En total pasaría en Ciudad de México 4 días. El primero fue de toma de contacto, haciendo tan solo una pequeña visita por el Zócalo y probando por primera vez la comida mexicana. Los otros 3 días que pasé en la ciudad salí todos los días pero sin alejarme más de media hora andando del Zócalo. Ni un día fui en bus o metro pues tampoco tenía pensado ir a ningún lugar en concreto, simplemente salía del hotel y andaba en alguna dirección al azar y girando por aquellas calles que mejor me parecían, para simplemente ver la vida cotidiana de la gente, las tiendas, las calles y las plazas.
A diferencia de la zona del Zócalo, la presencia policial ya era mucho menor pero me encantaba ver tanta vida en las calles. Muchos mercados, taquerías ambulante y muchos negocios en casas particulares que hacían que cualquier paseo fuera muy entretenido. Así que aunque la sensación de seguridad bajara un poco, tampoco había ningún peligro y yo tampoco tenía el aspecto de alguien a quien robarle. De hecho, el día anterior y cuando me dirigía al Zócalo por primera vez, un chico que pedía limosna se acercó a mi pero justo en el momento que otro señor mejor vestido que yo andaba a escasos dos metros de mi. EL chico se me quedó mirando, luego miró al señor y acabó desviándose para pedirle al señor y no a mi. Esa fue la prueba que necesitaba para confirmar que mi aspecto era el adecuado para no ser un objetivo principal.
Aunque en uno de esos paseos más allá del Zócalo, fui a parar a una gran avenida de varios carriles con bastante tráfico y tiendas por los laterales, en un tramo había unos drogadictos pasando de un lado a otro sin molestar a nadie, pero uno de ellos se me quedó mirando a mí y a mi teléfono fijamente y eso ya me dio un poco de mal rollo, por lo que decidí volver a la zona del Zócalo. Seguramente podría haber seguido andando por allí y no habría pasado nada, pero aún eran mis primeros días en México y era más el miedo que me habían inculcado que la realidad de la ciudad. Es cierto que hay que tener cuidado pero igual que en muchas otras ciudades. Tampoco hay que volverse paranoico.
De vuelta encontré una taquería a escassos 50 metros del hotel y donde la comida era más barata que la primera a la que fui el día anterior e incluso me pareció más auténtica, y por auténtica me refiero a más popular y más concurrida por gente local, que al final son los que saben mejor que nadie donde se come mejor.
Sin pensármelo dos veces entré y me encantó esa sensación de sentirme como un mexicano más en una taquería donde probablemente pocos turistas habían entrado. Era más bien oscura, lúgubre y algo sucia. La parrilla daba a la calle y en uno de los laterales había una pequeña barra llena de botes de salsas y taburetes bajos donde comer. Me senté en uno de ellos y pedí 2 alambres por $26, 1,20€. El día anterior me había pedido uno y ahora ya eran dos. Cada día comía un poco más y así seguiría unos cuantos días más…
Me fascinaba pasear por la ciudad viendo esa mezcla de colonialismo, modernidad y caos que había en parte de la ciudad, sobre todo por la zona donde más me movía. Ciudad de México es una ciudad enorme con una vitalidad que inunda todas sus calles con sus mercados en cada barrio y sus puestos callejeros en cada esquina o incluso a lo largo de aceras enteras y con un tráfico caótico pero ordenado al mismo tiempo, pues entre coches y peatones parece como si hubiera una relación de amor-odio donde unos se cruzan con los otros pero a la vez que todos se respetan. Mientras no molestes, puedes hacer un poco lo que quieras, y eso hace con todo vaya un poco más fluido.
En el Zócalo cada día había algo. SI no era una feria de libros era una manifestación o algun acto oficial. Era realmente muy entretenido pasear por la zona del Zócalo, pues en todas las calles y a todas horas había algo que ver o hacer. Incluso llegué a ver acampadas de protesta en las calles adyacentes al Zócalo.
Por ser este mi primer viaje de más de un mes y en solitario, aún tenía muchas cosas que mejorar, sobre todo en cuanto a equipaje, pues había llevado cosas que no usaría en todo el viaje y por el contrario no llevé algunas que me habrían ido muy bien, como por ejemplo un calentador eléctrico, pues algo casi imprescindible para mi es tomarme un buen café por la mañana antes de salir. Además es un momento que aprovecho para hacer la mayoría de temas administrativos o incluso de trabajo que prefiero ya no tener que hacer durante el resto del día. Esto ocupa muy poco espacio y me habría permitido ganar mucho tiempo y gastar mucho menos en cafés. Por el contrario, me sobraba la toalla y ropa de abrigo, pues toallas siempre hay en cualquier hotel o apartamento y ropa de abrigo no hace falta ni siquiera llevar dos pantalones largos, con uno hay suficiente y mas aún si se viaja a un lugar cálido. Este tipo de ropa ocupa mucho espacio y es la que más hay que limitar. De hecho, en los siguientes viajes tan solo llevaría una maleta de cabina con un total de 11kg para dos o tres meses de viaje incluida la maleta y el portátil. También hay que tener en cuenta que siempre se puede comprar casi cualquier cosa en el lugar de destino, por lo que no debemos pensar en absolutamente todo.
Es importante después de cada viaje anotar todo lo que nos hemos llevado y no hemos utilizado y lo que no nos hemos llevado pero si habríamos necesitado. Haciéndolo así conseguí solo llevar lo realmente necesario y no echar nunca nada en falta por mucho tiempo que pasara viajando. Como con todo, la experiencia es fundamental.
4 días pasé en la ciudad siendo esta la segunda gran ciudad que visitaba en ese viaje que además era el primero que hacía completamente solo. Me empezaba a acostumbrar a ir solo de un lugar a otro y lo que pocos días antes era miedo, o más bien respeto, empezaba a ser algo no solo normal sino emocionante y muy gratificante, pues llegar a donde quieres llegar tu solo y sin ayuda de nadie es realmente emocionante. El viaje seguía y aún quedaba un mes y medio pero ya había pasado por las dos ciudades mas grandes que visitaria.