Me desperté a las 8 de la mañana, como siempre después de dormir 8 horas, y como cada mañana me duché, tomé el café y planeé un poco ese día. La intención era ir hasta la desembocadura del río Lat Bo Nae que cruza toda la isla. El río estaba en dirección norte, es ad ir, desde donde habíamos venido el primer día desde Krabi. Debería ir andando por la carretera unos 4 km hasta llegar a una de las poblaciones más importantes de la isla por donde el río pasa y acaba desembocando en el mar de Andamán, mar que baña toda la costa oeste de Tailandia. El camino sería largo pero sin pérdida posible y viendo todas las aldeas que se concentran alrededor de la carretera. Siempre que el camino a hacer sea de menos de 3 horas intento hacerlo caminando para poder disfrutar también del propio camino, pues no paras de ver vida local y otras cosas que no verías si siempre te desplazaras en autobús o taxi. Este camino podría hacerlo en una hora si no paraba demasiado, aunque con el calor que hacía no sabía bien cómo iría.

A las 10h, después de mirar bien el camino y escribir un rato el diario, fui a comprar al supermercado del día anterior sobre todo para cambiar uno de los 3 billetes de 1000 bates que todavía tenía, ya que si no hacía una compra de al menos 200 bates era difícil que nadie me los cambiara. Compré más cervezas, más café y algo que comer, como cereales, patatas y pasta. El café lo compraba soluble y en sobres de 50 gramos y de la misma marca que el que tomo en casa, Nescafé, por lo que el resto era secundario. Lo más importante lo tenía y además igual que en casa.

Dejé la compra en el hotel, cogí dinero, las gafas de sol y el móvil y salí en dirección al río. No llevaba nada más para no tener que llevar la mochila, pues con la humedad que hacía era terrible ir con mochila porque te quedaban la espalda y la mochila completamente empapadas de sudor. Prefería ir lo más ligero posible aunque no llevara lo impermeable. Si se ponía a llover pues tampoco pasaba nada.

Fui caminando por la carretera principal, y digo carretera porque es prácticamente la única calle asfaltada de toda la isla, pero no tiene nada de carretera, de hecho sólo tiene un carril por sentido y no tiene ninguna línea pintada ni señalización.

Al cabo de unos 30 minutos llegué al siguiente casco urbano y que ya daba al río aunque todavía me quedaba un trecho. Aquí también había un mercado, mayor que el del lado de mi hotel, y parecía que había más turistas, al menos se veían más hoteles y agencias de tours, aunque seguía siendo poco turístico. De todas formas parece que poco a poco esta isla también cada vez es más turística y tarde o temprano ya será como otras muchas de Tailandia. Sin embargo, de momento aún conserva el atractivo de un lugar básicamente habitado por locales.

Aproveché que estaba en un pueblo para ir a un 7-elevan, que por cierto era el primero que veía a Koh Lanta. De hecho, en el pueblo donde yo estaba, no había ninguna. Esto da una idea de cómo era el pueblo, pues de 7-elevens en Tailandia hay uno en cada esquina. Compré dos botellas de agua y sándwiches para el desayuno.

Una de las botellas prácticamente me la tiré toda por encima para no morir de un golpe de calor y la otra me bebí ya la mitad.

Miraba un poco el mercado que estaba a pie de carretera y seguía caminando en dirección al río pasando sobre todo por zonas despobladas y de vez en cuando por delante una mezquita. Había más mezquitas que templos budistas, de hecho, templo budista en Koh Lanta aún no había visto ninguna.

Al cabo de unos 30 minutos llegué al pueblo por donde pasaba el río. A la entrada del pueblo lac arretera se desviaba sin pasar de por medio, así que dejé la carretera atrás para entrar en una calle del propio pueblo. Aquí algunas de las calles eran asfaltadas a diferencia del pueblo donde tenía el hotel, que todas las calles eran de arena. Por tanto, éste parecía un pueblo más importante aunque todavía con poco turismo. De todas formas aparecieron algunos taxistas y otros vendedores para ofrecerme tours y clases de buceo.

A menos de 30 metros de haber entrado en el pueblo ya podía ver el río, y de hecho prácticamente, la propia desembocadura del río, pues todo el camino realizado desde el hotel era paralelo al mar ya pocos metros de la playa. El pueblo era muy pequeño, por lo que sólo tuve que recorrer 2 o 3 calles para plantarme ya a orillas del río.

Y justo a orillas del río estaban las casitas de los pescadores, donde muchos de ellos tenían su propio restaurante. Pescar desde el mismo restaurante y vender directamente. Entre las casitas se veía el río y cómo estaban muchas prácticamente encima de éste. Caminaba por una calle de unos 50 metros de largo paralelo al río y que descendía hasta el mar. La calle muy auténtica y todo muy bonita. Pescadores, restaurantes, marisco y la desembocadura, por cierto, bastante grande.

Di una vuelta por la orilla del río y la desembocadura. Todo era muy bonito y muy auténtico. A pesar de estar probablemente en el pueblo más turístico de la isla, turistas sólo vi 3, el resto gente local.

Paseé un poco por las tranquilas calles del pueblo y siempre con vistas al río durante unos 30 minutos hasta que empecé el camino de regreso al hotel. Tenía que tener en cuenta que tenía una hora larga de camino aguantando el calor y la humedad. Cuando no se está acostumbrado a estas temperaturas, se hace realmente difícil cualquier desplazamiento. Me daba la sensación de que el problema era la humedad, pues provocaba una sensación de calor terrible además de no parar de sudar. El agua que había comprado en la ida me la echaba más por encima que no me la bebía.

Miré si podía volver por otro camino, pero era imposible. Allí cerca podía tomar otra carretera interior pero que ya no conectaba con el pueblo donde estaba mi hotel, así que tocaba volver por el mismo camino ya visto, algo que intento evitar siempre pero que en esta ocasión no podía.

Buscando la carretera alternativa, vi que cerca de donde estaba había un camino que llevaba hasta un cabo de la isla justo por la playa, donde en un primer momento entré pero vi que era un tramo largo y que luego debería echar atrás para volver a la carretera, por lo que se me hizo bastante difícil y no llegué, de hecho si lo hubiera hecho seguramente me habría desmayado por el camino antes de llegar en el hotel. Sin embargo, el pedazo que hice estuvo bastante bien, pues me adentré varios metros en zona totalmente rural.

Así que a caminar por la carretera una hora aproximadamente, pasando por delante una mezquita que la verdad es que era muy bonita pero como todas con los cánticos por el megáfono escuchándose a decenas de metros. Esto lo encuentro de una mala educación extrema, pues se escucha muy fuerte y desde muchos sitios y mas teniendo en cuenta que en Tailandia esta religión no es la oficial. Además suena un montón de veces al día, sin ir más lejos en frente de mi hotel también hay una y es exactamente lo mismo, cánticos a todo volumen 3 o 4 veces al día.

Finalmente, casi a las 14 horas llegaba al hotel, y de hecho, el último tramo del camino se me hizo más corto de lo que pensaba. Me costaba mucho aguantar ese calor pero había podido llegar al río y volver sin problemas. Objetivo conseguido y ahora tocaba ir preparando las cosas para el día siguiente que ya se marchaba hacia el Golfo de Tailandia.

Me duché y comí algo que tenía en la habitación para ir terminando la comida que había ido comprando. Pero antes, justamente miré cómo ir desde Koh Lanta a Krabi Town, donde tenía el hotel reservado para el día siguiente y desde donde haría escala hasta Koh Tao, la isla de los mochileros y la primera de las 3 islas del Golfo de Tailandia que visitaría. Krabi era la ciudad a la que había llegado en avión desde Bangkok pero donde no había parado. Ahora dormiría allí una noche ya que hacer todo el camino hasta Koh Tao en el mismo día era muy complicado.

Había varias opciones para ir hasta Krabi pero la mas práctica y barata era en minivan, muy similar a como había venido. Me recogerían a las 8:30 ha 300 metros del hotel y me dejarían en el hotel de Krabi hacia las 11:30 h. Y por unos 10€, menos que lo que me costó venir. De hecho, por venir debería haber hecho lo mismo, reservarlo ya antes por Internet y así no habría tenido que comer la opción más cara, pero claro, en un viaje de 3 meses con tantos desplazamientos, tener -lo todo reservado antes de irse es casi imposible. Pero sí que debería haberlo reservado cuando ya estaba en Bangkok.

Ya después de comer y con el trabajo hecho, hacia las 16h me estiré un rato y diría que me quedé dormido unos 30 minutos cuando realmente no quería, pues al día siguiente tenía que levantarme pronto, y por tanto, ir a dormir pronto esa noche. En cualquier caso me resulta muy difícil aguantar sin dormirme, pero ahora al menos no me había quedado dormido 3 horas como casi siempre.

Hacia las 17:30h fui a buscar la ropa a la lavandería junto al hotel y que había dejado el día anterior. El señor me reconoció enseguida y me dio la bolsa con la ropa. Parecía que no faltaba nada, así que pagué y me despedí de aquel hombre que por cierto era muy amable.

Estuve hasta las 18:30h en la calle cerca de la playa por si se veía el sol y así poder ver la puesta desde la playa. Pero un día más, había nubes y el sol ya no se veía ni se vería. Hacía un poco de rabia que durante todo el día hubiera hecho tanto sol y tanto calor y cuando se está a punto de esconder el sol aparezcan las típicas nubes delgadas en el horizonte que lo tapan todo. Así que volví al hotel a preparar la maleta que esta vez sí que la tenía toda completamente deshecha después de 4 días seguidos en el mismo hotel.

Estuve hasta las 20h preparándolo todo, hora en la que volví a salir a buscar algún sitio para cenar oa comprar algo para comer en la habitación. De hecho prefería cenar en la habitación para no perder tanto tiempo y porque andar por aquella isla de noche era muy complicado y peligroso, de hecho tenía que ir todo el rato con la linterna del móvil para no tropezar con un agujero o un charco de agua fangosa. Fuera de la carretera no había ninguna luz artificial y la unión de caminos de arena con lluvias diarias hacía que andar por ahí fuera toda una aventura.

Así que compré un plato preparado en un restaurante de allí junto al hotel y donde ya había comprado antes y me lo comí en la habitación. Como de costumbre arroz, esta vez con carne rebozada. Esta noche tenía ganas de marisco, que por estas islas es bastante abundante y barato, pero el restaurante de marisco que quedaba más cerca estaba cerrado para estar el lunes y los demás ya quedaban demasiado lejos, así que el marisco debería esperar a uno otro día. Ya habría más oportunidades.

La mujer de este pequeño restaurante ya me conocía e incluso me dejó todo a mitad de precio. No entendí porqué, quizás me había estado cobrando precio de turista pero como ya era la tercera vez que le compraba ya me cobraba precio de local. En cualquier caso, siempre era muy barato. Le di las gracias y me despedí de ella ya para siempre.

Y con la luz del móvil y pisando barro y charcos, fui hacia la habitación a cenar. La comida, como siempre, estaba buenísima aunque ya me estaba cansando de tanto arroz. Pronto debería buscar otros tipos de comida, aunque fueran hamburguesas o pizzas.

A pesar de haberme esforzado por tenerlo todo preparado y ya haber cenado antes de las 22h, cosa que conseguí, al haberme quedado dormido un rato por la tarde no pude dormirme hasta las 12 de la noche, pasando el rato mirando los nuevos capítulos de «La que se avecina» desde el portátil y tumbado en la cama, pues todavía no había visto ninguna de la temporada 11.

Y así llegaba a mi última noche en Koh Lanta en medio de aquel silencio sólo roto por el movimiento de las ramas debido al viento y de vez en cuando la lluvia que nunca se marchaba del todo. Después de casi 2 semanas entre Oslo y Bangkok, esta isla me dio la paz y tranquilidad que buscaba antes de regresar a zonas más turísticas o al menos más habitadas.

Había encontrado lo que venía buscando a Koh Lanta y de hecho más de lo que pensaba.