Me desperté a las 7:15h con las mejores vistas de mi vida por tercer día consecutivo. Como llevaba haciendo desde que estaba en Kuala Lumpur me quedaba un rato en la cama leyendo noticias en el móvil, pues se estaba demasiado bien como para levantarse sin disfrutar un rato de esa imagen. Al igual que el día anterior, hoy tampoco tenía intención de salir a ninguna parte, sólo disfrutar del apartamento y subir a la piscina cuando ya fuera de noche a diferencia del primer día que subí todavía de día para ver la puesta de sol.
Después ya me puse directamente a mirar blogs y foros para confirmar que debía facturar una maleta en el trayecto hacia Hawái si todo lo que llevaba pesaba más de 7 kilos. Los dos blogs que leí así lo confirmaban por lo que ya no esperé más. Además quedaba poco por llegar a las 24 horas cuando probablemente ya no podría realizar cambios en la reserva de los vuelos. De hecho, también quería contratar las comidas, pues valían unos 3€ cada una, una ganga comparada con otras aerolíneas, pero ya no me dejaba porque faltaban menos de 48h. Así que al final tuve que correr y quedarme sin las comidas.
Finalmente tuve que pagar 204RM, unos 45€, para facturar la maleta en ambos vuelos. No estaba mal la broma. Haberlo en el aeropuerto podría haberme salido por el doble, pero haberlo hecho durante la reserva quizá por la mitad, así que eso ya me sirvió de lección para la próxima vez.
Y ahora ya sólo quedaba mirar cómo ir del apartamento al aeropuerto en transporte público, y del aeropuerto de Honolulu al hostel.
Pero todo resultó ser más largo de lo que pensaba, de hecho el aeropuerto de Kuala Lumpur estaba a 46 kilómetros del apartamento y debería tomar 3 transportes diferentes. Miré la opción de Grab, que es el Uber asiático, y eran 65RM, unos 14€, por lo que sólo le cogería si fuera totalmente necesario, es decir, si no llegaba a tiempo o si llovía. Evidentemente esta opción era bastante más cara pero en cualquier caso mucho más barata que un Uber en cualquier ciudad europea. De hecho salía por unos 0,30€ por kilómetro.
En Honolulu en principio también sería fácil puesto que por el mismo aeropuerto pasaban autobuses regulares cada 30 minutos que iban hasta el centro de la ciudad. El trayecto en este caso sería de unos 12 kilómetros debiendo realizar un transbordo y pagando un total de $5, pues los billetes no eran integrados. En cualquier caso era una distancia que a malas podría hacerla caminando.
Y ya con todo lo del vuelo del día siguiente hecho y mirados los trayectos que debería hacer, ya escribí el diario un rato, miré correos y todavía respondí a algún WhatsApp de alguna conversación derivada de haberme felicidad dos días antes. Por estas cosas debía aprovechar la mañana ya que parecía que la conexión iba algo mejor. Me parecía mentira que en un edificio tan nuevo y moderno como aquél la conexión fuera tan espantosa.
Hacia las 13h salí a comprar el almuerzo. No sabía qué compraría ni a dónde, simplemente iría mirando los sitios que ya conocía por orden de proximidad y comprar en lo primero que encontrara abierto. Hoy ya no se trataba de investigar sino de ir lo más rápido posible.
El primero era el puesto ambulante de Nasí Lamak de justo frente a los apartamentos, aunque ya suponía que estaría cerrado porque sólo lo había visto abierto por las noches. Efectivamente estaba encerrado, pero entonces vi a un chico que venía con una bolsa típica de comida preparada, por lo que supuse que cerca había algún lugar ambulante que no había visto los días anteriores.
Y efectivamente, en el parking del único edificio que había en toda la calle aparte de los apartamentos y que quedaba justo enfrente, había unos 6 o 7 puestos ambulante con diferentes tipos de comida, desde platos preparados de sopas , arroz, etc, a rotis o pastas dulces. Era perfecta y estaba literalmente a 10 metros del edificio de mi apartamento. En esa zona no había más edificios ni casas pero con todos los que estábamos sólo en mi edificio ya era suficiente para montar un pequeño mercado de puestos de comida.
Entré y recorrí todos los sitios. Al principio iba a comprar una sopa porque en donde la vendían era la única parada que tenía los precios puestos. Cuando no ponen precios me da un poco de rabia y además nunca puedes saber si te están dando el precio correcto. Pero una sopa no me apetecía demasiado por lo que fui a la parada donde parecía que hacían los platos más contundentes.
Como por los nombres de los platos no sabía lo que era nada de lo que venían, aproveché que había 3 o 4 personas pedido y miré si alguno de los platos que pedían me parecía bien. Vi uno con arroz en el curry y muslos de pollo con jugo y me pareció bastante bien, por lo que le dije al vendedor que quería aquél. Lo pedí para llevar, y como ya había visto alguna vez, en vez de ponerlo en una cajita de plástico o similar lo pusieron en bolsas de plástico. Por un lado el pollo con el zumo, por otro lado el arroz envuelto en forma de triángulo con papel grueso, y por otro lado las verduras también en una bolsa. El plato costó 8RM, 1,80€, algo más caro que las sopas que valían entre 5 y 6RM pero este plato era bastante más completo y contundente.
Paseé unos minutos por el resto de paradas mirando las comidas típicas malayas para unos minutos volver directamente hacia el apartamento porque sólo con lo que había comprado ya tendría de sobra, aunque aparte todavía me quedaba uno de los dos Nasí Lamak que había comprado la noche anterior.
Eran las 13:30h cuando iba a comer, poniendo todo el arroz que acababa de comprar junto al de la noche anterior. El de hoy estaba en el curry y el de ayer era con salsa picante y pescado frito, por lo que todo quedó un plato enorme de arroz y bastante bueno. Y en otro plato el pollo con verduras. Tenía un montón de comida y todo por sólo 10RM, 2,30€. Ésta es una de las muchas cosas buenas que tiene viajar al sudeste asiático, mucha comida de todo tipo a precios muy bajos.
Poder salir a la calle y en tan poco rato poder comprar un montón de comida ya preparada por menos de 3€ es algo que se agradece mucho y mas cuando aún recuerdas otras ciudades donde por 3€ no encuentras ni un café.
La conexión a Internet me permitió ver unos minutos de noticias mientras almorzaba, hasta que ya se cansó y pasé a mirar capítulos descargados de Netflix. Al menos alguna noticia pude ver y ponerme mínimamente al día.
Hacia las 14:30h acababa de comer y me estiré pero intentando no dormirme ya que ese día quería ir a dormir pronto, pues al día siguiente quería marchar hacia el aeropuerto a las 9h, pero como casi siempre no pude evitarlo. Cuando me di cuenta ya eran las 17h y había estado durmiendo dos horas como casi todos los días.
Por la tarde aproveché para poner toda la ropa que tenía medio sucia a lavar, pues tenía lavadora y detergente, así que incluso lavé la chaqueta, la mochila y las zapatillas. Hacia la mitad del viaje muy bien alquiló un apartamento con lavadora para poder lavar todo aquello que normalmente no llevas a la lavandería y poder seguir con el viaje como si fuera el primer día.
Después a preparar lo que pudiera de la maleta y ya a tomar un café mientras miraba, como siempre en Kuala Lumpur, por la ventana y escribía el diario.
Hacia las 18h empezó a llover con lo que parecía la tónica general de Kuala Lumpur, una buena tormenta cada tarde de dos horitas. De todas formas a mí ya me estaba bien porque verlo desde aquel apartamento era todo un espectáculo, viendo el rayos caer sobre los tejados de los edificios más altos y que podía ver perfectamente. Me hubiera gustado ver un caer sobre las Torres Petronas pero no hubo suerte, caían en edificios muy cercanos pero ninguna sobre las torres más famosas de la ciudad.
Aquella noche, a partir de las 20h, quería subir a la piscina a bañarme siendo ya de noche, por lo que esperaba que esa hora ya no lloviera, como de hecho fue, y suerte porque éste ya era l último día que podría.
Así que hacia las 20:15h, cuando ya estaba oscuro, fui la planta 8 a buscar la tarjeta especial. Pero esta vez no fue tan rápido, pues la chica me dijo que la planta 48 estaba llena. No sabía que había un límite, de hecho por eso debería ser lo de la tarjeta especial, para evitar aglomeraciones, y de hecho mejor porque así estaba mucho mejor.
La chica me dijo que podía esperar allí, pues normalmente la cosa va rápida. Ya imaginaba que por la noche habría más gente interesada en subir a la piscina y poder ver toda la ciudad iluminada.
Por suerte todo fue rápido, pues en menos de 10 minutos la chica me hizo una señal. Cuando me acerqué por poco me foto la hostia de mi vida delante de ella, pues el suelo estaba muy mojado y mis chanclas resbalaban aún más. De hecho tuve que aguantarme en su mesa por lo que ella lo vio de cerca. Primero hizo un susto y cuando vio que me había podido aguantar entonces no pudo evitar reír fuerza y si no se rió más fue porque yo era el cliente y se aguantó todo lo que pudo. De hecho yo ya tenía cuidado porque ya sabía que tarde o temprano acabaría resbalando.
En fin, hicimos el intercambio de tarjetas y subí a la planta 48. Eran las 20:30h cuando llegaba y efectivamente como mucho había 10 personas. Estaba realmente bien eso de limitar el aforo siempre y cuando sólo tuviésemos que esperar 10 minutos.
Después de mirar unos segundos en el horizonte, me saqué la camiseta y directamente hacia la piscina. Ya hace tiempo que poco me baño en piscinas, de hecho tengo una en casa que hace años que ni toco el agua, pero en esta evidentemente tenía que bañarme. De hecho me moría de ganas de bañarme. Una piscina infinita a más de 200 metros del suelo, con las paredes de cristal y con el típico skyline de Kuala Lumpur frente a ti. Si no tienes vértigo, la sensación es única.
Si ya era espectacular durante el día, por la noche lo era aún más. Quedarse apoyado en la piscina y ya no tener nada más delante, sólo 200 metros de caída y esa imagen, era algo que no tenía precio y muy difícil de describir.
Evidentemente tomé fotos por todas partes, tanto de la ciudad como de la piscina y la terraza. Estuve unos 30 minutos en total de los que más de la mitad simplemente les dediqué a observar el horizonte. De hecho tenía una imagen que mucha gente paga por poderla ver unos minutos, y yo podía verla tanto tiempo como quisiera o siempre si era desde la habitación.
Al día siguiente se marchaba a Honolulu donde dormiría en una habitación compartida por unos 35€ la noche, mientras que aquí estaba solo en este apartamento único por 25€ la noche. Qué diferencia de precios que hay entre ciertos países y que a su vez provoca que ir a según qué lugares compense más bien poco. Aquí en Kuala Lumpur me habría quedado un mes disfrutando de esta ciudad y este apartamento por precios tan bajos.
Apoyado en el límite de la mejor esquina de la piscina y las manos colgando al vacío a más de 200 metros del suelo miraba aquella ciudad ruidosa desde el silencio y la tranquilidad de aquella terraza perfectamente iluminada y decorada. Me habría quedado horas pero no quería acaparar la esquina más…
Hacia las 21:15h di el baño por finalizado y bajé a la planta 8 a realizar el intercambio de tarjetas. Fui rápidamente al apartamento a buscar dinero y hacia el 7-elevan a comprar cena por esa noche y comida para el largo trayecto de casi 20 horas que me esperaba al día siguiente entre vuelos y traslados para llegar al hostel de Honolulu.
Al salir del edificio vi que los 3 puestos ambulante de enfrente estaban abiertos, por lo que ya decidí que parte de la cena sería un Nasi Lamak como el día anterior, pues era barato, había mucha cantidad y estaba bastante bueno.
Y a mitad de camino al 7-elevan, en la zona del restaurante chino donde había comido un día, había un puesto ambulante de hamburguesas diferente al que había comprado el día anterior aunque las hamburguesas parecían iguales. Así que ya tenía decidido lo que cenaría. Nasi Lamak y una hamburguesa de esas.
Fui hasta el 7-eleven donde compré 4 paquetes de tabaco para no tener que comprar en Hawái, 3 bolsas de patatas, 3 o 4 paquetes de galletas y unos panecillos de frankfurt para comer algo de carne durante el viaje. Salí del 7-elevan con un buen bolso lleno de cosas.
Y de vuelta compré dos hamburguesas special como la del día anterior pero con queso por 5,50RM cada una, diez, pues era de las cenas más caras que había comido, o lo que más. Aún así eran sólo unos 2,50€. Finalmente compré otro Nasí Lamak en el sitio ambulante de enfrente el apartamento. Ya lo tenía todo pero me había pasado unos 45 minutos dando vueltas. Ya eran las 22h cuando subía de nuevo al apartamento a terminar de preparar la maleta y hacer una última observada en la noche de Kuala Lumpur desde la habitación.
Hasta las 12 de la noche acabé de lavar la ropa aprovechando que tenía lavadora en el apartamento por primera vez en todo el viaje, preparé la maleta y miré bien todo el transporte público que debería coger al día siguiente . Luego comí Nasi Lamak y las hamburguesas special recién compradas mientras miraba a Netflix hasta la 1 de la noche que fui a dormir con las luces de las Torres Petronas ya apagadas hacía 30 minutos. Puse el despertador a las 6 de la mañana, por lo que no dormiría demasiadas horas.
Y así llegaba en la última noche a Kuala Lumpur y al continente asiático de esta vuelta al mundo. Marchaba hacia América para visitar Hawái, México y Canadá. Se acababan los buenos apartamentos a precios de ganga y, lo que me sabía más mal, las vistas que tenía ahora durante buena parte del día y toda la noche. Al día siguiente dormiría en un avión y la noche siguiente en una habitación compartida con 4 personas más y sin apenas ventanas. Así que tocaba grabar bien esos recuerdos en la memoria y cambiar el chip para devolver al aspecto más mochilero del viaje.
Esta era la primera vez que visitaba Asia y la experiencia había sido mucho mejor de lo que me esperaba. Me preocupaba un poco el tema del idioma y la escritura, nada que ver con la europea, pero la amabilidad y hospitalidad de los asiáticos hacían que cualquier problema pudiera solucionarse rápidamente. En ninguna parte había visto a tanta gente amable y feliz como en Tailandia o Malasia. Los días en Asia se me habían hecho muy cortos y dejaba el continente con muchas ganas de volver.