Ese día a las 4 de la madrugada ya estaba despierto supongo que por haber dormido unas 7 horas y no aguantar más el calor. Ya me estaba bien levantarme a esa hora porque era cuando Internet iba mejor y con diferencia, de hecho por la noche era el único momento en que podía conectarme desde el portátil, ya que lo tenía dentro de la habitación donde todavía llegaba peor que en el balcón donde me conectaba con el móvil.

Así que aproveché este breve espacio de tiempo en el que todavía se podía hacer algo por Internet para mirar el tema de los traslados entre las islas de Koh Tao (donde estaba ahora), Koh Phangan y Koh Samui, las 3 islas del Golfo de Tailandia que visitaría. Finalmente vi que no sería tan fácil llegar a los hoteles de las otras dos islas como lo había sido llegar al resort donde estaba ahora, que estaba a sólo 1,5 kilómetros del muelle. De hecho, en la siguiente isla que iría, en Koh Phangan, no había más opción que llegar al muelle que quedaba a 4,3 kilómetros del hotel que había reservado, un hotel que ya no podía cambiar y que además tampoco quería porque eran unos bungalows muy cerca de la playa Secreat Beach que está encarada al oeste para ver las puestas de sol. Así que reservé el ferry a Koh Phangan que era ya al día siguiente por 360 bates, unos 10€, no veas. Eso sí, sería en el catamarán rápido que llega en dos horas.

Intenté buscar las mejores opciones para ir desde el muelle de Koh Phangan al hotel pero la información era muy escasa y toda en la misma dirección: un taxi. En estas islas no hay buses de línea o cosas similares. Lo más parecido son los taxis colectivos, una especie de rancheras donde detrás caben unas 10 personas bien juntitas y va siguiendo una ruta que más o menos se adapte a los pasajeros. Por lo que la idea era llegar al muelle y ahí mirar qué opciones había. En el peor de los casos iría hasta el hotel andando, total sería poco más de una hora. Si quería evitarlo era por el calor que haría y que dificulta enormemente cualquier caminata y más con la maleta.

El problema vino cuando fui a reservar el trayecto de Koh Phangan a Koh Samui que sería para 4 días después. Aquí estaba la opción del ferry normal que sólo costaba 150 bates (4,30€) pero que me dejaba demasiado lejos del hotel. Lo que me ahorraría con el ferry debería pagarlo en taxi. La otra opción era el catamarán que costaba 300 bates, pero que me dejaba en un puerto que quedaba mucho más cerca del hotel. Pero además el hotel que había reservado estaba en Chaweng, una de las playas con más fiesta pero que da al este, por lo que no vería la puesta de sol. Por todo ello miré si había hoteles en la costa oeste, cerca del muelle y que fueran más baratos. Encontré uno pero en el momento que escribo este post aún no lo tengo decidido.

A las 6 de la mañana ya se empezaba a notar una ralentización en la conexión por lo que aproveché para ducharme, tomar otro café, escribir el periódico y prepararme para salir a dar una vuelta. Por la mañana iría a pasear cerca del hotel y al por la tarde a un mirador de la isla a casi 5 kilómetros del hotel pero con buena parte del camino de subida.

A las 8 de la mañana iba hacia la playa donde a esa hora podía estar prácticamente solo y el calor todavía era suficientemente soportable. Antes dejé la ropa en la lavandería del mismo hotel ya que al día siguiente se marchaba. Sí, hacía apenas 4 días de la última colada pero es que al menos utilizaba dos camisetas al día. Aquí, todas las lavanderías que vi costaban 50 bates por kilo, algo más que en otros lugares de Tailandia debido supongo a lo caro que es obtener el agua. La mujer me dijo que la ropa estaría a las 17h por lo que tendría tiempo para hacer la maleta e ir a dormir en breve.

Me daba la sensación de que la marea cada día era más alta, pues se había comido más de la mitad de playa dejando una imagen aún más guapa que de costumbre gracias a la poca profundidad del agua y los reflejos de la luz del sol . La tranquilidad y paz que se respiraban te absorbían y relajaban de forma inmediata. Era la mejor manera de desconectar por completo y simplemente mirar al mar sin pensar en nada. Estuve allí entre palmeras y arena fina hasta las 10 de la mañana que fui a hacer un desayuno como los tailandeses, es decir, un plato bien contundente de pasta y carne, aunque para mí ya sería el almuerzo, pues ¡ya hacía casi 7 horas que me había despertado!

Fui al mismo restaurante que los días anteriores, de hecho restaurantes locales no había ninguno mejor y los demás eran por guiris, a los que nunca voy. Esta vez pedí a Padthai con cerdo. Parecían como tallarines con cebolla, zanahoria y otras verduras y todo ello mezclado con la carne de cerdo. Y como siempre, algunos trozos de pepino, que todavía no he entendido porqué lo ponen en todos los platos, literalmente. Estaba bueno como todo, pero lo que más me había gustado fue el del día anterior, el arroz basil con huevo y carne de pollo o de cerdo. El plato costó 70 bats (2€) aunque diría que en la carta ponía 60. No dije nada porque de hecho ya me extrañaba que fueran 60 bates cuando normalmente todos costaban al menos 70 bats.

Y sobre las 11h volví al hotel a descansar un rato. Aún no era ni mediodía y ya iba a dormir la siesta. De hecho, este horario me gustaba más porque podía aprovechar las mejores horas de conexión a Internet y pasear cuando el calor aún no era insoportable.

El resort era muy tranquilo, de hecho sólo se escuchaban los pajaritos, por lo que era fácil dormir a cualquier hora.

Hacia las 14h me desperté, me duché y tomé un café mientras escribía este diario. Ahora sí que la conexión iba fatal, por lo que aproveché para escribir el periódico un buen rato. Aquella tarde quería ir a un mirador que quedaba en el sur de la isla y en el interior, por donde todavía no había ido. Eran poco más de 4 kilómetros por lo que sería una hora larga caminando. Quería esperar a que fueran hacia las 16h para que no picara tanto el sol pero tuve que salir rápido ya que a las 17h tenía que estar en el hotel para recoger la ropa, pues a las 17h ya cierran la recepción y tenía que hacer la maleta esa misma tarde.

Así que a las 14:45h salía del hotel en dirección al mirador. Debía llegar a la misma carretera por la que había ido el día anterior hasta la isla de Koh Nang Yuan pero ahora en dirección contraria. Llegué a la carretera pasando por un pequeño, muy pequeño, mercado que aún no había visto, y empecé a andar por el arcén.

Pero cuando no había andado ni un kilómetro por la carretera sin arcén, me lo pensé mejor y volví atrás, no me veía capaz de hacer todo ese camino por la carretera. Por ese tramo pasaban más coches que por el tramo del día anterior, seguramente debido a que quedaba entre el muelle y la zona de los hoteles. De hecho, aunque los coches se apartaban mucho, lo veía algo peligroso. Ademas casi todo el camino era de subida y el calor a esa hora era simplemente insoportable. Coger un taxi por eso no valía la pena ya que la excursión perdería la mitad de su gracia. Así que di una vuelta por esa zona que aún no había visto pero fuera de la carretera y por la sombra.

Aparte de que hacer la excursión en taxi no tenía demasiado sentido, uno de mis objetivos en este viaje era justamente no tomar ningún taxi, que parece fácil pero no lo es. Hasta entonces lo había conseguido y ya llevaba 3 semanas de viaje, pero en el momento que escribo estas líneas, acabo de reservar uno, más o menos. Ya se contará en el siguiente post.

Al cabo de un rato compré una cerveza y me la tomé a la sombra de una palmera de la playa. Me dediqué a pasar un rato tranquilo en medio del paraíso, algo que de vez en cuando va muy bien y más después de 3 semanas sin parar.

Así pues, pasé de tener que andar durante casi 3 horas haciendo una excursión hasta uno de los puntos más elevados de la isla, a quedarme tumbado en la playa a la sombra de una palmera con una cerveza y mirando en el mar. Me dolía no haber ido al mirador, pero ahora que estaba allí, lo prefería a tener que estar caminando montaña arriba.

A las 17h fui a recoger la ropa de la lavandería que ya tenían preparada y que me dieron sin apenas presentarme, después al 7-elevan a comprar la cena por aquella noche y después a preparar ya la maleta . Hacer la maleta era una de las cosas que menos me gustaba y me veía obligado a hacer cada pocos días. Ya procuraba no deshacerla demasiado para unos 30 minutos ya tenerlo todo preparado. Además, después de tantas veces de haberla hecho, el proceso era cada vez más rápido, pues todo iba siempre al mismo sitio.

A las 18h ya lo tenía todo hecho y volví a la playa para quedarme hasta la puesta de sol, aunque como ya era habitual, aparecieron las nubes delgadas de siempre que fueron exactamente la última media hora del atardecer. Mi último día en Koh Tao y el séptimo intentando ver la puesta de sol en el mar y aún no había podido ver ninguna completa desde la playa.

Así que a las 19h volví al bungalow sin haber visto un día más la puesta de sol. Volví a mirar un poco cómo ir al día siguiente desde el puerto al hotel de Koh Phangan, que no era fácil, pues estaba a 4 kilómetros de donde me dejaría el ferry y no había ninguna información de ningún transporte público. Si que se hablaba de taxis colectivos que recogían a unos 10 pasajeros en el mismo muelle y hacían rutas más o menos fijas hacia los sitios más habituales de la isla, por lo que seguramente iría con uno de estos taxis colectivos. Era eso o andar.

Acabé de recoger las cosas, cené mirando a Netflix y fui a dormir en breve, hacia las 20:30h, aunque hasta las 21h pasadas no me dormí por culpa del calor. La intención era despertarse al día siguiente a más tardar a las 6 de la mañana e ir a hacer el check-out hacia las 8:30h.

Llegaba el final de mi estancia en Koh Tao, la isla de los mochileros, quedándome con una mejor sensación de la que me esperaba, pues la isla no estaba saturada de turistas y todos eran muy respetuosos. La isla muy limpia, muy salvaje y la zona de hoteles una de las más originales que había visto jamás. Koh Tao me había sorprendido muy gratamente.