Me despertaba hacia las 8 de la mañana en ese apartamento donde pasaría las siguientes 5 semanas. Veía, además, Tuxtepec de día, pues el día anterior llegué de noche y poco pude apreciar.

Lo primero que me sorprendió es que no había agua caliente. Luego me enteré que a Tuxtepec realmente no hay que preocuparse demasiado por el agua caliente por un lado porque casi nunca hace bastante frío como para ducharse con agua caliente, y por otra para que el agua utilizada viene de unos depósitos sobre los techos que muchas veces ya está caliente por el propio calor que hace.

Además el WIFI y la nevera no funcionaban y eso si que ya me preocupaba mes. Tenía el teléfono del propietario pero en ese momento sin Internet y aún sin SIM mexicana, estaba totalmente incomunicado. Así pues, lo primero que hice fue utilizar mi tarifa de datos de España para buscar cómo llegar hasta el Chedraui, el Carrefour mexicano, para ir a comprar cosas básicas, como leche, café o agua, y sobre todo, una SIM de Telcel, la principal compañía de telefonía móvil de México.

El Chedraui me quedaba a menos de 10 minutos andando del apartamento, así que me vestí y enseguida fui.

Salía en las calles de Tuxtepec por primera vez siendo de día pudiendo apreciar aquella ciudad que cada año me la sentiría un poco mas mi aunque en este momento aún no lo sabía. Lo primero que me llamaba la atención era el bajos que en general eran los edificios, de hecho no se veía ningún bloque de pisos. Mirara donde mirara sólo veía casas y además la mayoría de una sola planta, como mucho dos plantas. Esto hacía que la densidad de población fuera muy baja y que por tan mundo pudiera aparcar su coche justo delante de la portada y su casa y que el tráfico fuera muy escaso. La ciudad es grande pero no en forma vertical sino horizontal, por lo que en general parece que haya mucho más espacio para todos.

De hecho, el edificio de apartamentos donde yo era el único que se veía en todo el barrio. Era de dos plantas y aunque algunas casas del borde también tenían dos plantas, ninguno era de apartamentos. El edificio era bastante nuevo y de aspecto moderno. La mayoría de apartamentos quedaban en el interior del edificio excepto 3 o 4, entre ellos el mío, que la puerta daba a la calle, por lo que tenía salida directa sin tener que pasar por el patio.

Estaba en uno de los mejores barrios de la ciudad pero aún así se veían las calles y las aceras algo dejadas. La mayoría de casas tenían su propio jardín aunque muchas se veían muy humildes.

El camino hasta el Chedraui no sólo era corto sino también fácil, pues sólo haciendo un giro de calle ya llegaba. La compra grande ya la haría por Internet pero ahora quería comprar cosas básicas para pasar al menos dos días, como agua, leche, café y algo de comida aunque seguramente comería casi cada día fuera. De hecho justo delante del Chedraui ya vi una taquería en la que acabaría yendo un montón de veces.

Justo a la entrada del Chedraui vi una tienda de Telcel, la compañía que me habían recomendado, entre otros motivos porque es casi la única y la que tiene mas cobertura con diferencia. Aún no la buscaba pero me la encontré casi de cara, así que sin pensarlo dos veces le pregunté a la chica cuánto costaba una SIM de prepago.

Este era mi primer año en México y se notaba que aún no dominaba toda la terminología. Al decirle SIM a la vendedora, ésta no me entendió. Por suerte, cuando se me quedó mirando, rápidamente recordé haber sentido que aquí le dicen chip, así que dije «un chip» y ella enseguida sacó una. Perfecto!

Le pregunté el precio y me dijo que eran $ 50 (2 €) y que ya venía con un paquete de $ 50 del servicio Amigo Sin Límites, que ofrecía llamadas, SMS y Whatsapp s ilimitados durante 15 días y 400MB también durante estos 15 días. La verdad es que estaba bastante bien y al menos me permitiría comunicarme con cualquier mexicano y de momento contactar con el propietario del apartamento, del que tenía ya el número.

Rápidamente comprar las 4 cosas que necesitaba para ir tirando y volví hacia el apartamento, no sin dificultades, pues compré una garrafa de 10L de agua pensando que no me costaría tanto, pero aquel trayecto relativamente corto se hizo larguísimo cargado con dos bolsas y la garrafa de 10L.

Ya empezaba a ser consciente del clima tropical de Tuxtepec. Si al llegar la noche anterior el bochorno ya era brutal a pesar de ser casi las 23h, ahora, casi al mediodía y cargado como iba, el calor ya era insoportable.

Llegaba de nuevo en el apartamento, dejaba la compra y colocaba la nueva SIM de Telcel en la ranura del teléfono, aquel todavía mono SIM. Ahora al menos ya podía contactar con los mexicanos, entre ellos y lo más importante, el propietario del apartamento para decirle que el WIFI no funcionaba y la nevera parecía que tampoco, pues parecía que intentaba enfriar pero pasaban las horas y aún no estaba suficientemente fría como para conservar nada.

Hasta entonces yo no había hablado directamente con el propietario, ni siquiera sabía como era. Sabía que era un hombre por el nombre, pero nada más. enseguida me contestó diciéndome que lo miraba inmediatamente, y así fue, pues en menos de 15 minutos el señor estaba en el apartamento.

Se decía Juan Carlos y era más alto que yo, al menos media 1,80m y era muy corpulento, por lo que realmente hacía impresión. Se miró la nevera y dijo que la dejara todo el día que le costaba, y que si seguía igual, al día siguiente la cambiaría. En cuanto al WIFI, el router estaba en otro apartamento ocupado que no podía entrar pero que ya había avisado al chico que vivía porque mirara qué le pasaba. Estuvimos un rato charlando y la verdad es que nos caímos muy bien. A él se le veía una persona con interés y conocimiento para muchos temas y creo que lo vio en mí el mismo. En cualquier caso en ese momento no tenía demasiado tiempo para quedarse y quedamos para más tarde.

Para comer fui a la taquería que había visto justo delante del Chedraui. Tampoco conocía tanto el barrio como para poder elegir demasiado mes. de todos modos tenía ganas de ir aquella taquería con ese aspecto tan auténtico. Parecía la planta baja de una casa que hacía esquina y con las dos paredes abiertas y un remolque justo delante donde preparaban los tacos sobre dos planchas. Tenían tacos de «puerco» y de «nada» y cada uno costaba $ 3, unos 0,15 €, por lo que en pediría tantos como quisiera sin preocuparme por el precio.

De entrada en pedí dos de cada para probarlos y porque tampoco sabía cuántos necesitaría para comer. Eran pequeños por lo que suponía que en comería mes de 4. Sin embargo, llevaban bastante carne y además yo me añadir un buen blando de cebolla y salsa picante.

Estaban muy buenos y llenaban mas de lo que pensaba, pues realmente llevaban mucha carne. Me acabé y en pedí 4 mes, dos de cada. En total 8 tacos que me entraron perfectos. Pagué los $ 24 (1,10 €) que costaban todos 8 y volví al apartamento.

Por la tarde volvió el propietario del apartamento para cambiar la nevera, pues la que había definitivamente no funcionaba, y para decirme que el WIFI ya iba a funcionar, pues por lo visto el router tenía un cable medio pelado. Efectivamente el WIFI ya funcionaba y rápidamente me cambió la nevera por otra que enfría perfectamente, por lo que todo muy bien. En menos de 24h tenía el apartamento perfecto, conocía al propietario y ya había ido al Chedraui y a comer en una taquería donde iría muchas veces durante las siguientes 5 semanas.

El propietario, Juan Carlos, se le veía muy extrovertido y con ganas de charlar. A partir de preguntarme de dónde era, empezamos a hablar, como no, del Barça. Sin ni preverlo, en pocos minutos estábamos en la calle justo delante de la puerta de mi apartamento hablando de política, economía, fútbol y otros temas que iban surgiendo. Fue una quedada totalmente imprevista pero que se prolongó más de una hora.

A él le gustaba mucho hablar conmigo porque decía que me podía hablar de cualquier cosa, algo que, según decía, con la mayoría de sus empleados no podía hacer, textualmente.

Mientras estábamos allí charlando fueron pasando algunos de los otros inquilinos de los apartamentos y en general todos eran profesionales destacados, como ingenieros, policías federales o jefes de departamento. Se notaba que aquellos apartamentos no eran precisamente baratos, al menos por el coste de vida de Tuxtepec.

LA verdad es que pasamos un buen rato con Juan Carlos hablando de temas muy interesantes, sobre todo económicos, y el rato se pasó muy rápido. Tanto que ya eran cerca de las 19h y el sol empezaba a esconderse, hora en que salieron millones de mosquitos. Hasta entonces ya había muchos y ya me habían picado fuerza, pero en un momento dado incluso empecé a notar decenas de mosquitos sobre el mis tobillos, y pocos minutos después, un picor insoportable, momento en que le decir a Juan Carlos que había muchos mosquitos respondiendo él que esto Tuxtepec era lo más normal y que el error era mío para ir en pantalones cortos. Estaba en medio de una ciudad pero había tantos o más mosquitos que en un pantano, y lo peor es que, aunque había mes por la tarde, salían durante todo el día.

Después de ver cómo me estaban quedando las piernas nos despedimos ya quedando en que nos seguiríamos viendo. Comenzaba así una buena amistad con una persona que más adelante conocería mejor, un buen empresario y mejor persona que me ayudó mucho aquel año y los siguientes, pero sobre todo aquel primer año que era mi primer viaje largo y en México y que iba un poco mes perdido, en Juan Carlos fue una ayuda importantísima y que marcó fuerza aquel viaje.

Ya no salí mes. Ya tenía claro que de noche no saldría, al menos solo, y que habitualmente cenaría cada día en el apartamento. Normalmente pediría la comida a algún restaurante, pues allí entre restaurantes y particulares con negocios en casa, hay un montón de opciones para poder pedir comida casera y saludable y que te lo lleven a casa sin ningún coste. Es muy típico publicar anuncios a grupos de Facebook con la comida que cada uno sabe preparar. Tan sólo hay que entrar en uno de estos grupos e ir mirando.

Por la tarde, el hermano de Emma, ​​me había llevado una cafetera que utilizaría para calentar el agua de los cafés. El apartamento tenía todo lo que necesitaba excepto microondas, y con la cafetera al menos me podría preparar el café, que era lo más importante. Así pues, aquel fue un muy buen primer día en Tuxtepec en el que conocí un poco el barrio, llené la nevera con cosas básicas, ya tenía una SIM mexicana y había hecho buena amistad con el propietario del apartamento, un buen hombre que ya al día siguiente me invitaría a desayunar y me llevaría a ver un montón de cosas de Tuxtepec. Había comenzado el viaje sin tener ni idea, como siempre, de que me encontraría o qué haría, pero aún no habían pasado ni 24 horas que estaba en Tuxtepec, la ciudad donde mas tiempo pasaría, y ya me empezaba a sentir como un local mes. Iba a dormir contento y con la seguridad de que aquel viaje terminaría siendo mucho más interesante y auténtico de lo que yo mismo pensaba en partir. Estaba seguro de que viviría como un mexicano mes durante 5 semanas y eso me motivaba muchísimo.

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