camas deshechas y yo no me había dado cuenta de nada, parecía increíble. Hay que tener en cuenta que cuando alguien se despertaba, el chico encargado del vagón deshacía la cama y lo convertía en 4 asientos normales, por lo que no era poco. Pues ya había un montón de camas deshechas y yo durmiendo como un tronco. El fresquito que hacía, el movimiento del tren y el ruido del tren al que te acostumbrabas y acababa tapándolo todo, hicieron que pasara una muy buena noche durmiendo prácticamente 6 horas y media seguidas, que realmente necesitaba.
Eso sí, el despertar fue algo brusco. Yo ya tenía el despertador puesto a las 10:30 h, pues calculé que llegaríamos a la frontera hacia las 11:15 h. Pero a las 9:40h, el chico que se encargaba del mantenimiento de las camas y los lavabos pasó picando de mala manera con un palo sobre las barras de hierro de las camas y gritando Malasia, Malasia a todos los que todavía dormíamos. Me desperté de un bote del espanto que me dieron esos golpes. Cabe decir que al chico ya se le veía bastante amargado desde que subí al tren. En cualquier caso estaba bien que te desertaran, pues no lo sabía seguro. Además llegamos antes de lo que esperaba, pues el tren pasó por Surat Thani con más de dos horas de retraso pero durante todo el trayecto hasta Padang Besar ganó tiempo.
Fui al lavabo ya limpiarme un poco de tronco arriba en el fregadero de fuera con jabón incluido, pues yo por la mañana necesito ducharme o al menos hacer algo que se le parezca, sino salgo ya un poco cruzado. Y cuando fui hacia allí, al final del vagón, vi lo mejor que podía haber visto en ese momento, ¡una cafetera! Bien, un calentador de agua, pero por lo que necesitaba me iba perfecto. No podía creerlo. No poder tomar el café aquella mañana era algo a lo que ya me había resignado o que pensaba tomar cuando pudiera en destino, pero que en cualquier caso se me hacía muy duro, pues yo ya hace años que tomo un café cada mañana y me cuesta mucho arrancar sin él. Pero por suerte, antes de bajar del tren podría tomarme el café imprescindible de cada mañana.
Así que me vestí, guardé la ropa del día anterior (si, me cambié de ropa a diferencia de lo que habían hecho los demás, cosa que no entendía si todo el mundo iba con el equipaje) y seguidamente fui a tomar el café. Eso sí, tuvo que ser rápido ya que eran las 10 en punto y el chico del vagón ya estaba recogiendo todas las camas, y con lo amargado que estaba mejor no tardar demasiado en dejar la cama. Las camas se convertían en asientos normales y la gente iba asiento a los que ya estaban recogidos. Yo de momento, todavía tenía la maleta sobre la cama. Gracias a que tenía la taza plegable y el café soluble, en un momento ya tenía el café preparado y me lo estaba tomando sentado tranquilamente en la cama mientras escribía un poco el periódico desde el móvil.
Y a las 10:15h ya estaba con el equipaje preparado sentado en uno de los asientos esperando a llegar a Padang Besar, la ciudad dividida en dos entre Tailandia y Malasia. Cuando me senté enseguida el chico arregló mi cama, señal de que fui de los que más tarde se quitó, señal a la vez de lo bien que dormí. Ya me dediqué simplemente a contemplar por la ventana todo aquel paisaje ya bastante diferente al que había visto en Tailandia. No tabique durante la noche habíamos recorrido casi 400 kilómetros y eso se notaba. Montañas rocosas, escarpadas y con una abundante vegetación aparecían y desaparecían conforme nos acercábamos a Malasia.
Pasaría 15 días en Malasia para visitar 5 ciudades.
En menos de 10 minutos ya llegábamos a Padang Besar. El chico nos avisó de que ya era la próxima parada, cogíamos todos los del vagón nuestros equipajes y bajábamos del tren entre miradas de despido, pues no habíamos casi hablado entre nosotros pero eran ya tantas horas juntos que se había creado un pequeño vínculo , un cierto hermanamiento por haber compartido ese trayecto poco habitual y que provocaría que todos recordáramos las caras de los demás durante mucho tiempo. Probablemente teníamos pocas cosas en común, pero ese viaje ya era más que suficiente para habernos ayudado todos juntos ante cualquier imprevisto.
Por fin llegaba el momento de ver algo por primera vez y que me hacía mucha gracia: una aduana en una estación de tren. Era curioso, pues una vía era por donde llegaban los trenes de Tailandia y por el otro de donde salían hacia Malasia, y en medio de ambas, el control fronterizo. Primero la policía tailandesa encapsula a los pasajeros del tren que van bajando para que se dirijan todos hacia los controles de inmigración y que nadie pueda escapar. Nos hicieron entrar en la zona entre ambas vías en las que primero pasábamos por el control tailandés para poder salir del país. Allí teníamos que entregar el papel que teníamos desde que entramos en Tailandia junto al pasaporte. Sellaban el pasaporte y a continuación ya sólo podías andar unos 5 metros hasta llegar al control malayo dentro de la misma estación y justo al lado del control tailandés.
Ya en «territorio» malayo, lo primero que tuvimos que hacer fue pasar un control de equipaje como en cualquier aeropuerto. Realmente, a pesar de ser una estación de tren, no existe ninguna escapatoria.
Y pasado el equipaje ya sólo tocaba el control del pasaporte, sello y ya estaba en Malasia, sin salir de la estación. Ya podía ir a la otra vía y esperar un tren ya malayo que me llevara hasta Butterworth, o al menos ésta era la ciudad donde más blogs coincidían en decir que era donde desviarse para llegar a George Town, mi destino final.
Al llegar al andén malayo cometí un error que me costó una hora de tiempo, eso sí, ayudado por uno de los pasajeros de los que me acompañaban desde la estación de Surat Thani. En Malasia, a pesar de estar en el mismo meridiano que Tailandia, es una hora más. Por tanto yo pensaba que eran exactamente las 10:38h pero realmente ya eran las 11:38h. En la pantalla con los horarios ponía que el próximo tren en Butterworth, al que tenía que ir, pasaba a las 12:25h, y el pasajero que digo dijo que faltaban dos horas, lo que me pareció correcto pues yo pensaba que eran las 10:38h. Evidentemente él tampoco sabía que ahí era una hora más. A esto hay que sumarle que a diferencia de los demás yo no tenía ni ringgits (moneda oficial de Malasia) ni el billete comprado previamente por Internet, por lo que debía comprarlo con tarjeta si se podía o ya cambiar dinero o sacar efectivo de un cajero. Cabe decir que me extrañaba que faltaran dos horas ya que en la pantalla ya aparecían todos los horarios y a cada hora pasaba un tren en Butterworth, lo que debería haberme sospechado. En cualquier caso estaba muy cansado y todavía con medio sueño por lo que no estaba al 100℅. Eso si, por lo menos ponía claramente que los trenes iban a Butterworth, que era la ciudad a la que tenía que llegar para hacer un transbordo hasta George Town que hasta entonces no tenía nada claro que pudiera llegar. Así pues, parecía que tomaría sin problemas el sexto de los 7 transportes de ese largo trayecto. De hecho, en ese momento ya hacía más de 24 horas que había dejado el hotel anterior de Koh Samui.
En el mismo andén busqué alguna zona para poder fumar. A lo largo del andén había carteles de prohibido fumar donde además se amenazaba con una multa de 10.000 ringgits, más de 2.100€. Después de tantas horas sin fumar y de haberme tomado el café, los fumadores ya pueden imaginar las ganas de fumar un piti. Así que caminé a lo largo de todo el andén buscando alguna zona donde poder fumar, llegando así al final y sin encontrar una zona expresamente habilitada. Eso sí, allí al final del andén había decenas de colillas en el suelo señal de que muchos fumadores ya habían hecho lo mismo que yo. Así que allí me fumé el pite. Aquella parte de la estación era muy curiosa, pues se trataba del final del andén malayo pero que acababa uniéndose con el andén tailandés, pudiendo pasar de un andén al otro tal cual, pues allí ya no hay había la parte central de la estación donde estaban los controles de inmigración y por donde debía pasarse para ir de un andén a otro. Así que mientras fumaba el piti iba pasando de un país a otro, de hecho pensé que si algún policía malayo me decía algo, pasaría a Tailandia por evitar la multa de 10.000 ringgits.
Otra cosa en la que no me fijé fue que justo pasado el control de equipaje y oficialmente dentro de Malasia, había unos rótulos donde indicaba que las taquillas estaban en el piso de arriba, por lo que yo al buscarlas sólo por la zona de andenes, pues evidentemente no las encontré. Así que pensé que quizás todavía estaban cerradas y me senté en un banco hasta las 11:15h, aunque realmente ya eran las 12:15h, hora en la que llegó el tren ya la vez vi un reloj del estación donde ponía que eran las 12:15h. Apenas fue entonces cuando me di cuenta de que allí era una hora más y que el tren saldría hacia Butterworth en 10 minutos.
Así que corrí a preguntar a un señor que estaba revisando los billetes de los pasajeros que ya subían al tren y me dijo que primero tenía que ir al piso de arriba a comprar el billete. Volví a correr pero hacia el piso de arriba (ahora sí que vi los rótulos) con la esperanza de que pudiera pagar con tarjeta. Al llegar a la taquilla fue cuando me di cuenta de que estaba en un país musulmán, de hecho, el primer país musulmán que visitaba. Evidentemente ya lo sabía, pero al llegar a la taquilla vi a la vendedora con el velo. Y eso que podía parecer algo trivial, me hizo dar cuenta de dos cosas. Por un lado lo extraño que nos resulta todavía ver a una mujer musulmana trabajando, pues en muchos países directamente no pueden, y por otro, la diferencia de Malasia con otros países musulmanes. Aquí las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres, trabajaban en los mismos trabajos y eran tratadas con total normalidad y respeto. En ese momento me di cuenta de todo lo que representa extrañarse para ver a una mujer musulmana trabajando. Por lo menos en Malasia era muy diferente y las mujeres iban con el velo pero viviendo como los hombres, vistiendo como quieren y maquillándose más que en otros países. De hecho era muy habitual ver a mujeres con el velo pero con tacos y los ojos bien maquillados, algo que a priori puede extrañar. Musulmanes hay en muchos países y no en todas partes son iguales. Es lo bueno de viajar, los prejuicios caen como moscas.
Así que casi sin saludarle le pregunté a la chica si podía pagar con tarjeta, y tal y como me esperaba, me respondió que no. Pregunté si en la misma estación había algún cajero, pero me señaló fuera de la estación. Perfecto, debía salir de la estación a sacar dinero.
En un primer momento, aún con la esperanza de poder tomar el tren de las 12:25h aunque quedaban 5 minutos, seguí corriendo buscando la salida de la estación, que por cierto era bastante grande, hasta que unos chicos que había por allí y al verme medio perdido me preguntaron adónde quería ir, a lo que respondí que buscaba un cajero. Me dijeron que efectivamente tenía que salir e ir al 7-elevan. Si, aquí en Malasia también había plaga de 7-elevens. Por un lado debería salir de la estación y andar no sé cuánto rato para encontrar un 7-elevan y perder el tren pero por el otro me acababan de informar que en Malasia también había 7-elevan, con lo bien que van y lo útiles que me estuvieron en Tailandia.
Así que salí de la estación arrastrando la maleta y con el GPS aún sin funcionar, por lo que tocaba ir preguntando para encontrar el 7-elevan. Pero lo peor era que estaba lloviendo, y yo tenía que andar no sé cuánto rato, cansado, sin paraguas y con todo el equipaje encima. Pocas cosas hay que me enfaden más que ir andando con la maleta y lloviendo. Si hubiera tenido ya ringidos…
La estación era bastante grande con un montón de vías, por lo que salir de ella comportaba ya un rato. Una vez fuera, todavía estaba en la misma ciudad de Padang Besar pero ya en mitad malaya. Justo al lado había un parking y lo que parecían unos taxistas buscando clientes. A ellos ya les pregunté por el 7-elevan y todos lo sabían. Además, al parecer estaba bastante cerca. Más adelante pregunté al vigilante del parking que me señaló en la misma dirección, caminando por la acera de una carretera durante poco más de 5 minutos, por lo que cuando apenas llevaba 10 minutos andando ya encontré el 7-eleven . Al menos lo encontré rápido sin tener que dar ninguna vuelta de más. Allí saqué 1200 ringgits (250€) con la tarjeta Bnext ya que con la tarjeta de Revolut ya había superado los 200€ mensuales de retirada que permiten sin cobrar comisión. La de Bnext apenas la había utilizado por lo que ya aprovecharía para ver cuál de las dos me aplicaba un tipo de cambio más favorable.
Y ya con los primeros ringgits en la mano y habiendo visto a los primeros ciudadanos y 7-elevan de Malasia, volví de nuevo a la estación. 10 minutos más caminando debajo de la lluvia, cruzando el parking ya completamente fangoso y subiendo las decenas de escaleras de la estación. Cuando llegué a la taquilla ya eran las 12:50h, por lo que ya llevaba casi media hora saliendo el tren. El próximo pasaría a las 13:25 h. Así que compré el billete hasta Butterworth por 11,40 ringgits (2,50€) y esperar.
Allí sentado en el andén ya podía ver la diferencia entre ambos países pese a ser uno junto al otro. Mientras que los trenes que llegaban a la vía tailandesa parecían de la II Guerra Mundial, los que estaban en la vía malaya parecían trenes de última generación. Era realmente brutal ver en una misma estación, trenes tan diferentes. La única diferencia es que pertenecían a países distintos. Los trenes de Malasia son muy novedosos, muy cómodos, con aire acondicionado y eléctricos, que los de Tailandia iban con gasóleo. Eso si, entre los carteles de prohibiciones, uno indica que está prohibido darse besos dentro del tren o en lugares públicos en general, recordatorio de que estás en un país moderno pero al fin y al cabo, musulmán.
A las 13:25h muy puntual, el tren arrancaba. El trayecto era de una hora y 50 minutos que me pasaron lo suficientemente rápido, entre otras cosas gracias a los fantásticos paisajes por los que pasábamos y por lo entretenido que estaba mirando por doquier, pues eran mis primeras horas en un nuevo país , y esto siempre es muy entretenido, reconfortante e incluso emocionante. Además acababa de superar un tramo más del largo trayecto desde Koh Samui, en el Golfo de Tailandia, y uno de los que no tenía nada claro cómo iría. Había perdido una hora pero todo había ido mejor de lo que me esperaba y en cuanto a los precios también, todo estaba saliendo más barato de lo esperado. Así que ya me encontraba en el sexto de los 7 transportes hasta el destino final y ya sólo quedaba averiguar si desde Butterworth podría llegar a George Town en ferry tal y como había visto en alguna web. Aún no lo tenía claro porque según Google Maps debería tomar un bus que tardaba 3 horas.
En el tren había una pareja de jóvenes chinos muy enamorados y que cada vez que el chico iba a darle un beso a la chica, ésta le hacía la cobra, recordándole que allí dentro estaba prohibido. Ver estas escenas en un país como Pakistán, pues supongo que no provocan ningún tipo de impacto, pero allí era diferente. Íbamos a uno de los trenes más modernos que había visto en ninguna parte y rodeado de gente de todas las culturas, sobre todo chinos. Malais o musulmanes es lo que menos se veía o directamente ni lo parecían. Por lo que ver estas actitudes propias de un país musulmán en un país que no lo parece en ningún sentido, se hace realmente raro.
Por lo demás, el trayecto fue muy tranquilo, cómodo y sin retrasos o imprevistos. Sólo había cruzado unos metros desde Tailandia pero parecía en todos los aspectos que estuviera en otro mundo.
A las 15:15h llegábamos muy puntuales a Butterworth. El tren no se pasó ni un minuto de los 110 que iba a durar el trayecto, puntualidad alemana. Incluso habiendo perdido más de dos horas por el retraso del tren de Tailandia y una hora más por mi empanada con la hora al entrar en Malasia, todavía llegaría antes de lo que me esperaba, pues yo contaba llegar al hotel de George Town al menos a las 19h y no eran ni las 15:30h que ya estaba muy cerca.
Pero ahora llegaba el momento del séptimo y último transporte a coger y que debería dejarme ya a George Town y que no sabía si sería un bus o un ferry. Según Google Maps debía tomar un bus que en 3 horas me dejaría a George Town. Menos mal que leí la pagina de George Town en Wikitravel donde decía que hay un ferry que en 20 minutos le lleva desde Butterworth a George Town por sólo 0,30€.
La estación de Butterworth es bastante grande y efectivamente parece un punto importante de correspondencias entre diferentes transportes tal y como me imaginaba. De hecho allí bajó casi todo el mundo y ya tardé un buen rato en salir de la estación, pues ésta tenía 3 plantas altísimas que te obligaban a ir con el ascensor, un ascensor con una buena cola de gente.
Una vez fuera fui hacia dónde iba la mayoría de gente. Aunque en un primer momento me pareció que no iba bien, a los pocos metros y cuando estaba entrando en una especie de túnel para peatones, vi una serie de carteles entre los que estaba el dibujo de un ferry , y ese túnel estaba a 10 metros de la estación, evidentemente mucho más cerca de lo que pensaba y todo también mucho mejor de lo que pensaba. Poder tomar el ferry ya sería la hostia, pero además poder cogerlo junto a la estación de tren ya era brutal. Hay que tener en cuenta que en ese momento el GPS todavía me fallaba, por lo que para buscar cualquier cosa debería hacerlo como antes, mirando carteles y preguntando.
El túnel era largo y con escaleras hacia arriba pero finalmente llegaba a Penang Sentral, un intercomunicador donde había varias líneas de bus y el ferry. Pregunté a información y me indicaron hacia dónde ir, además seguía habiendo carteles del ferry, por lo que enseguida encontré las taquillas. El precio indicado eran 1,20RM, justo lo mismo que decían en Wikitravel. Compré el billete y en la cola, donde por cierto había más gente de lo que me esperaba, al menos 200 personas a pie más unos 50 vehículos. Así que el séptimo y último transporte que debía tomar también parecía que iría mejor de lo que esperaba. Próxima parada: George Town. Final de trayecto.
Al cabo de unos 10 minutos a la cola llegó el ferry al que subimos todos. Lo que me sorprendió mucho y que no había visto en ningún otro ferry fue que tanto los vehículos como los pasajeros íbamos todos juntos, es decir, primero entraban los vehículos y a continuación los pasajeros que debíamos andar entre los coches hasta llegar a la parte delantera en la que había un poco más de espacio, aunque la mayoría quedábamos en medio de los coches. Bien curioso.
Además de que el largo trayecto de 36 horas por mar y tierra estaba saliendo mejor de lo esperado, mientras recorríamos los poco más de 5 kilómetros que separan la costa peninsular de la isla de Penang, ¡el GPS de repente volvió a funcionar! Fue como un milagro, pues llevaba casi dos semanas sin ubicarme a menos que estuviera conectado a Internet, con los evidentes inconvenientes que esto me provocaba. De hecho, ya estaba mirando bien el nombre de la calle del hotel para ir preguntando a todo el mundo que me cruzara. Así que añadido a que todo el trayecto había ido bien, ahora encima el GPS volvía a funcionar por lo que tampoco debería estar mirando nombres de calles y preguntando por encontrar el hotel. Esto ya fue brutal, pues el hotel estaba a 15 minutos andando del puerto y evidentemente pensaba en ir andando.
Después de 20 minutos llegábamos al pequeño puerto de George Town, prácticamente destinado sólo a los ferrys. Simplemente tenía que andar unos 15 minutos siguiendo las indicaciones de Google Maps hasta llegar al hotel gracias al GPS.
Aún no había tenido tiempo de pararme a ver Malasia, pero por lo que ya podía ver aquí parecía que por lo general el nivel de vida era superior al tailandés y que los servicios públicos, sobre todo el transporte que era el que ya había visto, eran mucho más eficientes que los de su vecino país. Ademas George Town era una ciudad colonial bastante bien conservada por lo que en ciertos momentos parecía que caminaras por algún barrio londinense.
Por el camino pasé por delante de la mezquita principal de George Town y supongo que de toda la isla de Penang puesto que simplemente es impresionante. Yo evidentemente era de las más espectaculares que había visto jamás ya que ésta era la primera vez que visitaba un país musulmán, pero dudo que haya demasiado mas como ésta. En ese momento no se veía a gente ni se escuchaban cánticos, pero esto era poco habitual… El hotel quedaba a menos de 300 metros de allí y me acabaría haciendo un harto de escuchar las oraciones.
Tot just eren les 16:30h quan arribava a l’hotel que tenia reservat, molt abans del que esperava i això que en total havia acumulat un endarreriment de 3 hores, jo estava al·lucinant. I per si fos poc, el GPS tornava a funcionar de puta mare, semblava doncs, que el problema era Tailàndia, almenys certes zones del Golf de Tailàndia.
L’hotel, el Kim House Loft, per fora es veia prou ben conservat i net. Tenia 4 plantes que destacaven en aquella zona de la ciutat ja que em trobava al centre històric, per lo que els edificis del voltant no tenien mes de dues plantes. La ubicació de l’hotel era perfecte, de fet aquest era un dels motius principals que em van fer decidir per aquest en concret. Vaig fer el check-in sense problemes, això sí, pagant 30RM de taxa turística per 3 nits, quasi 7€, no està malament, això ni a Barcelona.
Mi habitación estaba en la segunda planta. El hotel estaba realmente bien y se veía muy nuevo y moderno pero las habitaciones estaban como en una especie de galería donde la pared que daba a la galería no llegaba hasta el techo, para que entrase el aire acondicionado de la galería y además las paredes eran de pladur, por lo que literalmente si alguien hablaba 3 habitaciones allá le podías escuchar perfectamente. Se escuchaba absolutamente todo, de hecho parecía que hubiera algún altavoz en la habitación, pues las voces de los vecinos parecían amplificarse en la habitación. Bien extraño.
Aparte de eso, la habitación era muy fresquita, la cama cómoda y tenía escritorio, algo que a mí siempre me va muy bien y que no todos los hoteles tienen. Por lo menos tenía claro que aquí no pasaría calor.
Teniendo en cuenta que hacía 30 horas que me había duchado por última vez y que desde entonces no había parado, lo primero que hice después de dejar las cosas fue irme a duchar. Los baños eran compartidos pero eran como aseos completos individuales, por lo que realmente no parecían compartidos. Además había suficientes como para no encontrarte nunca cola.
Y todo el cansancio y la de horas que llevaba en la calle, es tanta la emoción de ver a un nuevo país por primera vez que antes de las 17h ya salía a dar la primera vuelta por George Town y Malasia. Como ya he comentado antes, el hotel estaba muy bien ubicado, de hecho era lo mejor que tenía y uno de los motivos por los que me decanté por éste. Estaba en medio de Chinatown que a su vez está en medio del centro histórico, por lo que nada más salir del hotel ya podía ver los edificios coloniales y muy cerca muchos de los murales del famoso arte urbano de George Town.
George Town es conocida por el gran peso que tuvo durante la época colonial inglesa y por su gran diversidad cultural. Aquí no sólo pueden verse los antiguos edificios y mansiones inglesas perfectamente conservadas y su famosísimo arte urbano que ya muchas ciudades copian, sino que puedes conocer un montón de culturas y religiones diferentes sólo yendo de un barrio a otro, encontrándote en algunos casos con auténticos mini-países en la ciudad. Eso sí, todas las culturas conviven en perfecta armonía y ninguna religión es discriminada. Nada más caminar 5 minutos por George Town llegas a la conclusión de que la tolerancia de este país supera y con mucho la de los países europeos, y eso que es un país oficialmente musulmán, para que luego algunos ignorantes digan que en estos países no puedes construir una iglesia. En fin, sólo hace falta ir y ver todas las que hay…
Fui andando por dónde había venido, es decir, pasando de nuevo por delante de la mezquita donde ahora sí que había fieles y se escuchaban los típicos cánticos por megafonía que resuenan a decenas de metros a la redonda. Me paré a grabar un rato ya que era la primera vez que presenciaba esto en un país musulmán y ante una mezquita tan imponente como ella.
Y fue entonces cuando, por segunda vez en este viaje, un gay quiso ligar conmigo, pero a diferencia del otro, en Bangkok, éste era muy raro, incluso me hacía un poco de grima y sobre todo no se cortó nada al decirme que le gustaba y que si quería ir con él. Fue tan directo y era tan raro al hablar que incluso me dio angustia. Primero me dijo que estuviéramos a unas escaleras justo delante de la mezquita, pues me paró cuando yo estaba entretenido grabando. Yo le respondí que no y él, lejos de darse por rechazado, se sentó y me preguntó de dónde estaba, de dónde venía, dónde iba, etc. Al cabo de 5 minutos de hablar y ver que aquél no me aportaría nada sino que sólo tenía intenciones sexuales, le dije que iba a marcharse. Él se levantó y entonces fue cuando al darme la mano me la acarició medio diciéndome que le gustaba y que si quería ir con él a no sé dónde, directamente. Le dije que no ya rotundamente e incluso un poco molesto porque no creo que se tenga que entrar a un tío así sin saber si es gay, y ni que lo fuera, pues ya hacía rato que yo no mostraba ningún tipo de interés por él. Y además es que daba mucha grima.
Así que me fui de allí acelerando el paso para que no pudiera seguirme.
Seguí andando ya buscando algún sitio para comer, pues ese día sólo había comido algunas galletas que había comprado en el último 7-elevan de Tailandia, por lo que me moría de ganas de comer carne. De camino al hotel había visto un restaurante chino con comida china de verdad y no de lo que te ponen en los restaurantes chinos de España, que no es ni de lejos lo que comen ellos, por lo que caminé en dirección a ese restaurante.
Por el camino fui viendo de casualidad algunos de los templos que tenía guardados para visitar y sobre todo muchas calles auténticas con muchos murales y edificios coloniales, muchos de ellos ahora restaurantes chinos o hindúes, algo que no dejaba de ser curioso. Algunos bien conservados y otros medio en ruina, pero en cualquier caso un ejemplo clarísimo de la historia colonial y multicultural de Malasia.
Quería esperar lo máximo posible a comer porque ya sería la cena. Ya había ido comiendo por el camino y tenía ya bastante son, por lo que la intención era después de comer ya no tardar demasiado en acostarse y hasta el día siguiente.
Casualmente, ese día se hacía una carrera popular con centenar o miles de personas, que no terminé de saber el motivo pero que en cualquier caso todos sus participantes parecían llevar la misma ropa.
Hacia las 18:30h vi un restaurante muy lleno tanto para turistas como para locales señal de que podía ser un buen sitio para comer. Además era domingo, y por ser un país musulmán, los domingos muchos restaurantes y lugares ambulantes están cerrados, por lo que había muchas menos opciones, de hecho algunas calles estaban bien vacías. Así que miré la carta, el tipo de comida y los precios y todo estaba bien, por lo que ya me quedé.
Era un restaurante muy grande, con varios mostradores y muchos tipos de platos aunque especializados en pollo. Pedí un plato llamado Mee Goreng Special, que eran fideos estilo wok con verduras, pollo y un huevo frito muy hecho, tal y como me gustan a mí. Todo ello por 7RM, unos 1,50€. Me entró como nunca y más después del largo viaje de más de 30 horas desde Koh Samui sin haber comido nada contundente en todo el trayecto. Ésta era mi primera comida en Malasia y estuvo bastante bien, sobre todo bien contundente y los precios similares a los de Tailandia.
Después busqué un 7-elevan en Google Maps, pues allí no se veían tantos como en Tailandia que te los encontrabas sin querer, y por suerte había uno a menos de 5 minutos andando del ‘ hotel. Los 7-elevenes ya me habían demostrado en Tailandia que son los mejores salvavidas, por lo que era importante tener uno cerca.
Fui aprovechando el camino para ir viendo más cosas, pues no dejaba de estar en el centro histórico y junto a Chinatown, y compré un agua y algo de comida, que por cierto aquí el agua era más cara. La botella de 1,5L 2,80 RM, unos 0,70€, el doble que en Tailandia. Seguramente porque aquí ya no era tan imprescindible comprar botellas ya que según decían por Internet, había fuentes de agua potable por la calle, aunque yo todavía no había visto ninguna.
Al volver hacia el hotel vi que al inicio de la calle estaba el típico arco chino anunciando Chinatown, ya partir de ahí, ya todos los rótulos en chino, incluso el de mi hotel. Hacia las 20h llegaba al hotel, deshacía un poco el equipaje y ya me preparaba para acostarse. Ya había comido y visto un poco la ciudad por lo que ya tocaba descansar en una cama normal y recuperar el sueño atrasado.
A las 20:30h ya estaba dormido pero tal y como me esperaba me desperté varias veces debido al ruido de algunos vecinos, sobre todo de una pareja de americanos que simplemente eran unos mal educados y subnormales perdidos, porque una cosa es hacer algo de ruido casi inevitable, y otra cosa es joderse a gritar como un energúmeno a las 12 de la noche como si estuvieras solo en medio de un desierto. Además había carteles que decían claramente que en las habitaciones debía estar en silencio, de hecho, en la misma planta había un bar musical para hacer lo más ruido que se quisiera. Así que me desperté a las 12 de la noche hasta el punto de que por poco me levanto, pero tenía tanto sueño que por suerte en 15 minutos volví a quedarme bien dormido.
Durante el resto de la noche me desperté un par de veces más pero ya no tanto como la primera. Y no me levanté hasta las 8 de la mañana, 11 horas durmiendo. Se notaba que llevaba un par de días durmiendo poco. En cualquier caso ya estaba en Malasia, el tercer país visitado de mi particular vuelta al mundo y por el momento sin imprevistos importantes. Siempre ocurren cosas pero no suficientemente graves como para que afecten al viaje pero que acaban convirtiéndose en anécdotas y recuerdos difícil de olvidar. Apenas llevaba una tercera parte del viaje, un mes, y ya parecía que hiciera 3 que estaba fuera de casa. En un viaje así haces tantas cosas cada día que parece que vivas mucho más tiempo. Si quieres vivir mas años, viaja. Quizás no vivirás mas años (o sí) pero seguro que lo parecerá.