Al día siguiente de llegar yo a Oaxaca y haber pasado aquella primera noche solo en la Casa de Matilda, el mejor alojamiento que había y he tenido nunca en un viaje, llegaba Emma desde Tuxtepec. Habíamos quedado en la misma terminal de autobuses de Oaxaca donde había llegado yo el día anterior y sería la primera vez que nos veríamos en persona.

Ella llegaba por la mañana y yo no sabía muy bien cómo llegar hasta la terminal, pues no llevaba ni un día en la ciudad. Tenía bastante claro que no quería ir en taxi por ser más caro que el urbano y por ser la solución fácil que sólo hago como último recurso. Así que fui a la calle por donde supuestamente pasaba el urbano y allí empecé a andar en dirección al centro.

Pregunté al primer señor con el que me crucé si sabía donde paraba el urbano. Me dijo que allí mismo, lo que me extrañó un poco, pues era mucha casualidad que justo hubiera llegado a la parada. Pero al cabo de un minuto llegó un urbano, el señor me dijo que levantara la mano y el urbano efectivamente se detuvo para que pudiera subir.

Era la primera vez que subía en un urbano de México, y de hecho en un transporte público de ese tipo en todo mi vida, y me encantó. Era un minibús medio destartalado sin ventanas, con las puertas siempre abiertas y con un trabajador sentado en el primer asiento gritando peatonal por la ventana una serie de lugares que no lograba entender, en cualquier caso parecía que iba diciendo los lugares donde tenía parada. Todo ello me pareció muy auténtico y me hacía sentir como un mexicano mes, que es lo que mas me gusta de viajar, sentirme como un local mes.

Pregunté al chofer donde tenía que bajar para ir a la terminal de autobuses y que me avisara en llegar. Al cabo de unos 10 minutos llegábamos, caminaba unos 5 minutos mas hasta llegar a la misma terminal donde había llegado el día anterior y donde me tenía que encontrar con Emma.

La verdad es que estaba bastante nervioso. Entre que yo había ido con tiempo porque no sabía cuánto tardaría y que ella se retrasaba un poco, como era normal, estuve esperando casi una hora en la terminal, tiempo que no hizo nada más que ponerme aún más nervioso.

Después de intercambiarnos 12 SMS, pues yo en ese momento aún no tenía SIM mexicana, y por tanto, dejarme 12 € sólo en mensajes, acabé entendiendo que ya estaba a punto de llegar pero a una otra terminal, pues no había venido en bus como yo sino en lo que ellos llaman suburban, que son furgonetas preparadas para llevar unos 10 pasajeros y que son más económicas y más rápidas que los autobuses.

Yo no tenía ni idea de dónde estaba aquella otra terminal, pero me dijo que estaba en la misma calle y en qué dirección, así que empecé a caminar casi corriendo hacia allí sin que viera nada que pareciera una terminal. Lo que no sabía es que era tan pequeña que desde la calle ni siquiera se distinguía. Así que mientras caminaba casi corriendo por esa calle de Oaxaca sudando y cada vez mas nervioso, de repente un señor me llamó o decir algo que no entendí pero que en cualquier caso pensé que era un vendedor intentando hacerme vender algo , pues eso es práctica habitual en México, y por tan simplemente le dije «no, no» y seguí caminando al mismo ritmo. Pero entonces me pareció escuchar un «señor Casas» que venía de donde era el supuesto vendedor. Me di la vuelta y el señor todavía estaba mirándome con una cara entre sorpresa e incredulidad. Pero entonces apareció Emma dentro del edificio custodiado por el señor que resultó no ser ningún vendedor sino trabajador de la terminal que me estaba llamando para decirme que dentro había Emma esperándome. Entré y allí estaba ella sentada tanto o más nerviosa que yo.

Así pues nos vemos por primera vez, me senté a su lado y después de darnos un primer beso en la mejilla ya nos me dimos uno en la boca. No sabíamos muy bien cómo reaccionaríamos en aquel primer encuentro pero fue mejor de lo esperado.

Nos quedamos mirándonos un rato sin creernos aún del todo que estábamos juntos allí en México. Ya habíamos hablado un montón de horas durante los meses anteriores pero aún así en ese momento estábamos un poco nerviosos ambos. Pero después de aquellos primeros momentos y en mi caso el pensar que era Emma, ​​nos fuimos relajando rápidamente. Al cabo de unos minutos de estar allí sentados con el señor de la terminal que ya estaba pegado a nuestra historia como si fuera una telenovela, decidimos ir hacia la casa alquilada donde deberíamos ir o con el urbano o en taxi.

Fuimos hacia la calle por donde había bajado yo con el urbano para ver si había alguna parada para poder hacer el mismo trayecto pero atrás. Pero entre que no la encontrábamos, que no sabíamos exactamente si llegaríamos y que íbamos cargando la maleta de Emma, ​​enseguida decidimos coger un taxi, total costaba 50 pesos, poco mas de 2 €. Ya aquel tramo de camino íbamos cogidos de la mano y en pocos minutos ya parecía que nos hubiéramos encontrado hacía días, señal de la buena sintonía y confianza que teníamos ambos a pesar de ser el primer día que nos veíamos en persona.

A pesar de ir en taxi no fue fácil saber exactamente dónde ir y dónde bajar, pues no tenía la dirección exacta de la casa y tampoco me conocía tan bien el camino como para ir indicándole al taxista. Sabiendo el barrio que era, San Felipe del Agua, y gracias a que sólo se podía llegar por un camino, pudimos bajar más o menos en el lugar donde se cogía el urbano, y desde allí ya podía orientarse un poco aunque todavía con dificultades.

Una vez en la casa y después de enseñarle las habitaciones y el patio, fuimos a estirarnos a una de las camas pequeños de la habitación de los niños, pues era la cama donde había dormido la noche anterior y el único que estaba deshecho. Era ella la que llevaba la iniciativa, pues aunque su matrimonio ya parecía no tener ningún futuro, al fin y al cabo seguía estando casada, por lo que yo me limitaba sólo a seguirla.

Así pues nos tumbó en la cama y no pasaron demasiados minutos cuando ya nos estábamos dando besos después de comentar un poco mi llegada a México y concretamente en Oaxaca. Ella le puso una excusa a su marido diciéndole que iba a Oaxaca 4 días por unos temas de la escuela. Estuvimos en aquella cama individual ambos estirados una media hora sin terminar aún de creernos ninguno de los dos que estuviéramos allí en aquella situación.

Al cabo de casi una hora nos levantamos y fuimos a comprar comida para las tiendas de la zona, buscando alguna de mayor que a la que fui yo el día anterior, pues tenían muy poco. En encontramos una donde pudimos comprar más cosas, sobre todo comida para la cena y cervezas.

El resto del día la pasamos en casa paseando por el patio y descansando en el amplio salón con ese sofá tan cómodo y mirando por los ventanales que ocupaban toda la pared frontal. Estábamos los dos muy contentos y con ganas de pasar simplemente un rato juntos, sentados y charlando disfrutando de ese momento tan especial para nosotros. Fue perfecto.

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