Me desperté poco después de las 5 de la mañana después de haber dormido algo más de 8 horas y mucho mejor de lo que pensaba, pues a la hora que había ido a dormir aún tenían que entrar algunos a dormir y casi no me enteré de nada. Todo el mundo estaba muy cuidadoso de no hacer ruido hasta el punto de que ni siquiera me habían despertado a mí teniendo en cuenta lo fácil que soy de despertar. Cabe decir que normalmente los huéspedes de un hostel son así de cuidadosos y saben convivir con más personas. Siempre hay excepciones pero en general todo el mundo intenta hacer el menor ruido posible si hay gente durmiendo e incluso no abrir luz.

Cuando me estaba despertando vi quién dormía debajo de mí y que aún no había visto. Llegó la noche anterior tan tarde que ni lo vi pero a las 5 de la mañana ya estaba preparándose para irse. Era un señor de unos 60 años. En ese momento creí que vivía y trabajaba en Honolulu pero pasados ​​los días me pareció que no.

Antes de ducharme decidí ir a la cocina del hostel a tomar un café ya que la ducha estaba en la misma habitación y no quería molestar a nadie, pero cuando llegué todavía estaba cerrada, ya no recordaba que lo abrían a las 7h tal y como me había dicho la chica del hostel el día anterior. Así que me quedé hasta las 6:30h sentado en una de las mesas del patio viendo cómo se hacía de día por primera vez en Hawái mientras mirando correos y noticias y después fui a ducharme para las 7 en punto volver a la cocina que ya estaba abierta a tomarme el café que empezaba a necesitar.

Me preparé el café en una taza normal y grande y me lo tomé sentado en el patio disfrutando de la primera mañana en Hawái. Ahora ya estaba completamente de día y se estaba realmente bien, ni frío ni calor, pues corría un aire muy agradable y no se sentía nada de bochorno. El barrio quedaba a las afueras de Honolulu por lo que la tranquilidad era absoluta. Además el hostel no tenía demasiada capacidad por lo que nunca había demasiada gente por la cocina o las zonas comunes. Por todo ello estaba realmente bien.

Primero escribí un rato el diario para después mirar bien la ruta que quería hacer ese día, que era ir primero a Waikiki Beach y desde allí al Diamond Head, el volcán extinguido de Honolulu y desde donde se tienen unas vistas extraordinarias de toda la capital de Hawai siempre y cuando consigas llegar hasta la cima, que fácil no se.

Quería hacerlo caminando y no era poca cosa, pues hasta Waikiki Beach desde el hostel ya tenía casi 3 kilómetros, y desde allí hasta el Diamond Head debería caminar unos 2 kilómetros más, después subir hasta arriba , bajar y volver al hostel que eran unos 4 kilómetros más. Por tanto serían como mínimo 9 kilómetros más la subida y bajada en el Diamond Head que sumarían unos 5 kilómetros más pero encima con subidas y bajadas. No estaba nada mal pero es que los días que soy por primera vez en una nueva ciudad siempre intento realizar excursiones muy largas.

Así que a las 9 de la mañana, sin pensármelo demasiado, me preparé e inicié el camino. A diferencia de cuando iba a la zona de restaurantes, ahora debería ir en sentido contrario por la calle del hostel, caminando ya desde el principio por zona desconocida.

Por el camino, ya sólo 5 minutos del hostel, encontré un 7-eleven que no conocía, que quedaba más cerca que la zona de restaurantes y que me sirvió mucho los 4 días que pasé en Honolulu. De hecho ya apenas regresaría a la zona de restaurantes. De momento compré un par de sandwiches de jamón y queso por $3,24 que quería comerme al cabo de dos horas como mínimo pero que no aguanté ni una. Antes de llegar a Waikiki Beach y cuando todavía estaba de camino ya me los comí. Al menos ya encontraba comida lo suficientemente buena y bastante más barata que en cualquier restaurante o incluso Burger King. Además, a los 7-elevantes incluso preparando comida o te calientan estos bocadillos preparados.

Poco a poco dejaba atrás los barrios residenciales y me acercaba al centro de Honolulu. Al contrario de lo que imaginaba ésta era una ciudad como cualquier otra ciudad americana. La gente más amable y un clima tropical pero el mismo tráfico, autobuses, edificios y mucho movimiento.

Hacia las 10h llegaba a la zona de Waikiki y aparte de la playa ya podía ver el centro de Honolulu, donde se concentran los rascacielos, los hoteles más caros donde los ostas llegan en limusina, y evidentemente, la famosa playa, donde fui y por donde caminé hasta donde pude en dirección al Diamond Head.

Eso sí, la ciudad se veía muy limpia y bien conservada. Por lo general la gente muy respetuosa y ningún tipo de delincuencia. Por lo general se respiraba muy buen ambiente, felicidad, alegría y pocas ganas de problemas.

Empecé a andar por Waikiki Beach, una playa que en ese punto todavía era pequeña pero que se acabaría haciendo enorme. Muchos hoteles en primera línea de playa y mucha gente por todas partes. Durante unos 500 metros pude ir por la playa hasta un punto donde quedaba cortada y que me sacó de la playa para seguir por la calle paralela. La calle llegaba al cabo de unos 500 metros más a un paseo marítimo ya una zona de la playa mucho más ancha, con más gente y muchos surferos. De hecho había un montón de sitios para alquilar tablas de surf. Aquí la playa ya parecía otra y las vistas desde este punto eran muy interesantes, pues no es habitual ver una playa paradisíaca con un montón de rascacielos en primera línea.

Fue mientras caminaba por ese paseo cuando pude ver las mayores excentricidades de Honolulu. Hoteles con habitaciones de 3.000€ la noche en medio de ese paseo lleno de limusinas dejando a clientes. Mujeres llegando con limusina completamente solas a un hotel donde recibirían todas las atenciones pero seguramente se seguirían sintiendo completamente solas.

Pero lo mejor fue encontrar una especie de muelle que hacía de mirador, pues quedaba unos 100 metros adentro el mar y permitía ver toda la playa de Waikiki a un lado y Diamond Head al otro. Allí me quedé unos 10 minutos porque realmente valía la pena observar bien toda la costa desde un punto que ya no podría observar más, pues era desde allí o desde un barco.

Por cierto, que el mirador tenía un tejado que quedaba a unos 5 metros del agua y donde ponía prohibido echarse y desde donde dos chicos no paraban de echarse al agua en medio del griterío de los que miraban sin tener en cuenta que a 1 metro había un cartel que expresamente prohibía todo esto.

Después me quedé un rato caminando por el paseo marítimo y por la playa de Waikiki, en ese punto mucho más ancha y grande que al principio, mirando a todos los surferos en medio de aquella gran playa que aunque no era la mejor para hacer -surf ya se podían ver unas buenas olas, preludio de cómo serían las olas en las mejores playas de Hawái donde hacer surf.

Hacia las 10:30h ya dejé atrás la playa y todo el montón de gente para ir hacia el Diamond Head. De hecho en ese punto ya lo tenía muy cerca, pero tenía que ir hasta la entrada que quedaba a más de 2 kilómetros de donde estaba y el camino ya subía. De hecho para llegar a la entrada para poder subir al cráter, tenía que recorrer todo el lateral del volcán, por lo que ese camino lo acabaría haciendo dos veces, una ahora y otra ya arriba del volcán, pues acabaría llegando al punto del cráter más cercano a la playa, donde estaba ahora.

La zona por la que debía andar ahora ya no era el centro de Honolulu sino más similar a la zona del hostel, es decir, un barrio residencial con casas unifamiliares y calles tranquilas. El calor empezaba a apretar y el cansancio ya se notaba, no tabique llevaba caminados unos 7 kilómetros. Por suerte en la playa había fuentes y al menos hasta entonces había bebido bastante agua.

Caminé unos 30 minutos por aquel barrio con el Diamond Head todo el rato a mi lado derecho y por aquellas calles con una pendiente suave pero muy larga que te acababa destrozando las piernas. No hacía ni media hora que había bebido agua por última vez, pero ya volvía a tener sed. Finalmente a las 11h y ya bastante cansado llegaba a la entrada del Diamond Head y donde apenas empieza el trozo más difícil de aquella excursión para llegar hasta la cima del cráter. Yo ya llevaba dos horas andando y apenas empezaba la parte más cansada.

Siguiendo la carretera por la que iba andando se llegaba directamente a un túnel de unos 200 metros de largo y que ya era para cruzar la corona del volcán y entrar así en su cráter. Allí debía pagarse el dólar que costaba la entrada y ya empezaba el caminito sólo para peatones y que cada vez iría siendo más estrecho, con más pendiente y menos regular.

Al principio ya me sorprendió pero al menos pensaba que era asumible si la cosa no se alargaba demasiado. Pero al poco rato el caminito ya sólo era de un metro de ancho y completamente irregular con una pendiente que no bajaba de los 15°.

Y así fue durante al menos 30 o 45 minutos que se hacían eternos, por el calor y el cansancio acumulado.

Eso sí, ya a medio camino las vistas eran extraordinarias, preludio de cómo serían una vez en la cima. De hecho, de vez en cuando había un mirador que permitía descansar un rato y tomar muy buenas fotos. El aire que corría a primera hora de la mañana seguía corriendo pero ahora ya no era suficiente para apaciguar ese calor que aumentaba minuto a minuto. Sin embargo parecía que el mes que llevaba de viaje había servido para coger un poco de forma, pues era de los que más rápido subía.

Pero cuando ya parecía que el trayecto no pudiera ser más complicado, de repente pasamos por un túnel muy largo y muy estrecho, de unos 50 metros de largo por uno ancho, y al salir llegó la gran sorpresa. Escalas. Pero escaleras con una pendiente exagerada y que tenía por lo menos 50 escalones. No lo pensé ni un segundo y subí sin cesar en ningún momento. Después de éstas vendían otras escaleras de caracol que subían 3 pisos y al final, por fin, la cima del Diamond Head. Ya estaba en lo más alto del volcán con todo Honolulu a mis pies.

En ese primer punto ya había un mirador desde lo que se veía buena parte de Honolulu y parte del lado este. Las vistas ya eran magníficas pero aquél aún no era el mejor mirador.

Desde allí teníamos que seguir andando unos metros más hasta llegar al mirador principal desde donde ya se podía tener una vista de 360° desde lo más alto del Diamond Head. Lo cierto es que desde abajo no parece tan alto. Cuando estás es bastante flipando lo arriba que estás y todo lo que puedes ver a tu alrededor. Incluso se ve claramente todo el cráter ahora ya lleno de vegetación. Eso sí, el mirador lleno de gente, demasiado de hecho por lo pequeño que es. Además, la gente, al igual que yo, se queda unos minutos observando, por supuesto, por lo que las esperas se alargan un poco.

La verdad es que costaba marcharse de allí viendo a todo Honolulu bajo ti, buena parte de la costa este de Oahu, el océano Pacífico y el cráter que se aprecia perfectamente. Había sido una mañana cansada y de mucho calor pero muy bien aprovechada viendo buena parte del centro de Honolulu y llegando hasta la cima de uno de los volcanes más conocidos de Hawai.

Cuando ya lo vi bien todo inicié la bajada, que daba mucha pereza pero que al menos sería mucho más fácil que la subida. De hecho casi que tardé la mitad de tiempo de lo que había necesitado para subir, pues incluso algunos tramos les hacía casi corriente.

Eran las 12:30h cuando llegaba abajo y ahora tocaban 4 kilómetros más hasta el hostel. Estos sí que se hicieron un poco pesados pero al menos iba por una zona de Honolulu aún no vista y eso siempre está bien, de hecho pasear por calles donde nunca he estado es algo simple pero que me encanta. Además estaba a punto de conseguir un buen reto algo que siempre sube la moral.

Por el camino encontré un Foodland, un supermercado que había visto por Internet buscando lugares baratos donde comer en Hawái y que parecía una buena opción donde comprar comida y no arruinarte en los restaurantes, por lo que entré en mirar. En el 7-elevan de antes ya había mirado precios de platos preparados por lo que ahora los compararía con los que tuvieran aquí.

Así como los 7-elevan son pequeños, los Foodland son grandes como una gran superficie. Nada más entrar ya encontré una nevera con platos preparados y miré los precios. Al contrario de lo que pensaba, aquí parecían más caros que en el 7-elevan, quizás eran de mejor calidad, no lo sé, pero un plato que en el 7-elevan estaba por $5, aquí estaba por $6,50, por lo que ya no miré demasiado mas. Eso sí, ahí al lado estaba la zona de dulces y pasteles varios y no pude resistirme. Busqué algo que no fuera una puñalada, porque casi todo lo era, y me decidí por unos trozos de brazo de gitano de chocolate y nata por $4 mes los impuestos claro, pues nunca quedan reflejados en el precio indicado.

Cuando salí llovía un poco en cuanto senté bajo un árbol y me comí uno de los 4 trozos de brazo de gitano. Quería esperarme pero tenían muy buena pinta y yo no había comido demasiado.

En ese punto todavía me quedaba media hora larga de camino pero por suerte a los pocos minutos paró de llover. Esto era algo que todavía no sabía pero que con los días me daría cuenta de que es bastante habitual, lluvias cortas sin que acabe de marchar el sol por lo que es fácil ver el arco iris. De hecho lo pude ver todos los días.

Y poco a poco me iba acercando al hostel con la inestimable ayuda de Google Maps y el GPS que iba cuando quería y que no tenía claro si era por ser un Xiaomi, pues por lo que se ve a los móviles chinos son una algo especiales. La cuestión es que sin GPS me siento completamente perdido y aunque acabaría llegando a los sitios mirando carteles y preguntando, evidentemente el GPS es mucho más cómodo.

Hacia las 13:30h y después de 4 horas de caminata ininterrumpida y de haber subido al Diamond Head, llega de nuevo al hostel. Estaba realmente cansado. La intención era tomar un café, no hacer siesta y cenar pronto, pero tenía demasiada hambre y me comí dos trozos más del brazo de gitano que le da lo contundentes que eran. Y claro, me estiré un momento y me dormí aunque no tan profundamente como otros días debido al calor y supongo que a que en la habitación de vez en cuando entraba alguien.

De hecho, sobre las 16h llegó una nueva osta que a mí me pareció japonés pero que era chino. Yo ya estaba medio despierto y me saludó. En ese momento aún no lo sabía pero aquella sería la persona más irrespetuosa y maleducada que hubiera conocido nunca en un hostel.

Hacia las 17h me levanté y el chino estaba durmiendo, señal de que no estaba acostumbrado a dormir en habitaciones compartidas o que simplemente le importaba una mierda molestar a los demás, pues si a esa hora iba a dormir por el jet lag quería decir que a las 22h se despertaría y molestaría al resto que ya estaríamos durmiendo. El primer día debes aguantar un poco y más si compartes habitación.

Yo fui a tomar un café sentado en las mesas del patio disfrutando del aire que hacía y que ayudaba a apaciguar el calor, pues en la habitación realmente hacía fuerza de calor. Pero fuera del patio el sol rara vez picaba directamente y siempre corría un poco de aire refrescante.

Miré correos, escribí el diario y hacia las 18:30h salí a dar una pequeña vuelta por el barrio, pues todavía me dolían las piernas y no tenía ganas de caminar demasiado.

El barrio quedaba a unos 20 minutos andando del centro pero realmente estaba muy bien, pues era tranquilo, con las típicas casas americanas y lo mejor de todo, unas vistas buenísimas del centro de Honolulu, pues quedábamos algo elevados lo que permitía ver bien todos los edificios más altos y el mar. De hecho a esa hora ya se empezaban a iluminar algunos por lo que tenía claro que estaría paseando hasta las 20h que oscureciera por completo para ver Honolulu de noche.

Poco antes de las 20h fui al 7-eleven donde compré un bocadillo de ensalada de pollo y un plato preparado de salchichas, carne adobada, arroz y tortilla, todo ello por $6,26 (5,20€) , la mitad de lo que me había gastado el día anterior en mi primera cena en Hawái y un precio espectacular por una cena en estas islas. Como ya dije, el primer día vas de novato y estas cosas se pagan. Con sólo 24 horas en un sitio ya eres capaz de gastarte la mitad.

Y después de comprar, parada al inicio de la misma calle del hostel ya que era desde donde mejor se veían los edificios del centro de Honolulu y que ahora de noche todo iluminado era muy bonito de ver. De hecho me quedé casi un cuarto de hora en medio de una oscuridad casi total ya que aquella calle estaba poco iluminada y un silencio que incluso extrañaba teniendo en cuenta que estaba en Honolulu. Estar en ese barrio residencial típico americano completamente nuevo para mí y observando buena parte de la capital de Hawái era de esas cosas muy sencillas a la vez que inesperadas que acabas recordando durante muchos años.

A las 20:30h ya estaba en el hostel preparando la cena, bueno, calentándolo en el microondas. Ya había probado estos platos un par de veces en Tailandia y ya sabía que estaban buenos. La diferencia es que en Tailandia los compré cuando no había encontrado ningún restaurante o puesto ambulante mientras que aquí los compraba casi obligado por los precios desorbitados de los restaurantes. Además, allí en el hostel se estaba incluso mejor que en muchos restaurantes, allí como en una terraza. Tenía que compartir habitación pero a cambio tenía un patio unas zonas comunes y unas vistas que no habría encontrado en ningún hotel.

Hacia las 21:30h, después de cenar y charlar un rato con el chico del hostel que siempre estaba por allí, iba hacia la habitación a mirar alguna serie para ir echando sueño. Había dormido por la tarde pero me había levantado pronto, estaba muy cansado y aún con sueño acumulado del trayecto de Kuala Lumpur a Hawái del día anterior.

Y como era de esperar, el chino poco listo o simplemente maleducado y que no tenía en cuenta de aguantar el jet lag para no molestar al resto de ostas, se despertó poco antes de las 22h, cuando el resto empezábamos a acostarse, y primero se jodió a enviar y recibir WhatsApps o Wechats de voz. El tío allí hablando y escuchando los mensajes a un volumen bien alto, no sea que no entendiera algo. Además el volumen de las notificaciones también bien alto porque supongo que ponerlo sólo en modo vibración era demasiado trabajo, y por supuesto, todo el rato el móvil sonando. Un desgraciado sin ningún respeto.

Me daba la sensación de que antes de llegar al hostel no sabía que compartiría habitación ya que enviaba demasiados mensajes y realmente no se veía concienciado para compartir nada. Y para colmo, al mongólico se le ocurre encender la luz, tal cual, ¡como si viviera solo en el planeta! Las 10 de la noche pasadas, yo ya en la cama, y ​​el subnormal va y pone en marcha la luz. Por suerte ésta o no iba o tardaba mucho en arrancar por lo que tuvo que espabilarse con la luz del lavabo. Hacia las 22:30h se marchó y yo fui a dormir. Aquel día ya se habían ido dos, por lo que ahora sólo éramos el señor que dormía bajo mí, el chino y yo. El señor todavía no había llegado pero éste no me preocupaba porque se le veía ya curtido y ni se notaba cuando estaba.

En cualquier caso me quedé dormido antes de que volviera el chino que no sé que hizo, pues hizo todo lo que no se debe hacer para pasar el jet lag lo más rápido posible. En cuanto a mí, ya me había adaptado completamente al horario, de hecho ya lo estaba desde el primer minuto, y ya me conocía el barrio y la gente del hostel. Parece mentira cómo cambian las cosas en sólo 24 horas. Sólo me estaría 3 días más pero ya me habría quedado dos o tres semanas.