Me desperté a las 6 de la mañana. Tenía previsto dejar la habitación hacia las 8:30h para ir andando hasta el muelle y allí tomar el ferry hasta la isla de Koh Phangan. Me tomé el café de cada mañana mientras escribía el periódico y miraba correos, me duché, acabé de hacer la maleta, volví a ducharme porque sólo que estés una hora haciendo cosas ya vuelves a sudar, y hacia las 8:45h iba a realizar el check-out. El ferry salía a las 10h pero la compañía pedía estar en el muelle 30 minutos antes. Si salía con más de 30 minutos de antelación para hacer 1 kilómetro, era para hacerlo poco a poco y no llegar ya completamente empapado.
Me despedía de la mujer del resort y de esa isla tan especial, emprendiendo el camino por esa calle de poco más de un metro de ancho, sin coches ya pocos centímetros de la arena de la playa.
El camino hacia el muelle fue relativamente fácil, al menos hasta llegar al muelle, pues era el mismo que ya había hecho en la ida. Una vez en el muelle la cosa ya se complicaba un poco más debido al montón de gente esperando a la salida de sus respectivos ferrys. De hecho, me costó un poco encontrar la oficina del operador ya que era un poco más allá del muelle principal y no estaba nada indicado, debía ir preguntando por ahí y todos me decían recta, recta. Además no quería mirar a Google Maps porque ya tenía indicada la ruta en el hotel de Koh Pha Ngan, por lo que no quería perderla por nada. En cualquier caso y como iba con tiempo, sobre las 9:30h ya estaba en el muelle de la compañía.
Hice el check-in sin problemas ya esperar allí una hora porque aunque supuestamente la salida era a las 10, hasta las 10:15h no llegó el barco y hasta las 10:30h no acabábamos de embarcar todos, que por cierto, éramos un montón, muchos más de los que pensaba. E igual que en la ida, casi todos mochileros menos yo. Eso sí, mucho turista ya bebido a esa hora de la mañana. Estas cosas son las que no me gustan de estos lugares, pero en fin, en unas islas tan turísticas como éstas no puedes esperar nada más. Y en cualquier caso no era algo que se viera demasiado, la mayoría de turistas eran personas decentes.
El barco no era un catamarán como el de Lomprayah pero era igual de grande o incluso mes, con 3 cubiertas con mucha capacidad y casi todo lleno. También era muy rápido, no sé si tanto como el catamarán pero al menos se acercaba mucho.
Comí galletas que llevaba del 7-elevan y escribí el diario durante las dos horas que duró el trayecto. A medio trayecto pasó un chico ofreciendo tiques de taxi compartido para llevarte al hotel. Yo en ese momento todavía no sabía cómo ir. Si que sabía que caminando sería demasiado, pues eran unos 10 kilómetros que habría tardado 2h y media sin parar, por lo que se habrían alargado a más de 3 horas. El taxi eran 200 bates, unos 5€, precio que me pareció razonable teniendo en cuenta la distancia. Así que sin pensármelo demasiado le contraté. Era algo que no quería hacer, pues no tomar ningún taxi en todo el viaje era uno de los retos que tenía, pero en aquella isla, o vaso en taxi, aunque sea compartido, en moto o caminando. Así que descartada la segunda opción y prácticamente también la tercera, tocó tomar taxi colectivo.
Pero entonces hice lo que debería haber hecho antes. En cualquier caso el error sólo me costó 50 bates y aprendí bien la lección. Cuando ya había contratado el taxi, se me ocurrió mirar la página de Koh Phangan en Wikitravel que ya tenía descargada y leer si ponía algo de cómo moverse desde el muelle a la zona norte, donde estaba mi hotel, y efectivamente lo ponía y bien puesto, con un consejo que me habría ido muy bien saberlo 10 minutos antes. Decía que los taxis en el mismo muelle podrían costar 200 bates, pero que si caminabas 300 metros ya los encontrabas por 150 bates. Además taxis, no taxis colectivos como el que había contratado. En fin, que de todo se aprende ya partir de ahora cada vez que tenga que cambiar de ciudad leeré primero bien la página de la ciudad o destino que sea en Wikitravel o Wikivoyage.
Hacia las 12:30h atracábamos en el muelle de Koh Phangan. Al llegar tuve que esperar ya que mi maleta quedó debajo de todo el montón de maletas, bien aplastada. Esto era algo que me enfadaba muchísimo, pues dentro tenía cosas como el PC que no se pueden aplastar y allí lo tenían todo en la pila.
Al bajar del barco fue fácil encontrar el taxi aunque había decenas. Iba con el ticket en la mano y un chico al verlo me señaló hacia dónde ir. Siguiendo con el tique en la mano, al llegar a un grupo de taxis colectivos aparcados, una chica me pidió el tique y ya me indicó a qué taxi subir. Fui el primero en llegar, aunque enseguida ya llegaron dos chicas más, después dos chicos franceses y finalmente un chico y una chica más. Estos taxis son un espectáculo, pues son como camionetas sin paredes y dos bancos, uno en cada lateral, con una capacidad aproximada de 10 personas. Pero evidentemente mucho más incómodos que las minivanes, que tienen asientos normales.
Los trayectos por estas islas eran una pasada. Aquí volvía a ser una carretera paralela al mar con unas vistas fantásticas. Acantilados increíbles terminando en un mar turquesa lleno de peces y otros animales exóticos. Por lo demás, pues un poco movido. La taxista iba muy rápido y la carretera era bastante irregular aparte de estar en pendiente todo el rato. Todo ello sumado a lo incómodo que eran aquellos taxis, con unos bancos duros teniendo que apoyar la espalda en una pared irregular y llena de barras de hierro.
Pero lo peor de todo fue que la taxista me dejó a 1,5 kilómetros de mi hotel. Cuando contraté el taxi en el barco, le dije al chico que iba cerca de Secret Beach, pero le enseñé a Google Maps exactamente dónde iba, que era casi 2 kilómetros más al norte, a Secret Place que era el nombre del resort. Él dijo que sí aunque no podíamos comentarlo demasiado porque su inglés era demasiado básico. Al final puso Secret Beach en el ticket y se quedó tan ancho, pero claro, encima lo escribió en tailandés por lo que yo no podía saber lo que ponía.
Y para acabar de complicarlo, me fallaba el GPS. Ya desde el día que se marchaba de Bangkok, por tanto ya hacía más de una semana, que notaba que el GPS no me ubicaba bien si no estaba conectado a Internet, que era siempre que estaba fuera del hotel. Tenía los mapas descargados por lo que la conexión no debería ser un problema. Incluso, pese a estar conectado, muchas veces tampoco me ubicaba. Éste era uno de los principales problemas que tenía, pues yo puedo ir por cualquier lugar del mundo pero siempre y cuando tenga GPS, sino voy más perdido que un esquimal por el desierto.
Así pues, durante todo ese trayecto el GPS del móvil no me ubicó por lo que lo hice todo con el taxi sin saber por dónde íbamos, por lo que tampoco podía decirle nada a la taxista. Además yo pensaba que ella sabía perfectamente adónde iba, pues le había enseñado el mapa al chico del barco.
La cuestión es que en un momento dado la taxista me dijo que ya habíamos llegado a donde yo iba. Bajé, me despedí de ella y del resto de pasajeros y vi que efectivamente había un cartel que ponía Secret Beach. Allí, una vez parado y el taxi habiendo marchado, durante un momento el GPS me ubicó y fue cuando vi que todavía estaba a 1,5 kilómetros del hotel. No puede parecer demasiado, pero esto representaba media hora caminando por una carretera de subidas y bajadas sin arcén arrastrando la maleta y con el calor terrible de siempre, y además después de haber pagado 200 bates para que me dejaran en la puerta de la hotel. Llego a tener al chico del barco allí delante y le habría dado un puñetazo.
Pero en ese momento no hacía falta pensar más y empezar a caminar para hacer los casi 2 kilómetros lo más rápido posible. Y lo cierto es que les hice más rápido de lo que creía aunque sin el GPS era complicado, pero en fin, casi todo el camino era seguir la carretera hasta la parte final que tenía que girar una calle que llevaba directamente a la playa. Allí fue un poco más complicado pero con la ayuda de trabajadores de restaurantes y otros hoteles finalmente encontré el resort, que era más impresionante de lo que creía. La caminata había merecido mucho la pena.
Todo el resort estaba a lo largo de la playa, de hecho para llegar a la recepción del resort debía andar por una pequeña pasarela de madera que estaba literalmente sobre el mar de tanto en primera línea de mar que estaba.
De todas formas, mientras caminaba por la pasarela aún no estaba seguro de que estuviera allí, ya que el resort se llamaba Secret Place pero yo lo reservé por Airbnb y allí no ponía ese nombre. Pero cuando llegué, un chico tailandés me preguntó, le dije el nombre del anfitrión que ponía en Airbnb y me dijo que sí, que estaba allí. Yo flipaba, vaya resort había reservado. Y no era caro, pues en estos viajes tan largos intento no gastar mas de 10€/noche en alojamiento.
El chico tailandés me dijo que se sentara en una mesa de la terraza que había allí prácticamente sobre el mar y me trajo una bebida que pregunté que era pero era un nombre tan extraño que no me quedé. En cualquier caso traía alcohol y estaba muy bueno. Enseguida vino el anfitrión y saludarme a la vez que me preguntaba si tenía alguna pregunta o quería ya ir a la habitación. Le dije que ya quería ir a la habitación pues tenía que ducharme urgentemente. Me comentó que yo había reservado un bungalow a 200 metros de la playa pero que también tenían disponible una habitación en primera línea de mar por 150 bates mes al día, y que si quería me enseñarían tanto el bungalow como la habitación y que decidiera. Me pareció bien y fui con el chico tailandés a ver primero el bungalow.
El bungalow efectivamente no estaba en la zona donde estaba la recepción y el resto del resort. Estaba andando adentro y ni siquiera se veía el mar. Además justo enfrente estaban haciendo más bungalows por lo que las vistas eran unas obras. Cuando todavía no habíamos ni visto la habitación le dije al chico que seguramente me quedaría con la habitación. Así que hicimos casi todo el camino de regreso para ir de nuevo a la playa donde estaban las habitaciones. Éstas eran una hilera de 5 habitaciones adosadas justo a la playa y con un balcón que además era por donde se accedía, pues las puertas de las habitaciones hacían a la vez de gran ventanal y que a la vez daba a la playa, por lo que desde la cama podías ver la playa. Simplemente eran una pasada. Además por dentro también estaban mejor que los bungalows, pero lo que realmente impresionaba era su ubicación y que todo el frontal de la habitación fuera una gran ventana con vistas al mar. Realmente delante ya no había nada más, aparte de unos árboles que la verdad es que si no estuvieran no pasaría nada, pues tapaban demasiado la vista, pero en cualquier caso eran árboles y no ningún edificio.
Así que volvimos a la recepción, pagué los 600 bates de sobre-coste por las 4 noches y me ayudó a llevar el equipaje hasta la habitación, que además ya había puesto en marcha el aire acondicionado al enseñar -mela por lo que fue entrar y sentirme en la gloria.
Primero me duché y después salí 5 minutos al balcón a sentarme un rato simplemente mirando hacia el mar. Qué maravilla y qué tranquilidad, pues en otros lugares puedes encontrar algo similar, pero no a ese precio y con esa tranquilidad. A diferencia de Koh Tao, aquí el turismo se veía más moderado, ni tanto, ni tan alcohólico, ni tanto mochilero.
Bajé a comprar agua y una cerveza a un supermercado que estaba justo debajo de las habitaciones, pero estaba cerrado. Así que fui a otro a pocos metros, prácticamente dentro del mismo resort, y todo era carísimo. Un agua 25 bates y una cerveza 60, cuando incluso en Koh Tao, en un 7-elevan, estaban por 48. Así que sólo compré el agua y la cerveza sin mirar nada más, pues por la tarde ya buscaría un 7-elevan que son mucho mas baratos y tienen lo mismo. Eso sí, seguramente quedaría lejos porque en esa zona sólo había un local de alquiler de motos, algún restaurante y una agencia de tours.
Después ya fui a buscar el primer lugar donde almorzar en Koh Phangan, pues ya eran las 15h. Miré los 2 restaurantes de al lado (o dentro) del resort y me parecieron demasiado pijais, de un estilo que no me acaba de agradar, pues son restaurantes sólo para turistas. Así que caminé unos 100 metros hasta el Little Mexico que había visto al venir y que estaba casi en la carretera. Pero al mirar la carta aluciné. Era un restaurante mejicano pero con precios europeos. No pensaba pagar hasta 4 o 5 veces mas por tacos o burritos que al cabo de un mes me hartaría de comer en México mismo. Así que aunque me hubiera hecho gracia, seguí andando poco más de medio kilómetro hasta llegar a la carretera donde el primer restaurante que vi fue Fatman. Éste también era más caro de lo normal pero al menos servían comida tailandesa. Ademas, parecía que no pero ya estaba a 10 minutos andando de la habitación.
Estaba totalmente vacío, supongo que por la ubicación y sobre todo por la hora, pues ya todo el mundo había almorzado. Pedí arroz basil con chilli y cerdo. Un plato similar a un sitio menos turístico habría costado unos 40 o 50 bates, y aquí 110. En cualquier caso son unos 3€ y la verdad es que estaba muy bueno y muy bien presentado, mucho más que en los lugares donde lo venden por 50 .Y de hecho cómo debe ser, ya que si pagas mas al menos que sea por algo. Además el restaurante estaba muy bien. Era familiar pero muy decorado y muy agradable. Lo malo las guindillas que había por todas partes, dragones, arañas e incluso ciempiés caminando por debajo de la mesa. A mí me daba un poco de angustia pero si vas a sitios como estos te tienes que acostumbrar quieras o no, así que simplemente iba controlando que el ciempiés no me subiera por la pierna y ya está, porque el resto de guindillas ya se apartan solos.
Comí muy bien la verdad, el plato estaba muy bien preparado y la carne de cerdo muy bien hecha. Cuando fui a pagar, el señor me interesó por qué hacía allí, supongo que al verme solo le llamó más la atención. Me preguntó lo típico, de dónde estaba, cuántos días me estaba, dónde, etc., y como todo el mundo con mucha amabilidad y una gran sonrisa. Nos despedimos y volví hacia el hotel a dormir un rato para estar bien despierto hacia las 18:30h cuando empezara a ponerse el sol. Así que hacia las 16:30h fui a la siesta hasta las 18:15h que me había puesto el despertador porque si no habría dormido muchas más horas debido a que ese día me había despertado pronto y estaba ciertamente cansado, pues éstos trayectos, aunque vayas sentado, con el calor, arrastrando la maleta arriba y abajo del barco y más los dos kilómetros caminando hasta el hotel, al final todo se nota.
Me desperté gracias al despertador porque de hecho estuvo sonando unos minutos antes de que me despertara. Miré por la ventana y ya se veían las típicas nubes delgadas que acaban apareciendo siempre a esa hora por mucho sol que haya hecho durante todo el día y que te acaban tapando la puesta de sol.
Me tomé un café mientras miraba por la ventana hasta las 18:45h que salí el balcón. El sol se veía un poco pero volvía a esconderse enseguida detrás de las nubes. Los últimos 15 minutos de la puesta ya quedó escondido y no se vio el tramo final, como toda la última semana que llevaba intentando ver la puesta del sol en la playa.
Con la decepción un día mes, aunque ya me estaba acostumbrando, miré correos, me duché por tercera vez en ese día y fui a comprar al 7-elevan mes cercano que encontré por Google Maps , que de hecho no estaba demasiado más lejos que el restaurante al que había ido a comer. Y fue un descanso, porque la primera búsqueda que había hecho, la había hecho rápida y sin conexión y me decía que el mes cercano estaba a 21 kilómetros, así que perfecto.
El principal problema era que había que llegar por la carretera, casi 10 minutos andando de noche y sin luz alguna. Pero no era el único, me crucé con varias personas que también iban. Ademas casi no pasaban coches e iba con la linterna del móvil puesta en marcha para ser mas visible ya que en algunos tramos la luz era inexistente.
Lo que faltaba saber es cómo serían los precios del 7-elevan a Koh Phangan, y resultaron ser un intermedio entre los precios continentales y los precios de Koh Tao, por tanto más baratos de lo que había estado pagando en los últimos 4 días y mucho más baratos que el Big K donde había comprado el agua y la cerveza hacía pocas horas.
Así que compré más agua y cena por aquella noche, pues seguramente acabaría cenando hacia las 23h y caminé un poco más por la carretera para investigar qué más había, sobre todo restaurantes, pues a diferencia de todos los lugares donde había estado hasta entonces, ahí había pocos. Y de hecho no encontré ningún mes, así que di media vuelta y volví hacia la zona del resort.
Estuve hasta las 22h por la playa justo delante de la habitación donde cada vez se respiraba más tranquilidad. A diferencia de Koh Tao, aquí había menos animación nocturna. Aunque ésta es la isla de la Full Moon Party, esto no quiere decir que toda la isla sea de fiesta y alcohol, algo que se agradece. De hecho sobre las 22:30h incluso ya cerraban muchos de los restaurantes que podía ver desde la habitación y la zona quedaba vacía de gente. De todas formas ésta no era una zona masificada, más bien todo lo contrario, pues con sólo dos resorts y algún restaurante, éste era un lugar bastante aislado y escondido, de hecho el nombre lo decía todo, Secret Beach, pues realmente parecía un sitio secreto e incluso daba cierta sensación de privilegio o exclusividad estar en ese resort.
Hacia las 23h cené en la habitación, como ya era habitual así como lo que comía, pasta con pez en lata. Puede parecer cutre pero lo cierto es que tanto la pasta como el pescado estaban más buenos de lo que parecía. Todo mientras miraba «La que se avecina» como también ya era habitual.
Y a las 00:30h fui a dormir con aire acondicionado por primera vez desde que estaba en Tailandia. ¡Qué diferencia y que viene dormí! Éste ya era el séptimo hotel en el que dormía en este viaje y probablemente el mejor hasta entonces, tanto por la ubicación como por los servicios. Además, este resort estaba especialmente pensado para trabajadores digitales nómadas, una forma de vida cada vez más extendida entre aquellos que tenemos la suerte de poder trabajar con sólo un PC y conexión a Internet desde cualquier lugar del mundo. Pues este resort ya se anunciaba por este tipo de trabajadores, y ahora que estaba allí, podía ver el porqué. Para empezar la conexión a Internet más rápida hasta entonces, y eso que estábamos en una isla. La habitación bien preparada para poder trabajar en ella así como en la terraza del resort con mesas individuales reservadas para la gente que tuviera que trabajar con unas fantásticas vistas al mar. ¿Qué más se puede pedir? En ese momento, yo nada más.