A las 11 de la mañana llegábamos a Ciudad de México, aunque la hora local eran las 13h. En el vuelo operado por Aeromexico había podido comer y dormir muy bien, algo poco frecuente pero en esta ocasión también imprescindible para poder afrontar el día, pues me quedaba un viaje de 8 horas en bus hasta Tuxtepec que acabaría a las 23h. Cabe decir que últimamente, los vuelos más cómodos y tranquilos que he hecho han sido con Aeromexico. Una compañía muy buena.

Ya había llenado el documento de entrada que debe presentarse en el control de inmigración y que dan al mismo avión. Ya tenía el bus reservado que salía a las 17h desde la terminal TAPO de Ciudad de México con destino a Tuxtepec, por lo que tenía 4 horas para pasar el control, llegar a la terminal y por fin comer todo lo que quisiera en algún sitio ambulando después de casi 5 días comiendo platos preparados en Hawái. En México esto cambiaría radicalmente pudiendo comer todo tipo de comida muy variada y buena a precios muy bajos. Ahora mismo ya sólo pensaba en tacos, torcidas, quesadillas y tostadas.

Como ya solía hacer siempre que tenía que pasar un control de aduanas, intentaba avanzar a todo el resto de pasajeros para no encontrarme demasiada cola al llegar, y esta vez entre que salí de los primeros del avión y que voy avanzar bastante, casi volví a ser de los primeros en llegar tal y como ya me había pasado en Honolulu. Al cabo de pocos minutos ya me tocó pero al llegar la agente me dijo que faltaban unos campos por llenar. Increíble, una mierda de formulario que no se sabe bien porque sirve y encima con campos medio escondidos. Tuve que ir a llenarlos y volver, por suerte no me obligaron a hacer toda la cola de nuevo sino que pasé una vez rellenado todo el formulario.

El agente me preguntó el motivo y los días de estancia, respondiéndole turismo y 35 y hacia dentro.

Una vez en México tenía que ir hasta la terminal de autobuses TAPO que está bastante cerca pero es recomendable ir en taxi seguro o Metrobus. El taxi seguro puede salir por unos 150 pesos (6,80€) y el Metrobus por 30 (1,36€), así que yo tenía claro cómo iría.

Para según qué destino, si es mejor ir en taxi seguro, pero en este caso, el Metrobus tenía parada en la terminal TAPO donde debía ir, por lo que no era necesario tomar más precauciones.

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Primero fui por las casas de cambio del aeropuerto preguntando si podían cambiarme los ringgits malayos que todavía me quedaban, pero en ninguna parte los aceptaban, así que de momento debería comérselos. También pregunté a una tienda de Telcel el precio de una tarjeta SIM de prepago ya que normalmente en México siempre compro una debido al tiempo que me paso y al intenso contacto que tengo con los conocidos mexicanos. Pero al estar en un aeropuerto y como ocurre con casi todo, la tarjeta costaba 200 pesos sin saldo, mientras que en otros lugares costaba 50 pesos y con saldo. Al decírmelo me quedé parado y le dije que no de una manera muy directa, pues me parecía una estafa, a lo que la vendedora se quedó ciertamente parada de ver que no a todos los turistas se les puede estafar.

Después salí de la terminal y enseguida encontré la parada del Metrobus. Ésta ya era la cuarta vez que llegaba a este aeropuerto por lo que ya me lo conocía lo suficiente como para no ir totalmente perdido. Pregunté qué bus iba a San Lázaro, la parada que quedaba junto a la terminal de autobuses, y dónde cargar la tarjeta para pagar, pues el Metrobus de Ciudad de México no se paga al conductor sino que debe comprarse y cargar una tarjeta y pasarla por una máquina al subir al autobús y que descuento el precio del trayecto. Yo ya tenía la tarjeta del año anterior cuando ya había estado en Ciudad de México, además aún quedaban 4 pesos de saldo. Lo que tenía que comprobar es si todavía servía y si todavía tenía los 4 pesos disponibles.

En cuanto fui hasta la máquina, miré el saldo y efectivamente la tarjeta todavía era válida y todavía estaban los 4 pesos. En ese momento yo estaba convencido de que el trayecto costaba 16 pesos aunque me equivocaba, así que fui a comprar un café al 7-elevan para tener cambio y cargué 20 pesos, quedando así 24 pesos en la tarjeta. El efectivo que traía ya lo tenía también del viaje anterior. Inmediatamente fui a la parada donde el bus pasaba cada 15 minutos por lo que iba realmente bien, y al subir, me dijeron como si yo fuera el típico turista perdido, que tenía que pagar con tarjeta respondiéndoles que ya lo sabía y queja la tenía, pero al preguntar yo el precio me dijeron que eran 30 pesos, por lo que tuve que bajar, ir a cargar 6 pesos mas y esperar al próximo. Con todo ello ya eran las 13:30h pero todavía tenía tiempo y sobra, pues en la terminal de autobuses se llegaba en unos 15 minutos.

Aún me estaba tomando el café cuando ya llegó el bus, muy puntual a las 13:45h. Pasé la tarjeta y apareció el tick verde que indica pago correcto, por lo que ya estaba de camino a la terminal TAPO solo en el bus y con el café. Mejor que el taxi seguro. Perfecto.

Primero seguí un poco en Google Maps por donde íbamos pero lo dejé ya que ya sabía cómo era la parada donde debía bajar, así que simplemente me relajé contemplando por la ventana aquella ciudad en la que cada vez me sentía allí. mas como en casa.

Al cabo de unos 15 minutos llegamos a la parada de San Lázaro donde bajé y ya sólo tenía que cruzar la calle para entrar en la terminal de autobuses. Un año después y por primera vez en ese viaje, volvía a estar en aquella terminal y por tanto en zona conocida. Ya podía caminar directamente hacia las taquillas pues ya sabía perfectamente dónde estaban. Además también sabía cuál era el mejor sitio donde esperar, pues no estaba en salidas sino en llegadas, ya que allí había menos gente, cargadores para el móvil, red wifi muy rápida, cafetería y aseos. Todo lo que puedes necesitar en menos de 20 metros.

Vi una tienda de Telcel y entré a preguntar los precios, suponiendo que aquí ya serían distintos a los del aeropuerto. Y efectivamente, me dijeron que podía comprar una SIM con número nueve por 120 pesos y con 1.500MB de datos y llamadas y SMS ilimitados. Yo sabía que 300MB costaban 50 pesos, por lo que ese precio me pareció perfecto. En cuanto la compré, le pedí un punzón para abrir la ranura de la SIM y allí mismo la puse. Por cierto que cuando saqué la ranura, la otra SIM cayó al suelo con la mala suerte de caer en una especie de husillo que por suerte pude levantar y recuperar la SIM, pues había quedado enganchada sin seguir el camino natural de toda cloaca. Realmente tuve mucha suerte porque cayó a un centímetro del conducto del agua en el que ya lo habría perdido. Hay que tener en cuenta que necesito mi número de España para realizar ciertas operaciones bancarias, por lo que me habría quedado el resto del viaje sin poder hacerlas.

Activé la SIM, la probé y todo iba perfecto. Miré los MB disponibles y por sorpresa tenía 3.000, el doble de lo que me habían dicho. Con esto ya lo tenía por todos los días que estaría en México. Con todo, llegada a México inmejorable.

Primero fui a las taquillas a confirmar que el billete electrónico que tenía era correcto y ya era suficiente, lo que me confirmaron. Y después rápidamente a comprar comida en un sitio ambulante que había dentro de la propia terminal y donde vendían tacos, tortas y otras comidas típicas mexicanas que me moría de ganas de comer. Pedí dos tacos de canasta y torcida a la milanesa. La torcida es una especie de bocadillo en este caso de pollo rebozado y otros ingredientes. El pan está medio tostado y está muy bueno. Los tacos eran de frijoles, verduras y carne de cerdo. Entre que hacía un año que no comía y que llevaba más de un día sin comer carne, todo esto me sentó más bien, ¡cómo lo necesitaba! Además volvía a precios baratos, todo ello 52 pesos, poco más de 2€.

Después de comer fui a cambiarme de ropa al lavabo ya lavarme un poco, pues ese día no había podido ducharme, y como nuevo. A las 16h ya listo para ir hacia la puerta 7 de la terminal para tomar el bus.

A las 16:45h anunciaron el bus con destino Tuxtepec por lo que ya nos fuimos poniendo en la cola. Y al cabo de 10 minutos empezamos a pasar por el control, pues como en un aeropuerto, antes de subir al bus debes pasar por un control de metales y un registro adicional mientras otra agente registre el equipaje. Todo esto me parece perfecto.

Yo iba en el asiento 8, en ventana, y al lado me tocó un señor de 50 años del que nos acabaríamos haciendo, al menos, conocidos. El trayecto duraría unas 8 horas que se harían más largas de lo normal debido a las ya más de 24 horas que llevaba entre aviones, escaleras y buses. Las primeras 2 horas dormí un poco. Después escribí el periódico mientras hablaba un poco con Emma para ir quedando por la llegada, pues esta vez me quedaría en su casa. Hacia las 21h hicimos una parada en el sitio típico, de hecho ya recordaba haber parado allí en otra ocasión que también hice este trayecto. Allí me pedí un capuccino por 20 pesos, unos 0,90€ y ya era el tercero que me tomaba desde que había llegado a México.

Ya hacía rato que llovía y aquí seguía lloviendo. De hecho por el camino hasta allí llovió con fuerza incluso con rayos cayendo muy cerca de nosotros.

Al cabo de unos 10 minutos volvimos al bus a seguir el camino. Yo con el capuccino que me sentó más que bien. Ya había dormido un poco y ahora ademas tenía el café, por lo que para mí dormir mas ya no era una opción. Fui escribiendo el diario y de vez en cuando seguía por Google Maps por donde íbamos, pues el camino se me estaba haciendo realmente largo. Ademas estaba ya un poco nervioso por el reencuentro en Tuxtepec, pues hasta entonces literalmente no había tenido tiempo de ponerme, pero ahora ya lo tenía todo hecho, ya sólo me quedaba llegar. Emma también estaba muy nerviosa, de hecho mucho más que yo, pues no paraba de preguntarme por dónde iba. Por lo menos ahora nos podíamos llamar o enviar Whatsapps.

Hacia las 22h el señor de al lado se despertó después de estar todo el camino durmiendo y empezamos a hablar. Ya no recuerdo de qué empezamos a hablar pero la cuestión es que acabamos hablando de un montón de temas y durante 3 horas, de hecho hasta llegar a Tuxtepec ya casa de Emma, ​​pues acabamos compartiendo el taxi.

Primero me comentar que trabajaba en una fábrica de Nissan y por lo que decía estaban a punto de cerrar o al menos de hacer una reestructuración de personal que le dejaría sin trabajo después de 26 años trabajando. Me habló de un restaurante que tenía en Tuxtepec con su mujer y que ahora se dedicaría más. Después hablamos de la situación de Tuxtepec y de México en general, me habló de Aguas Calientes, de donde él era y de la feria de San Marco que se hacía, la segunda mayor de México. Le hablé de mis viajes y de las ciudades que ya conocía de México, de lo que me dedicaba, o incluso del sistema de pensiones en México, que por lo que se ve existe una especie de plan de pensiones aportado por la empresa pero que alguna vez más de un trabajador ya se había quedado sin pensión porque el dinero desaparecía. Y de muchas cosas mas, la verdad es que él, al igual que yo, éramos dos personas con conocimiento de muchos temas y íbamos pasando de uno a otro continuamente. Fue una conversación muy interesante que hizo que las 3 horas que quedaban pasaran mucho más rápido.

Lo que si le preocupaba mucho y lo vigilaba mucho era el tema de la seguridad. Siempre cogía taxis seguros o iba con taxistas ya conocidos. Nosotros llegaríamos a Tuxtepec hacia la 1 de la madrugada, por lo que debía vigilarse un poco. Yo le dije que pensaba tomar un taxi allí en la terminal y él me dijo que le vendría a buscar un amigo su taxista. Le dije que iba a la Colonia Grajales y él llamó a su mujer para preguntarle si sabía dónde estaba, y justamente estaba un poco antes de dónde él iba, a la Colonia Nueva Era, por lo que me propuso compartir el taxi ya que yo bajaría antes.

A priori puede parecer algo arriesgado pero con la conversación que habíamos tenido y la que él había tenido con su esposa, me dio confianza. Siempre hay cierto riesgo, pero la verdad es que se me da muy bien detectar el peligro y la gente de confianza, y ese hombre me pareció de mucha confianza, al menos mucho más que cualquiera de los taxistas que pudiera haber esperando a la terminal. Así que le dije que si y se lo comuniqué a Emma que no le hizo ninguna gracia, de hecho me pidió que le pasara el número del taxi cuando lo viera.

Al llegar a Tuxtepec tuve otra de esas sensaciones entre nerviosismo y emoción. Tuxtepec se estaba convirtiendo en mi segunda casa y volver después de un año hacía mucha ilusión. Ver aquellas calles de nuevo, el río, las casas y finalmente la terminal era incluso gratificante después de haber hecho tantos kilómetros ese mismo día desde Honolulu y más teniendo en cuenta que llegaba por primera vez por el oeste, habiendo hecho el camino más largo posible desde Barcelona. Había sido largo, había costado, ¡pero ya estaba allí!

Eran la 1 de la noche cuando bajábamos del bus, recogíamos el equipaje y salíamos de la terminal. La prueba más clara de que estaba en Tuxtepec era el calor que hacía a pesar de ser de madrugada. Calor y sobre todo mucho bochorno.

Él llamó a su esposa ya su amigo taxista que llegó en unos 5 minutos. Yo llamé a Emma para decirle que ya subía al taxi pero ella no se fiaba. Me pidió que le diera el número del taxi, que era el 310 y que tuve que decirle con voz baja ya que estaba en medio de ambos y me hacía algo que vieran que desconfiábamos.

Puse la calle de casa a Emma en Google Maps y el taxista fue por el camino marcado todo el rato hasta llegar sin problemas a los 5 minutos al destino. En la puerta de fuera ya estaba Emma esperando y el chico, con su desconfianza, se la quedó mirando hasta que al cabo de unos segundos me preguntó: «¿Te están esperando?» A lo que le respondí que si quedándose entonces más tranquilo, pues me dio la sensación de que pensaba que ya le estaba preparando una emboscada.

Pagué los 25 pesos que valen casi todas las carreras de taxi en Tuxtepec, me despedí del amigo del bus, que todavía no sabía ni cómo se llamaba, y entré en casa Emma. Ella se la veía más tranquila de ver que había llegado bien aunque me volvió a decir que no le había gustado que fuera con aquellos, a lo que le respondí que yo no voy con cualquiera, que ya tomo las mías medidas de seguridad y si había decidido venir con ellos era por algo. Además, a ella todavía le hacía menos gracia que a mí que tomara un taxi de la terminal. ¿Cómo iba a venir entonces?

Nos saludamos y después de enseñarme un poco la casa, pues ésta era la primera vez que entraba, nos sentamos en la mesa donde ya me había dejado preparados los 6 antojitos que le había pedido aquella misma tarde. Los antojitos son como tostadas redondas con carne, queso, verduras, etc. y que a mí me gustan mucho, es de hecho de lo que más me gusta de México y sobre todo aquellos que los hacían en un restaurante concreto. Por la tarde les pidió especialmente para mí, antes de llegar yo los calentó y ya los tenía listo en la mesa.

Ya estaba en mi destino final en esta etapa del viaje, con la comida que más ganas tenía que volver a probar y con la persona que más ganas tenía que volver a ver. Todo era perfecto.

Me comí los antojitos mientras comentábamos el viaje, sobre todo el trayecto hasta allí, comentábamos algo de la casa y por lo general nos poníamos un poco al día. Si la felicidad existe, ese momento lo era.

Por primera vez durante el viaje me quedaba a dormir en casa de gente conocida y dejaba por tanto la soledad buscada del viaje para pasar casi 5 semanas bien acompañado y viviendo en una casa con todas sus comodidades. De hecho, acababa de llegar a mi segunda casa y no podía haber sido una mejor llegada.

Llevaba miles de kilómetros recorridos entre 5 países y un montón de nuevas ciudades visitadas, pero ahora tocaba descansar un poco y pasar, ahora sí, unos días de vacaciones.

Hacia las dos de la madrugada íbamos a dormir, pues para mí sobre todo, aquél había sido un día muy largo, un día de 40 horas gracias a los largos vuelos ya los cambios horarios. Al día siguiente tocaba ver al resto de conocidos por lo que debía recuperar energías.

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