Me desperté sobre las 7 de la mañana y sorprendentemente casi no llovía. Parecía que ese día sería más tranquilo, sin llegar a hacer solo pero al menos sin llover tanto como el día anterior. De todas formas prefería que no saliera el sol porque es peor andar bajo el sol que bajo la lluvia.
Me duché, tomé un café con taza buena y leche mientras escribía el periódico como todas las mañanas y leía noticias o me ponía al día con las cuentas. Hacia las 10h salí a dar una vuelta ya que la poca lluvia que caía hasta entonces había parado por completo. No hacía sol pero casi mejor, pues así al menos el calor no era tan intenso. Si no tenía más remedio, saldría lloviendo, pero ahora que casi había parado no podía desperdiciarlo. De hecho era el mejor momento, ni mucho calor ni mucha lluvia.
Caminé por la carretera en dirección norte, por donde había venido el primer día, para encontrar un camino que llevara hasta la playa. Muchos de los caminos eran privados o pertenecían a algún resort, por lo que la caminata por la carretera fue de unos 10 minutos hasta que por fin llegué a un camino de arena que iba directo a la playa.
Era sorprendente ver muchas de las casas hechas de madera, de troncos de árbol tal cual, y que incluso parecían hechas por los propios propietarios. También bares de madera muy auténticos, con poca gente y acogedores. Todos los caminos de arena y en ese momento embarrados y con charcos debido a las mas de 24 horas seguidas que hacía que llovía de forma torrencial. Y prácticamente toda la manzana estaba así, pues aparte de la calle principal, pocas calles más estaban asfaltadas, haciendo que todo fuese un barro.
Me costó un poco encontrar el camino hasta la playa ya que eran caminitos muy pequeños y envueltos que subían y bajaban sin una lógica clara, pero con la ayuda de Google Maps finalmente llegué a una zona de casitas que pasando- en medio, de hecho parecía que estuviera pasando en medio de una comunidad, te permitían finalmente llegar a la playa. Evidentemente no era el mejor día para ver la playa, pues el día era gris, el mar estaba muy movido y fangoso por las lluvias, pero la vista ya era bastante bonita, pues en el horizonte se veían un montón de pequeñas islas y en la playa palmeras y arena fina.
Estaba completamente solo por lo que la tranquilidad y la paz eran absolutas, sólo oyendo el sonido de las olas y de las hojas de las palmeras moviéndose con el viento.
Al cabo de un rato volví a la carretera, pero ahora fui en dirección sur. Pasé el hotel y seguí andando más allá de dónde había llegado los días anteriores. A diferencia de otras poblaciones de Tailandia donde los mercados son como una institución, aquí por el momento no había visto, pero ese día era domingo y casualmente encontré el llamado mercado de los domingos. Un mercado suficientemente grande teniendo en cuenta la población y que era totalmente de alimentación. Desde platos preparados a frutas de todo tipo, muchas que nunca había visto, o dulces hechos por las mismas vendedoras. Eso sí, el suelo parecía un humedal, con mucho barro que hacía que incluso fuera difícil andar. De hecho los propios vendedores ponían maderas en el suelo para que la gente pudiera caminar sin hundirse media pierna.
Una vez visto todo el mercado y cuando ya estaban casi las 12 del mediodía, busqué un camino que me permitiera adentrarme un poco hacia el interior de la isla, pues está lleno de parques naturales y zonas no moradas. De hecho, la mayor parte de la isla podría decirse que es salvaje. Fui hasta un camino un poco más al sur del mercado que permitía entrar un poco hacia el interior de la isla. Ahora sí que me alejaba de la poca civilización que había en esa zona. De hecho, a pocos metros de la carretera ya sólo se veía vegetación.
Al principio del camino todavía se veía alguna casa, pero poco a poco fueron desapareciendo para pasar ya sólo a espesos bosques, pequeños arroyos, pájaros de todo tipo y sobre todo una vegetación muy abundante y diversa. Árboles de más de 20 metros de alto, plantas que nunca había visto y muchas mariposas, algunas gigantes, pero gigantes me refiero a que al menos hacían un palmo. Todo un espectáculo natural a menos de medio kilómetro del hotel.
A diferencia de la carretera donde se pueden ver bares u hoteles, aquí, todavía a pocos metros adentro, ya no se veía ninguna. Sólo casas de gente local que incluso parecían hechas allí donde querían, tal cual llegaban a un lugar allí construían la casa. Y de hecho, conforme te vas adentrando cada vez mas, ya ni casas de locales.
Caminé cerca de una hora y ya di media vuelta para volver a la carretera. Algo que me sorprendía y que después leí por Internet, era la diversidad religiosa y cultural de esta isla. Musulmanes, budistas, chinos, gitanos,… y todos viviendo en perfecta armonía. Era algo que no se veía en Bangkok y que no imaginaba que fuera así en esa isla. El primer día pensaba que era por la zona, pero por lo que se ve es toda la isla la que tiene esta diversidad cultural. No tabique, lo primero que vi al llegar a mi hotel, fue una mezquita y una familia musulmana de propietarios del hotel.
Fui a comprar a un supermercado más grande que el que había ido hasta entonces, que era un muy pequeño y casero al lado del hotel, donde por fin pude comprar una cerveza, pues al otro directamente no vendían, supongo que porque los propietarios eran musulmanes. Además compré café que ya se había acabado y eso sí que es importante. De hecho esto ya era un supermercado con cara y ojos, todavía pequeño pero ya me todo lo que podría necesitar por entonces. Ademas pude cambiar uno de los 3 billetes de 1000 bates que tenía, lo mas alto que hay, y que era complicado poder cambiar.
Volví al hotel al que llegué en 2 minutos para dejar el bolso con la compra. Estaba bien porque todo quedaba cerca y podía ir andando. Fui en un momento a la casa/minisuper de al lado donde había una mujer que vendía carne ya preparada ahí fuera a la acera, bueno, por donde andábamos los peatones que estaba entre la carretera y donde empezaban las casas, un trozo de hierba, arena y barro. Compré 4 pechugas de pollo rebozado por 40 bates, 1€, y volví a la habitación a comer las 4 pechugas de pollo y pasta que había comprado en el otro super.
Antes, me tomé la cerveza sentado en la terraza contemplando las imponentes montañas que teníamos muy cerca con toda aquella vegetación tan abundante ya la vez tan desconocida por mí y cualquier europeo. Era una lástima porque al otro lado del hotel había otra terraza que daba a la carretera y por tanto al mar que estaba a poco más de 50 metros pero que no podía verse debido precisamente a la gran cantidad de palmeras que había entre el hotel y el mar. Al menos tenía dos terrazas donde poder sentarse con vistas a ambos lados y donde siempre estaba solo, pues sólo había una familia mas en todo el hotel.
Hacia las 16h volví a la habitación a comer las pechugas rebozada con fideos, y como siempre, todo picante. Ya no creía que comiera mas fuera mientras estuviera en Koh Lanta, pues los pocos restaurantes que había eran sólo pensados para turistas y la habitación era lo suficientemente grande como para comer cómodamente. Además tenía al lado un buen sitio donde comprar comida casera y local a buen precio.
A las 16:30h acababa de comer y aunque estaba en el hotel intenté no dormir la siesta, algo que por extraño que pueda parecer, conseguí. A las 19h quería estar en la playa a ver si se veía la puesta de sol, lo que dudaba mucho como estaba el día, pero que sólo podría hacer si ahora no iba a dormir. Eso sí, me estiré a descansar un rato con el ventilador a tope. Tenía aire acondicionado pero iba bastante mal y tardaba tanto en empezar a enfriar que era mejor el ventilador. De todas formas, pues la habitación estaba bastante bien aunque fuera el calor era terrible. Por el contrario en Bangkok la habitación parecía una sauna.
A las 17:30h me duché y salí con la ropa sucia para ir a una de las dos lavanderías que había visto por 40 bates el kilo de ropa. A la primera que fui y que me parecía la más cercana y que además quedaba de camino a la playa, o estaba cerrada o en ese momento el propietario no estaba, así que fui a la otra que ya estaba en dirección contraria. Al menos todo quedaba cerca de la carretera por lo que no tenía pérdida. Ya eran las 18:20h así que tuve que acelerar algo. La otra sí que estaba abierta en cuanto dejé la ropa, la pesó, 1,5 kilos, y fui rápido hacia la playa. En el cielo se veía algún claro pero había muchas nubes así que ya apenas tenía ninguna esperanza de ver la puesta de sol en el mar, pero al menos quería verlo.
Y efectivamente, cuando llegué hacia las 18:40h, a pesar de verse dónde estaba el sol, éste ya quedaba bastante tapado, pero el tema es que conforme más se fuera acercando a la línea del horizonte más tapado quedaría, pues aún había más nubes. Sin embargo la imagen era muy bonita y me quedé unos minutos sentado entre palmeras mirando al horizonte donde se veía la isla de Phi Phi Leh, donde se encuentra la famosa playa de la película La Playa. Ya era consciente de la buena elección que había hecho yendo a esa isla, pero en ese momento aún más. Estaba solo en una playa paradisíaca rodeado de palmeras y arena blanca con el sol escondiéndose detrás del mar y viendo una de las islas más famosas del mundo. Parecía mentira que aún pudieran encontrarse playas como aquella sin nadie. Era impresionante, como estar en una isla desierta.
Hacia las 19h y cuando ya casi estaba oscuro, volví hacia el hotel, pues andar de noche por aquellos caminos era un peligro ya que no hay ninguna luz artificial y el suelo estaba lleno de charcos, y yendo con chancletas no habría parado de mojar los pies en esa agua fangosa. Sin considerar ya que probablemente me hubiera perdido a pesar de estar a 100 metros del hotel.
Antes de entrar en el hotel fui a la casa de al lado donde estaba el minisuper y la mujer vendiendo carne en la acera donde compré carne rebozada similar a la que había comprado la mañana. A pesar de estar en carretera, la luz artificial aquí también era muy escasa, hasta el punto de que para volver al hotel, a menos de 20 metros, tuve que encender la luz del móvil para no poner el pie en alguno de los muchos agujeros que había.
Una vez en la habitación tomé una cerveza Chang, típica tailandesa, mientras miraba cómo ir al día siguiente a Koh Phi Phi Leh, una de las islas más famosas, ya no de Tailandia, sino del mundo por aparecer en la película de La Playa cuando Leonardo di Caprio descansa sentado sobre la arena blanca. La isla queda bastante cerca de donde estaba, Koh Lanta, pudiendo llegar en menos de dos horas en ferry. Y ahí fue donde cometí la peor cagada hasta entonces en todo el viaje. Ya no había plazas disponibles en el ferry para ir a la isla. Ya sólo a partir del día siguiente, que ya no podía porque ya se marchaba a Krabi, así que me quedé sin poder ver la famosa playa de La Playa. Si lo hubiera mirado el día antes lo habría encontrado.
De todas formas tampoco me supo demasiado grave porque no era algo que me hiciera una gran ilusión. Si que la quería ver, pero si no, tampoco pasaba nada, ya que es un lugar con demasiados turistas y muy caro para ir, pues al ser tan turístico se aprovechan, y eso es algo que me cabrea mucho, no por pagar más de 25€ por 2 horas de trayecto, sino más bien por la estafa al turista que esto representa. Estas cosas no me gustan en absoluto y de hecho siempre las evito. Estar tan cerca de una isla tan famosa y no poder ir me daba rabia, pero no tanta como ser parte de un remate de guiris siendo estafados continuamente por tailandeses aprovechados en un lugar donde se ven mas turistas que mayores de arena. De hecho leyendo por Internet, las opiniones eran nefastas, ya no sólo por el servicio de los distintos operadores, sino porque incluso había días en que los barcos no podían ni parar de la cantidad que ya había parados. p>
A las 22h cené en la misma habitación la carne que acababa de comprar y pasta que ya tenía aprovechando para ver noticias. No me gustaba quedarme demasiado desconectado de la realidad, aunque algún día debería hacerlo y más estando en el paraíso…
Y hacia las 23:30h a dormir que ya llevaba muchas horas despierto y no había hecho siesta. Fue un día bien aprovechado después del día anterior que lo pasé casi todo en el hotel observando el monzón por la ventana. Ya había leído sobre esta isla, pero no dejaba de sorprenderme cómo podía mantenerse tan alejada del turismo estando tan cerca de otras islas infestadas de turistas. Había visto locales viviendo de lo que pescaban y otros de lo que cultivaban totalmente ajenos al boom turístico que estaba viviendo su país. Poder andar bajo las palmeras por una playa de arena blanca y aguas cristalinas con el sol poniéndose en el horizonte y con la única presencia de 2 o 3 barquitas pescando, es algo no sólo difícil de hacer, sino incluso de describir.