A las 8 de la mañana me despertaba habiendo dormido sólo 6 horas aunque realmente ya no tenía más sueño, pues el día anterior me había despertado casi a las 17h, por lo que todavía me estaba adaptando al nuevo horario.
Me preparé el café allí en la habitación mientras preparaba mi ruta para el día. La intención era ir hasta la isla de Bang Kachao que contiene el mayor oasis urbano de Asia. Y por extraño que parezca, ese oasis e isla están en medio de Bangkok.
Una vez hecho el itinerario escribí un rato el diario y miré algunos correos. Después a ducharme y prepararme para irme hacia las 11 de la mañana. A esas horas ya había más gente dando vueltas pero aún así nunca encontraba cola en los lavabos o las duchas.
De momento, para llevar pocos desde viaje, por las mañanas sólo les dedicaba a escribir el diario, anotar gastos en el archivo Excel y mirar qué bus coger para ir a donde quería ir.
A las 11h salía del hotel para ir a buscar el autobús que me llevaría a la isla Bang Kachao y que estaba a sólo un par de calles. De hecho estaba entre el ya conocido Khao San Road y la zona de calles peatonales que había alrededor del hotel. Aquella calle era algo caótica justamente por estar tan cerca de Khao San, con muchos coches y sobre todo taxis allí parados. Busqué algo de sombra y a esperar. Por suerte el bus llegó en pocos minutos y la chica me confirmó que iba a donde quería, que estaba casi en la entrada de la isla. El trayecto era bastante largo, lo que sumado al tráfico terrible que hay siempre, hizo que tardáramos una hora en llegar. Estos trayectos, cuando es la primera vez que los hago, no me importan nada por largos que sean, pues te permiten ver la ciudad y lugares que de otra forma seguramente no acabarías viendo. Además, contemplar el tráfico de Bangkok desde dentro de un bus es todo un espectáculo.
La isla Bang Kachao está formada debido a un meandro que hace el río y que por la parte más cerrada del meandro hay un canal que ha provocado que quede una isla. Por lo que, literalmente, la isla es el resultado de una curva que hace uno de los ríos que cruza Bangkok, por lo que ésta queda en medio de la ciudad. Es curioso.
El bus me dejó casi en la entrada de la isla, es decir, antes de tener que cruzar el pequeño canal que unía el río que formaba la isla. Desde allí debía andar unos 5 o 10 minutos para llegar al puente, cruzarlo y entrar ya en la isla.
Pero antes de cruzar el puente busqué algún sitio para desayunar aunque ya eran las 12 pasadas. De hecho, como salía del hotel unas 3 horas después de despertarme, y para mí estos desayunos eran demasiados, ya hacía una especie de desayuno-comida. Por la zona había muchos sitios ambulante y restaurantes. Mis criterios para decidirme eran, que tuviera clientes locales, que estuviera lleno y tuviera precios a la vista. Con estos 3 puntos ya puedes estar seguro de que el sitio es bueno y seguramente barato.
Después de ver unos pocos, vi a uno que reunía las condiciones que buscaba y tenía sitio para sentarse. Al acercarme el chico me invitó a entrar algo que hice. Era un restaurante familiar en el que los padres no hablaban inglés pero el hijo sí. Me explicó que debía decidir por un lado la pasta y por otro la carne, así que fui a mirar a mi madre que estaba haciendo la comida y elegí unos fideos de arroz y unas bolas de carne que no sabía bien de que eran pero tenían buena pinta. Me lo sirvieron todo en una sopa por lo que cogí una cuchara, pero el chico me dijo que mejor con los palos, y tenía razón, los fideos no se podían coger con la cuchara. Me ofreció un tenedor para ser europeo pero le dije que no, que prefería los palos, a lo que él asintió con la cabeza acompañado de un gesto queriendo decir que mucho mejor con los palos. Todos eran muy amables como de momento todo el mundo en Tailandia y siempre con una sonrisa en su cara.
La sopa con los fideos y la carne estaba muy buena y picaba mucho, como todo en Tailandia, algo que ya me hizo sudar antes de empezar la gran caminata. De hecho ya estaba sudando del calor insoportable que hacía, pero esa sopa caliente y picante hizo que sudara el doble. El precio de la comida más un agua fue de 37 bates, 1€, la comida más barata hasta entonces, probablemente porque ya estaba lejos del centro. Me despedí de toda la familia dando las gracias y bajando la cabeza, como ellos. Ya empezaba a imitar sus gestos. Esto es Tailandia, amabilidad y sonrisas continuamente.
Al salir del restaurante tuve que andar unos 5 minutos más hasta llegar al puente que cruzaba el canal y te dejaba ya en la isla. El puente era peatonal y vehículos y era más largo de lo que creía. De hecho, tanto el río como el canal que rodean la isla son muy anchos, por lo que el puente era larguísimo, y cruzarlo sin sombra alguna, era más complicado de lo que parecía.
En cuanto cruzas el puente y pisas la isla, ya te das cuenta del cambio. Hacía 5 minutos que caminabas por Bangkok con todo lo que esto representa, y sólo cruzar un puente parece que seas realmente en una isla lejos de Bangkok, pues los edificios desaparecen para pasar a ver casitas, muchas de madera, sobre canales y marismas, todo rodeado de árboles, plantas y pájaros. A pesar de ser físicamente en medio de Bangkok y con un acceso tan fácil desde la ciudad, cualquiera pensaría que aquella isla está perdida en medio del mar por la falta de servicios e infraestructuras, pues ni siquiera tiene una red de carreteras decente. Ese cambio, incluso cultural, me sorprendió mucho. Allí la vida parecía detenerse y el tráfico loco de Bangkok había desaparecido.
Empecé a caminar con la intención de encontrar un alquiler de bicis, pero fui haciendo y no había ninguna, sólo motos. De hecho, locales de alquiler de motos había uno cada 20 metros. Iba en dirección al mercado flotante que estaba a una hora y media andando desde la entrada a la isla. Hacía mucho calor como siempre y no me veía capaz de andar tanto. Pero fui haciendo sin encontrar ningún sitio donde alquilaran bicis.
Sólo había una pequeña carretera asfaltada en toda la isla y que era la que seguía al cruzar el puente de entrada. Conforme iba avanzando por la pequeña carretera, el cambio era cada vez más impresionante. Estaba en medio de Bangkok pero eso ya parecía un pueblo rural perdido por Tailandia. Nada de edificios altos ni grandes carreteras, sólo casitas de madera y calles de arena, todo ello construido sobre el agua, pues donde no había casas había agua. No tabique estaba en el mayor oasis urbano de Asia.
El camino que iba a hacer era largo, de unos 7 km, y no encontraba ningún alquiler de bicis. Además tenía que caminar por la orilla de la misma carretera, compartiendo espacio con motos y bicis, pues en ningún tramo había una acera peatonal. Por lo menos el camino era entretenido debido al estilo de vida de aquella isla. Me hacía mucha gracia ver cómo los habitantes hacían toda su vida allá dentro, yendo a comprar a pequeños sitios ambulante o incluso en algún 7-elevan (si, aquí también había). Yo compré un par de botellas de agua en el primero que encontré, de las cuales una me la vi casi de un trago y el otro me eché la mitad por encima para no morir de uno golpe de calor.
Al cabo de casi una hora, tuve que salir de la carretera para entrar en una carretera secundaria. Ésta todavía estaba asfaltada aunque apenas tenía un carril. Por cierto, que me pasé unos 15 metros y eso que llevaba una hora andando… Hacía tanto calor que ya andaba por inercia.
Y haciendo camino sin pensar demasiado finalmente llegué, al cabo de una hora y media, al mercado flotante de Bang Kachao, un mercado muy grande construido sobre plataformas en el agua. Como en el resto de la isla, donde no había tienda había agua. Plataformas, puentes de madera y barcas es lo que conformaba este mercado tan curioso y mucho mayor de lo que me esperaba, con tiendas de todo tipo e incluso restaurantes bastante grandes. De hecho, al menos había un centenar de tiendas.
Mientras caminas por medio de las tiendas, parece que estés en un mercado normal, pero sólo tienes que levantarte un poco la cabeza para ver que estás sobre un oasis o al menos sobre un lago o río gigante. La zona de restaurantes estaba justo al lado de un canal haciendo que está allí sentado tomando algo tuviera un encanto especial, y mas cuando estando allí, pensabas en que realmente estabas en medio de Bangkok, pues parecía que estuvieras en una isla medio desértica.
Al cabo de una hora de dar vueltas por el mercado decidí empezar a caminar hacia la entrada de la isla de la que había venido. No sabía ni cómo empezar pero más valía que lo hiciera sin pensar demasiado, pues el calor y el saber que tenía por casi 2 horas de andar, hacía que todo se me hiciera un poco difícil. Pero curiosamente el estribillo no se me hizo tan pesado. Muchas veces me ocurre aunque para mí debería ser todo lo contrario. Por el camino me compré un pincho de carne de cerdo que ya empezaban a ser habituales en mí aparte de dos o tres botellas de agua mas, de las cuales me bebía la mitad y la otra me la iba echando por encima por encima no caer desplomado. Realmente era una experiencia bien diferente andar por allí sin turistas, sólo gente local que no hablaban inglés y donde hacer una compra cualquiera requería de gesticulaciones por ambas partes. Pero aquí la gente está dispuesta a entender al turista, y no como en otros sitios…
Por el camino senté un par de veces, una de ellas en un banco que me di cuenta de que era una parada de bus. Sí, pasaba un bus en medio de la isla y yo no lo había visto. De hecho cuando estaba allí sentado justamente pasó uno, pero como no estaba preparado para detenerlo y además pasaba por el otro lado de la carretera, pues evidentemente yo caminaba por el lado contrario de dónde venían los coches, pues no me dio tiempo de detenerlo. De todas formas ya sólo me quedaban unos 45 minutos de camino.
Cuando ya prácticamente llegaba al puente que unía la isla con el resto de Bangkok, un señor de unos 70 años se me acercó y sin decir ni asno ni besa miró la bolsa que llevaba, donde sólo había una botella de agua con dos dedos de agua, y la cogió haciéndome una reverencia como dándome las gracias. No entendí que había pasado pero aquel señor se me quedó la botella de agua. Ni me lo había pedido ni había hecho gesto alguno que así lo indicara, sólo el gesto de cogerla directamente. Él siguió caminando y yo también a punto de cruzar el puente y salir así de la isla.
Pero una vez fuera de la isla, venía la parte que más me temía de toda aquella excursión, que era encontrar la parada del bus que había cogido antes pero que fuera en dirección contraria para volver al punto de donde había salido, cerca del hotel. Esto con Moovit es muy fácil, pero sí tienes Internet. No tenía tarjeta SIM tailandesa por lo que tocaba encontrar una red WIFI abierta o preguntar a la gente.
Evidentemente, fui hacia la parada en la que había bajado a la ida para buscar otra que fuera en la otra dirección. Mientras la buscaba también intentaba conectarme a alguna red WIFI, pero fue imposible, todas tenían contraseña que no pude descifrar. En ese tramo había un mercado que ocupaba al menos dos manzanas, con un montón de tiendecitas en las aceras y por donde la gente y los coches tenían que hacer maniobras para poder pasar. El gentío que había y el olor a comer era demasiado.
Caminé unos 100 metros más allá de la parada donde había bajado y cruzando todo ese mercado enorme, pero sin suerte, ni encontraba la parada ni ninguna red WIFI. Al final, medio desesperado de no encontrar nada, me senté en la acera cuando de repente escuché detrás de mí un bus que paraba, giré la cabeza y unos metros más allá vi que paraba. ¡Había encontrado la parada! No tenía ningún cartel con los buses que paraban, pero tenía la esperanza de que parara el 6, que es lo que me había llevado hasta allí. Cuando no llevaba ni dos minutos, pasó un 6 pero que no paró porque no levanté el brazo lo suficientemente rápido y ya no me vio, pero al menos ya sabía que pasaba por ahí. Al final quizás tendría suerte, pues apenas llevaba 10 minutos buscando.
Al cabo de unos 10 minutos más pasó otro y éste sí que lo paré. Le enseñé a la chica la parada donde tenía que ir directamente al móvil y me hizo que sí con la cabeza. ¡Perfecto! Ya estaba en el bus e iba hacia dónde yo tenía que llegar, en la misma parada donde la había cogido para venir. Parecía el inicio del recorrido ya que el bus iba casi vacío, por lo que me senté donde quise. Hay que tener en cuenta que no es habitual poder sentarse de lo llenos que van, y después de la caminata que acababa de hacer y la hora que tenía de camino, sentarse fue todo un descanso.
El trayecto se me hizo más corto que el de la ida aunque eran trayectos de una hora por lo lejos que estaba del centro de Bangkok. De hecho casi que fui de una punta a otra de la línea, pues cuando subí al bus estaba casi vacío, por el camino se llenó mucho y cuando llegamos iba yo solo al bus, literalmente. Fui el primero en subir y el último en bajar.
Todos los pasajeros eran locales. Trabajadores, estudiantes, gente que venía de comprar, etc. Pude ver el trayecto completo de un montón de locales en su vida cotidiana. Sólo por eso ya vale la pena ir en bus.
El bus, como otros muchos, hizo un recorrido ligeramente diferente al que marcaba Moovit, a veces debido a obras, pero en este caso me fue mejor porque pasó justamente por la calle importante que quedaba casi delante del hotel . Ya me conocía la zona en cuanto solicité la parada cuando vi que ya estaba cerca del hotel. En ese momento, la chica del bus me dijo que allí todavía no estaba donde yo había dicho, pero le respondí que allí me iba mejor. Muy atenta y recordaba perfectamente dónde debía bajar.
Caminé los escasos 100 metros hasta el hotel bien orgulloso de haber llegado hasta donde quería llegar sólo en bus y caminando y teniendo en cuenta lo lejos que estaba. No tabique, ya hacía casi 8 horas que había salido del hotel. Una buena excursión.
Llegué al hotel sobre las 18:30h. Estaba tan cansado que me tumbé un momento en la cama sólo para descansar un poco las piernas y volver a salir en media hora, pero estaba tan pulsado que el sueño me pudo y me quedé dormido hasta las 20:30h. Aquella tarde quería ir a Nana Plaza, el centro de los locales de ocio y striptease de Bangkok. No por ver ninguna sino por ver la zona y el ambiente
Así pues, a las 20:30h me desperté, me levanté muy rápido al ver la hora que era, me duché y me fui.
Nana Plaza está muy cerca de la zona roja donde estuve la noche anterior, por lo que ya me conocía un poco la zona y de hecho ya podría haber ido el día anterior si me lo hubiera mirado antes. Pero a diferencia del día anterior, ese día fui en bus, pues no me veía ni con ganas ni capaz de andar dos horas más por un camino que ya había visto el día anterior. El bus que debía coger paraba en la avenida que ya me conocía, pues era por la que había ido el primer día para llegar al hotel. Pero a diferencia de ese día, ahora podía cortar un poco de trecho ido por Khao San Road, que aquellas horas ya estaba a charlar, por lo que el camino hasta la parada ya fue bastante entretenido. Una vez en Khao San Road, y siguiendo a Moovit, tuve que girar por un caminito que prácticamente ni se veía, de hecho en un primer momento no lo vi. Aquel caminito era el más auténtico que vería en todo Bangkok. Un callejón estrecho, oscuro y con locales también oscuros y medio escondidos. Era tan típico de peli que no sabía si ir a Nana Plaza o quedarme directamente allí.
Una vez pasado ese callejón ya llegaba a la avenida donde paraba el bus y que ya tanto me conocía. De hecho aquella venida también era una ventaja del hotel al que estaba, ya que era una avenida muy importante donde paraban un montón de líneas de bus y estaba lo suficientemente cerca del hotel pero no suficiente como para que el tráfico molestara.
El bus pasó en unos 5 minutos y en 10 minutos ya estaba en Nana Plaza, y sólo por unos 0,20€. El bus, como todos, era auténtico, sin ventanas y las puertas bien abiertas todo el rato. Al menos así corría algo de aire que ayudaba a no sudar tanto. Si, aunque fueran casi las 21h, no se podía parar de sudar.
El bus me dejó en la misma avenida Rama I por la que el día anterior había andado 6 km. Nana Plaza estaba en una calle que daba a Rama I, por lo que sólo caminé unos metros y ya llegué a Nana Plaza a una hora bastante buena teniendo en cuenta las circunstancias.
Esta calle es mayor que Soi Cowboy (zona roja) pero no tan exagerada. Es decir, es una calle por la que pasan coches, por lo que es más grande, pero esto a la vez hace que no sea todo tanto heavy como Soi Cowboy, que por ser tan estrecha y sólo peatonal hacía que en todo momento alguna de las chicas te tocara. Aquí también te decían cosas por llamarte la atención pero al menos no te tocaban y te estiraban como ocurre en Soi Cowboy, que en algunos casos es muy exagerado teniendo que hacer fuerza para no ser arrastrado dentro de un local. Ésta era una calle con más restaurantes, discotecas y puestos ambulante.
Caminé hasta el final de donde se concentraban todos los locales, que no era toda la calle pues ésta era muy larga, donde un grupo de chicas de un local ya me reclamaban que entrara. Hizo gracia porque dijeron algo, yo me giré pensando que se lo decían a otro y una dijo «you, you», y después al volver a pasar de bajada «I like you». Evidentemente lo dicen por cobrar pero no deja de ser divertido la alegría y las ganas que ponen por atraerte. Realmente da la sensación de que se diviertan, y de hecho algunas situaciones que provocan son realmente divertidas. De tanto a saco que van, la mayoría de hombres nos sentíamos incluso intimidados, y creo que es justamente eso lo que les hace gracia.
En la misma calle fui a comer a un puesto ambulante que quedaba justo delante de un 7-eleven y de un montón de bolsas de basura. Miré lo que tenía pero estaba todo en bolsas y no se veía demasiado bien, además la mujer no hablaba inglés por lo que pedí como si llevara los ojos tapados, sin tener ni idea de que pedía. Era una especie de sopa con fideos. Cuando fui a sentarme a la mesa que tenía al lado, en la acera, una rata salió corriendo de debajo del taburete que acababa de mover. Por poco me caigo al suelo con el plato en la mano a la vez que me salía un «Hostia una rata!» A lo que la mujer me miró y decir como un «¿Cómo?» a lo que respondí «no no». Porque decirle nada a aquella mujer si llevaba allí todo el día y ya debería haber visto un montón de ratas. Cuando me senté no hice más que ver cucarachas y ratas alrededor por mis pies, y todo debido a que allí mismo, a medio metro, se acumulaban todo el montón de bolsas de basura del 7-elevan y de los vecinos pendientes de ser recogidas por el camión. Allí no utilizan contenedores, por lo que las bolsas se acumulan en las aceras siendo un festín para ratas y escarabajos, que por cierto, por la noche salen todas. Es increíble porque durante el día no se ve ninguna y por la noche incluso puedes escucharlas de lo grandes que son.
Aquel plato era el que más picaba de todos los que había probado hasta entonces, y mira que picaban, pero es que aquél fue exageradísimo. A medio plato me levanté para ir de compras una botella de agua al 7-elevan porque no podía soportarlo. Al terminar me estuvo picando cada vez más durante 20 minutos. Me quemaba mucho la boca e incluso empezaba a preocuparme porque cada vez me quemaba mas. Al cabo de 30 minutos empezó a bajar por lo que ya me tranquilicé un poco, aunque me estuvo picando la boca casi una hora. Nunca había comido nada tan picante, ni siquiera en México. Además hay que tener en cuenta que apenas me puse salsas, por lo que el plato ya era muy picante de serie.
Algo que se veía mucho y que me extrañaba también mucho, era como muchas de las prostitutas o stripers se marchaban en mototaxi. Pero claro, yendo con las minifaldas que llevaban, era un espectáculo verlas montar en las motos, de paquete, de lado, y evidentemente sin casco, como todo el mundo.
Tomé una cerveza en la terraza de una discoteca casi al inicio de la calle y que me llamó la atención por la iluminación que tenía. Aunque en ese momento estaba en plan turista, a pesar de estar en una zona de ocio, y por tanto, no tenía demasiadas ganas de conocer a nadie, a esas horas y en ese lugar de aquella ciudad era casi imposible no acabar conociendo a alguien.
Así pues estuve hablando un rato con un grupo de tailandeses que les hice gracia cuando supieron que era de Barcelona. Lo cierto es que el simple hecho de decir que venía de Barcelona, ya hacía que mucha gente tuviera más interés en mí. La conocen sobre todo por el Barça, pero la cuestión es que la conocen y este simple hecho hace que des más confianza a los demás y que tengan más ganas de seguir hablando.
Hacia las 23:30h volví donde me había dejado el bus pero al otro lado de la calle para buscar la parada que me llevara de nuevo de dónde había venido, muy cerca de Khao San Road . La vuelta siempre era más complicada, pues en la ida siempre buscaba la ruta a Moovit desde el hotel, pero en la vuelta, sino encontraba ningún WIFI, tocaba espabilarse. Al menos casi siempre el bus de vuelta iba por el mismo camino que el de la ida, o al menos por un camino similar, como en este caso, que el bus de vuelta simplemente pasaba por el otro sentido de la avenida Rama I.
Tuve que caminar arriba y abajo 3 veces hasta encontrarla, lo que provocó que pasara 3 veces por delante de un establecimiento de «massage», que por cierto hay uno cada 20 metros, y cada vez que pasaba la chica decía «massaaaage» de una manera muy peculiar hasta la tercera vez que pasé que ya me lo dijo riendo, como pensando, al final picará. Yo ya sólo la miraba y se reía. Por cierto, en las 3 semanas que estuve en Tailandia, no entré ni en un solo local de estos, y mira que los hay…
Finalmente encontré la parada y el bus pasó en menos de 10 minutos. Al igual que el anterior, sin ventanas, destartalado, las puertas abiertas y un motor que expulsaba petróleo por el tubo de escape. Lo bueno es que ibas más rápido con un bus de esos que en coche, pues los buses no tenían ninguna manía en embestir a quien no se apartara.
En poco más de 10 minutos ya llegábamos a la parada cerca de Khao San Road y de donde la había cogido. Yo me iba a quedar en el bus para bajar a la siguiente parada, pues parecía que todavía quedaban unos metros, pero el chófer me dijo que aquella era la última parada, por lo que tuve que andar unos 5 minutos por el avenida casi desértica hasta llegar a Khao San Road donde la animación era total y como cada noche la calle estaba completamente saturada de gente contrastando con el resto de calles. Unos metros antes de Khao San Road, encontré de casualidad un mercado nocturno que días después leí en un artículo. Era curioso ver a las 12 de la noche a un montón de gente vendiendo cuadros y otras artesanías a escasos metros de uno de los puntos con más fiesta y alcohol de la ciudad.
Di una vuelta por Khao San Road hasta hacia la 1 de la noche que volví hacia el hotel. Por aquellas calles peatonales que el primer día tanto me habían liado pero que ahora ya me conocía perfectamente. En sólo dos días pasas de perderte en una manzana a andar por la zona como si llevaras toda la vida.
En menos de 5 minutos llegaba al hotel aún sin creerme lo cerca que estaba de la mejor calle de Bangkok. Otro día cansado, pero bien aprovechado y superado. Así es como se alarga la vida, pues realmente no se alarga, pero si parece que lo haga. Yo llevaba dos días en Bangkok pero para mí ya parecían 4 o 5.