Dos meses después de iniciado el viaje, llegaba el día de volver a casa. Estando en el último día del viaje no podía estar más contento y satisfecho de cómo había ido. Era el primer viaje que hacía sol y lo que el primer día eran preguntas y preocupaciones, ahora eran experiencias y conocimientos que ya nunca olvidaría. Un viaje que me cambió la vida por el hecho de que fue lo que me permitió perder el miedo de hacer viajes largos y solo.

El trayecto sería relativamente rápido, de unas 20 horas teniendo en cuenta la escala que haría en Lisboa, y los vuelos serían con TAP Portugal. En aquella época todavía no había compañías low-cost que hicieran vuelos transatlánticos, pero de todos modos, el trayecto Barcelona-Miami ida y vuelta, me costó 450 €. Era un precio bastante económico teniendo en cuenta que en el precio ya se incluía una maleta facturada y comidas.

El vuelo salía por la tarde para hacer el trayecto de noche aprovechando el cambio horario, pero yo dejé el bungalow y me fui ya con todo el equipaje hacia las 9 de la mañana con la intención de visitar el centro neurálgico de Miami Beach de camino al aeropuerto. Justo allí es donde tenía que hacer el transbordo entre autobuses para llegar al aeropuerto y quería aprovechar esa parada, que ya había hecho en la ida, para dar una vuelta por la zona. Antes de salir del bungalow había subestimado el calor que hacía y el peso de la maleta y la mochila.

Así pues, ya utilizando Google Maps y Moovit fui a la carretera principal, justo frente al recinto donde estaban los bungalows, y caminé unos metros hasta llegar a la parada del bus. Sólo tenía $ 5 y aunque ya tenía alguna idea de que en los buses no daban cambio, al ser una situación en la que aún no me había encontrado nunca, pensaba que era algo medio relativo y que de alguna manera u otra te acaban dando cambio. Pero no, cuando subí al bus con el equipaje y mi billete de $ 5, el chofer me dijo que podía comprar un billete de un día, es decir, para poder hacer viajes ilimitados durante todo un día. Esto podía estar bien en según qué situación, pero para mí en ese momento no tenía ningún sentido, pues ese día sólo haría un trayecto, que el precio normal era de $ 2. Incluso noté que al chofer le dolía no poder darme cambio, por eso me explicó cómo funcionaban las tarifas y pudiera aprovechar mejor aquellos $ 5, algo que no podría hacer. Pero en cualquier caso me quedó claro que los chóferes de los autobuses americanos no pueden dar cambio ni que quieran, pues la caja está completamente cerrada y ni ellos la pueden abrir.

Así pues, compré el billete para todo el día y recorrí los 11 puestos hasta el centro neurálgico de Miami Beach y cuando aún me quedaban 3 paradas para llegar a la parada donde tenía que hacer el transbordo. Bajé unas paradas antes para ir paseando desde ese punto hasta donde tenía que hacer el transbordo, que quedaba a 1 kilómetro aproximadamente.

Sobre el papel parecía una buena idea, pues aprovechaba el trayecto hasta el aeropuerto para ver un poco una de las zonas mas conocidas de Florida, ahorrando así tiempo y dinero. Pero había que tener en cuenta la temperatura, la humedad y el peso del equipaje, aparte de que me quedaba un día largo por delante. Así pues, en cuanto bajé del bus y empecé a caminar con todo el equipaje encima, no pasaron ni dos minutos que empecé a sudar como un cerdo y al ser consciente de que llegaría al aeropuerto cansadísimo. Eso si, por fin veía una de las playas más famosas del mundo, pues ahora iba caminando por el paseo marítimo principal de Miami Beach.

Era muy sorprendente ver canales circulando paralelamente a la carretera principal por la que íbamos con yates de todo tipo allí amarrados como si fueran coches aparcados en la calle. Era muy normal ver un Lamborghini junto a un yate de 15 metros de eslora. Era un espectáculo ver tanto lujo por metro cuadrado.

Caminé por los pies de aquellos edificios que sólo había visto en las fotos del skyline típico mientras disfrutaba de aquellas playas sorprendentemente limpias y vacías, y de aquellas temperaturas más propias de un mes de agosto que de un mes de diciembre como estaba.

Supongo que aún era demasiado pronto para que hubiera demasiada gente en la playa y mes en pleno diciembre, lo que me permitió pasear casi solo por unas playas donde normalmente no se cabe, de hecho no costaba demasiado imaginarse ese mismo lugar la noche anterior llena de gente gritando.

Apenas llevaba 30 minutos caminando cuando decidí ir hacia la parada del bus para coger lo que ya me dejaría en el aeropuerto. Hacía mucho calor y estaba sudando ya demasiado considerando que todavía me quedaba un largo día por delante. Ya había paseado por los lugares mas emblemáticos de Miami Beach dando así el viaje por terminado, al menos en cuanto a visitas, pues aún quedaba llegar a casa.

Esta era la primera vez que utilizaba la app Moovit para moverme en transporte público y conforme mes lo utilizaba mes alucinado quedaba. Hay que tener en cuenta que esta app se basa mucho en la colaboración de sus miembros, por lo que en núcleos urbanos importantes y con palabras usuarios, la información que se encuentra es mucho más exacta que en ciudades más pequeñas. Allí en Miami era increíble lo bien que funcionaba, como la app me decía que mi bus llegaría en 2 minutos y al cabo de 2 minutos exactos ver cómo llegaba el bus en la parada. Simplemente flipaba de lo fácil que era moverse en transporte público con GPS y la app adecuada. No hacía ni un mes que lo hacía así pero ya me costaba creer como lo había hecho hasta entonces, aunque toda la primera mitad de ese mismo viaje lo había hecho sin GPS ni Moovit.

Justo al inicio de aquel segundo trayecto en bus que haría hasta llegar al aeropuerto, cruzaba el puente que une Miami con Miami Beach, puente que había cruzado a pie dos meses antes y que aún ahora me costaba creer , y mas apreciando en el bus el largo que es. La había cruzado justo el primer día del viaje, el día que mas motivado y descansado estás, aún así fue de un por lo que no lo consigo, pues era el primer día del primer viaje largo y sol que hacía, por el que la experiencia era nula y al preparación para hacer esa excursión fue del todo insuficiente, por no decir ridícula.

Al cabo de unos 45 minutos llegamos a la estación donde haría el transbordo al tren que ya tenía parada en el aeropuerto. Tan esta última parte del trayecto como el propio aeropuerto ya me conocía un poco más por lo que no tuve ningún problema en llegar y hacer el check-in.

Lo primero que hice una vez en el aeropuerto, fue ir al baño y cambiarme de camiseta, pues la caminata por Miami Beach me había dejado bien sudado. Me lavé un poco y me cambié quedando todo listo para embarcar y volver a casa.

El trayecto sería con escala en Lisboa y con la compañía TAP Portugal. El vuelo hasta Lisboa fue bastante puntual pero el de Lisboa a Barcelona no tanto, de todos modos en ese punto ya poco me importaba la puntualidad de los vuelos, pues ya quedaban pocas horas para llegar a casa y en ese momento sólo tea tiempo para analizar el viaje y aquella experiencia de dos meses que acababa.

Dos meses tampoco era tanto pero para mí sí que era lo máximo que había pasado fuera de casa, y ahora, al llegar a Barcelona y volver a ver lugares conocidos, empezando por el propio aeropuerto, la sensación era muy extraña. Había sido dos meses viendo cosas nuevas cada día y sin saber qué haría al día siguiente con esa sensación de novedad constante y vida nada monótona, y ahora volvía a ver lugares conocidos ya tener esa sensación de vida más previsible y más aburrida, al menos para mí.

Pero lo importante en este caso era que me había atrevido a hacer el viaje solo, que todo había ido mejor de lo que me esperaba y que en tan sólo dos meses había experimentado un crecimiento personal que no habría conseguido en años si me hubiera quedado en casa. Ya estaba en casa pero sabiendo que aquel sería el primero de muchos otros viajes largos y seguramente solo que haría por todo el mundo. Si dos meses antes tenía dudas, ahora ya no tenía ninguno, bien, si, a qué lugares iría la próxima vez.

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