Me desperté sobre las 6 de la mañana y lo primero que vi justo abrir los ojos y todavía tumbado en la cama, fueron las Torres Petronas, ambas de arriba abajo y a vista de pájaro además de buena parte de la ciudad de Kuala Lumpur desde 170 metros de altitud. Así que es agradable despertarse. Había pasado de despertarme la noche anterior en una habitación de 6m2 con una ventana que daba a un pasillo y donde podía ver una pared, a despertarme en un apartamento con toda una pared de cristal que parecía un mirador a 170 metros de tierra desde donde veía toda la ciudad. Esto, que puede parecer muy caro, no lo es en absoluto, de hecho este apartamento me costaba 25€ la noche y hay que tener en cuenta que no sólo tenía aquellas maravillosas vistas sino que además podía ir a la piscina que había en la terraza del edificio, a 210 metros de altitud, y todo lo que puede tener un apartamento, con nevera, microondas, cocina, baño, etc, aparte de toda la seguridad que tenía el edificio, pues allí era imposible entrar si no tenías un apartamento comprado o alquilado.

Como cada primer día entero en una nueva ciudad, éste sería un día completo e intenso de caminata por buena parte de la ciudad visitando algunos lugares que ya llevaba pensados desde antes de iniciar el viaje.

Y como cada mañana, pero mejor que nunca, me tomé un café, por primera vez sin tener que utilizar mi taza portátil ni mi calentador portátil, escribí el periódico y decidí qué sitios visitaría ese día. Iría hasta los pies de las Torres Petronas, después hacia la Menara KL (la famosa torre de telecomunicaciones tan alta como las Torres Petronas), después a la Plaza Merdaka y de ahí una vuelta por Chinatown. Todo lo haría andando ya que lo que más lejos me quedaba era Chinatown que estaba a unos 3,5 kilómetros, es decir, a menos de una hora andando sin pausas. Como siempre digo, al menos el primer día que estoy en una ciudad, me gusta ir andando siempre que se pueda, pues es la mejor manera de ver y vivir bien la ciudad, y en este caso todo quedaba bastante cerca.

Me acabé el café tranquilamente mirando por la ventana, de hecho me habría pasado horas mirando por la ventana, me duché y hacia las 9h salí a dar el primer paseo por Kuala Lumpur. Las Torres Petronas estaban a unos 20 minutos andando y era lo que tenía más cerca de todo lo que quería ver, así que fui directamente hacia allá. El problema fue cruzar la carretera que hay a unos 100 metros de los apartamentos y que más que una carretera parecía una autopista y dividía completamente el barrio en el que estaba el apartamento del resto de la ciudad. Ésta era la primera vez que tenía que cruzarla y aún no sabía el mejor sitio para hacerlo, de hecho casi todos eran malos, por lo que pasé 10 minutos de reloj intentando cruzarla. 10 minutos puede parecer poco tiempo, pero pasárselos palo plantado en una acera intentando cruzar una carretera, estos 10 minutos se hacen una eternidad. Finalmente aproveché que un camión tardó un poco en arrancar después de un pequeño atasco y que además en los otros dos carriles los coches estaban a unos 20 metros para pasar corriendo. Pero éste sólo era uno de los sentidos de aquella carretera, faltaba todavía el otro que no costó tanto pero sus 3 o 4 minutos sí que requirieron. Si preferí pasar por ahí todo y el rato es porque no se veía ningún semáforo en decenas de metros, y de hecho los locales también cruzaban por ahí en medio como yo, eso si, ellos no lo pensaban tanto y en 2 o 3 minutos ya cruzaban.

Pasada la carretera ya sólo tenía que ir echando una sola calle por una acera normal durante unos 10 minutos y por lo que ya era uno de los barrios más importantes de Kuala Lumpur hasta llegar a los pies de las Torres Petronas. Durante el camino ya se veían un poco, pero en un momento determinado, al dar una esquina, de repente aparecen en su totalidad a escasos 20 metros delante de ti, por lo que la impresión de verlas de tan cerca es muy fuerte , pues no te lo esperas nada al girar esa esquina y menos tenerlas ya justo enfrente.

Una vez estás justo a los pies de las torres es un pase mirar arriba y ver lo que tantas veces has visto en imágenes. El famoso puente que une ambas torres y su forma tan peculiar con los 5 tramos simbolizando los 5 pilares del islam. Su peculiar forma, pues, tiene un significado muy concreto y de hecho nada está hecho al azar.

Estuve unos 10 minutos paseando por los pies de las torres haciendo las fotos de rigor y observándolas un buen rato hasta que seguí el trayecto hacia la Menara KL, la torra de comunicaciones casi tan alta como las Torres Petronas y que forma, junto a ellas, el típico skyline de Kuala Lumpur.

Estuve caminando unos 15 minutos más hasta que llegué muy cerca pero no fui justo hasta el pie ya que tenía que dar mucha vuelta y no me compensaba, ya que desde donde me encontraba ya la veía muy bien. De hecho, según Google Maps debía andar casi 30 minutos para llegar, mientras que ahora ya me encontraba a menos de 50 metros de ellas. Eso sí, con un pequeño bosque en medio que me impedía poder echar recta. Y tal y como había hecho en las Torres Petronas, fotos y contemplar durante un rato el tueste que es realmente también impresionante, pues a diferencia de un edificio, ésta es como un palo gigante aguantando una cúpula enorme que parece que tenga que caer en cualquiera momento.

Desde allí me dirigí hacia la Plaza Merdaka, la plaza emblema de Kuala Lumpur, pues fue en esa plaza donde se declaró la independencia de Malasia. Es una plaza muy grande sin nada, sólo con césped y una bandera malaya gigante en medio. Uno de los retos es cruzarla de un tirón, pues es muy grande y sin sombra alguna, por lo que cuando hace más calor es realmente duro cruzar toda la plaza.

Pero por el camino, y eso es lo bueno de ir caminando, pasé por los ya típicos lugares ambulando dentro de un mismo recinto, con mesas comunes y una tienda con bebidas, muy similar a donde hice la última comida en Malaca y donde de hecho comí lo mismo que acabaría comiendo aquí y ahora, pues me gustó mucho. Eran las 10:45h y ya llevaba 5 horas despierto por lo que decidí hacer uno de esos desayunos-comidas que solía hacer.

Entré y fui mirando todos los sitios hasta pararme delante de lo que me pareció más interesante. Casualmente el primer plato de la carta era Wantan Mee, lo que me pareció lo mismo que había comido en Malaca y que eran espaguetis chinos con cerdo y una especie de raviolis grandes con carne hecha al vapor. Como eso me gustó mucho y lo prefería al arroz y al pollo, pues lo pedí. El precio aquí eran 6,50RM mientras que en Malaca fueron 6RM, por lo que consideré que estaba muy bien teniendo en cuenta que ahora estaba en Kuala Lumpur donde se supone que todo es algo más caro. De hecho, el señor que conocí en el bar más mítico de Melacca me dijo que evitara ir a Kuala Lumpur porque era una ciudad carísima. Se podría decir que es carísima respecto a otras ciudades de Malasia, pero seguía siendo una ciudad muy barata comparada con cualquier ciudad europea.

Me senté en una de las mesas y aunque ya había gente todavía estaba muy vacío. De hecho había tanta poca gente que el señor que había más cerca de mí no dejaba de mirarme, entiendo por verme el único occidental del barrio, pues cabe decir que los lugares donde intento comer son siempre lugares para locales donde difícilmente se puede encontrar un solo turista.

La carne de cerdo no estaba hecha exactamente como la de Malaca pero me gustó mas, parecía más tostada o hecha en la barbacoa. Lo demás era igual, con aquella especie de raviolis gigantes de carne hecha al vapor y los espaguetis aunque aquí me pareció que no había tantos. En cualquier caso, estaba muy bueno como ya me esperaba. Hacia las 10:50h terminé, pagué y seguí el camino hacia la Plaza Merdaka.

Pero poco antes de llegar pasé por una calle muy auténtica, muy estrecha pero llena de tiendecitas tanto de musulmanes como hindúes, coches y gente. De hecho era muy complicado poder andar allí de tanto lleno que iba. Era una calle con unos edificios bastante deteriorados y muy sucio, pero desde allí se veían las Torres Petronas y la bandera gigante de la Plaza Merdaka. Estas son las cosas casi excepcionales de Kuala Lumpur, estas grandes diferencias a pocos metros de distancia unas de otras. Mientras caminaba por una calle con edificios medio en ruinas y gente viviendo al día con lo poco que podía vender, veía una de las obras de ingeniería más importantes del mundo. Un contraste fascinante y que para mí fue de las cosas que más me gustó ver ese día.

Caminé un rato por esta calle, donde por cierto se podía comprar cualquier cosa, y después hasta la Plaza Merdaka que estaba casi a su lado. Lo que no me esperaba que estuviera allí era el teatro Nacional de Malasia, un edificio de estilo musulmán simplemente impresionante y muy grande. Además justo al lado había una mezquita por lo que todo hace que la Plaza sea mucho más que una simple plaza. Además, justo al otro lado, existen unos edificios de estilo colonial lo que esta plaza representa a la perfección una de las peculiaridades de Malasia, su multiculturalidad totalmente integradora y respetuosa unas con otras. Son cosas que cuestan palabra de ver en otros países, de hecho yo no lo he visto en ninguna, esa armonía total entre culturas y religiones tan diferentes.

Ahora tocaba cruzar aquella plaza bajo el sol y sin sombra alguna donde resguardarse. Eran casi 10 minutos andando que se hacen muy largos ya que el sol pica con mucha fuerza. De hecho en medio de la plaza no había absolutamente nadie y los pocos turistas que había estaban en un lateral cerca de las sombras que ofrecía la mezquita.

Y una vez conseguido el hito de cruzar toda la Plaza Merdaka a pie ya fui a Chinatown que quedaba a unos 10 minutos andando de la plaza. Como suele ser habitual, Chinatown queda bastante bien ubicado dentro de Kuala Lumpur como en casi todas las ciudades, ya eligen bien el…

Por el camino vi a un McDonald’s con los carteles de los helados en la pared de fuera. Me los quedé mirando y con el calor que hacía y habiendo acabado de comer, me apetecía mucho. Primero pensaba en el típico cono, pero no vi ninguno normal, todos estaban con gustos de menta, café, fresa y otras cosas, por lo que finalmente me decidí por un McFlurry que lleva galletas oreo trituradas. Así que entré y lo compré por 5RM, 1€, y me entró de puta madre, no tabique éste era el primer helado que me comía en todo el viaje. No suelo comerlo, pero de postre y con el calor que hacía fue lo mejor que podría haber comido en ese momento. Me senté en unos bancos junto al puente y que parecía una parada de taxi y allí me lo comí tranquilamente mientras descansaba y pasaba un poco el calor.

Cuando ya entraba en Chinatown vi un KK que son unas franquicias similares al 7-elevan pero supuestamente más baratas aunque todavía no lo sabía porque nunca había comprado. Entré y efectivamente todo era un 5 o 10% más barato que en el 7-elevan, y yo siempre comprando en el 7-elevan… Y de hecho, lo que más diferencia de precio tenía eran las cervezas, pues en el 7- elevan costaban unos 2€ y allí 1,50€. Compré dos además de algo de comida y una botella de agua porque ya no aguantaba más la sed, de hecho entré para comprar básicamente agua. Eso sí, nada más salir se me rompió la bolsa, o ya me la dieron medio rota, y cayó todo al suelo. Por suerte no se rompió nada, sólo la cerveza algo movida.

Una vez allí ya estaba en la entrada de Chinatown, de hecho, sólo girando la esquina del KK ya se veía que aquella calle era de Chinatown, pues son inconfundibles. Los edificios viejos, los lugares ambulantes, los carteles en chino y, por supuesto, la gente, todos chinos, y muchos.

Seguí caminando por aquella primera calle hasta encontrarme con un mercado enorme que ocupaba unas 4 calles muy largas, además todas bien adornadas y con todo tipo de tiendecitas, desde comida hasta falsificaciones de cualquier cosa, típico chino. Una vez en medio es fácil olvidarte en qué país, pues se pierde totalmente cualquier referencia al país donde estás. Toda referencia es china, incluso las costumbres o la forma de vivir. Todo ello es 100% chino.

Paseé por casi todo el mercado hasta que eran casi las 12 del mediodía cuando ya fui tirando hacia el apartamento. Me había alejado 4 kilómetros por lo que tenía una hora larga de camino, que sumado a lo que ya llevaba andando harían más de 3 horas. La verdad es que sólo pensar en ello se me hacía un poco largo y sobre todo me preocupaba el calor que cada vez era más intenso. De hecho ese día estaba mucho más cansado que otros días caminando el mismo rato, no sé si por el hecho de tener que estar continuamente esquivando a personas y motos pero en cualquier caso me daba la sensación de que llevaba 5 horas andando.

Cuando caminaba de vuelta por la misma calle por la que había entrado vi que Menara KL estaba muy cerca y que desde allí, Chinatown, tenían una visión perfecta. Como siempre, los chinos eligiendo buenos sitios para hacer su barrio. Y ya que la tenía tan cerca y me venía de camino, pues fui en dirección a la Menara KL para pasar por el lado contrario de lo que había pasado al venir, así volvería al apartamento por un camino diferente al del ida, tal y como a mí me gusta.

Pero mientras caminaba por las calles más auténticas de Chinatown para salir, todavía pude ver lo que para mí era la calle más auténtica de todos. Una calle donde apenas tocaba la luz de los ol, los edificios eran negros y algunos en ruinas, el suelo estaba lleno de una sustancia que no acabé de saber que era pero que en cualquier caso olía horrible, e incluso todo 3 o 4 hombres sentados en el suelo esposados ​​uno al otro. No sé bien qué les pasaba o qué hacían pero allí no se veía comisaría alguna. Aquella calle acababa teniendo un metro de ancho y llegaba a la terraza de un restaurante donde había más ratas que comensales. Pocas veces me había atrevido a cruzar una calle como aquella, pero la acabé cruzando junto al restaurante para salir a una calle donde ya tocaba más la luz del sol y el olor era más soportable.

Efectivamente, pasé cerca otra vez de la Menara KL pero por otro lado, aprovechando para hacer alguna foto mas. Además, cuando ya llevaba mas de la mitad del camino que me quedaba, volví a pasar por las Torres Petronas, pues éstas ya quedaban mas cerca del apartamento y era casi inevitable no pasar. Eso sí, evidentemente llegué por otro lado por lo que pude verlas desde una perspectiva que no había visto antes. Empezaba la zona financiera y de hoteles de lujo de Kuala Lumpur, algo que se notaba también con la gente y coches que se veían por la calle, que curiosamente, muchos eran chinos o japoneses, no sé, pero en cualquier caso no malayos. En pocos minutos había pasado de andar por una calle donde sólo faltaba que hubiera un muerto en el suelo a andar entre torres, coches de lujo y banqueros. Estos contrastes me fascinan.

Y a partir de ahí el camino ya era el mismo para lo que había venido por lo que ya dejé de mirar Google Maps y el camino se hizo mucho más rápido, cosa que me fue bien porque ya estaba bastante cansado, eran las 13:30h por lo que ya hacía 4 horas y media que andaba. De hecho el estribillo fue más largo de lo que me esperaba, entre otras cosas porque de vez en cuando me paraba para ver algo.

Pero antes de llegar vi un lugar ambulante hindú con bastante cola de gente local y esto siempre es buena señal, por lo que me paré para comprar la cena. Como no sabía qué era nada de lo que tenían, el chico me preguntó: ¿Chicken? A lo que le respondí que sí y que le pusiera un huevo, pues tenían hechos y separados y la gente decía si quería o no. Todo el plato por 6RM, 1,20€, y era de esos platos comprimidos dentro de una cajita de plástico que al poner la comida un plato parece que haya el doble. Siempre hay que estar pendiente de estos sitios con mucha cola de locales, siempre son una buena opción para comer bien, barato y evidentemente, cocina local.

Hacia las 13:45h llegaba al apartamento y aunque ya hacía rato que había comido y por tanto ya no tenía el sueño de la siesta, estaba tan cansado después de las 4 horas de caminata que me tumbé en la cama mirando las Torres Petronas por la ventana y me quedé dormido hasta las 16h. Dos horas de siesta como casi todos los días. Y también como suelo hacer siempre después de levantarme, a tomar una buena taza de café hirviendo ya escribir un poco el diario del viaje hasta las 18:30h que fui a la planta 48 del edificio donde había la piscina infinita y mirador de los apartamentos con una vista aún más ancha de la ciudad que la que tenía desde mi apartamento, pues de hecho aquí las vistas eran de casi 360 º mientras que en mi apartamento eran de 180 º.

Pero cuando ya estaba en el ascensor, donde para ir a cualquier planta hay que pasar la tarjeta que da acceso al edificio, parecía no funcionar. La pasaba por el lector pero al clicar sobre el botón de la planta 48 éste no se activaba. Como no estuve un rato probándolo sin acabar de pulsar ninguno de los botones, finalmente el ascensor subió hasta la planta 41 ya que lo habían pedido. Allí subió un chico que me vio que todavía intentaba ir a la 48, y entonces me contó lo que pasaba. Para poder ir a la planta 48 primero tenía que ir a la planta 8 a pedir una tarjeta especial, previo depósito de 100RM que me devolverían cuando bajara de la planta 48. Parecía pues que aunque podía ir a la planta 48 cuando quisiera , el acceso estaba restringido y sobre todo controlado, sabiendo en todo momento quién estaba.

Así que volví al apartamento a buscar los 100RM y hacia la planta 8. Cuando llegué flipé, pues había otra piscina, un parque infantil y una especie de piscina con agua cayendo del techo en forma de cascada. Y yo no tenía ni idea de que en esa planta estaba todo aquello. Caminé un poco hasta encontrar un mostrador donde casualmente estaba la misma chica que el día anterior estaba en la recepción y que ya me conocía de tanto rato que me vio por allí dando vueltas esperando a que mi apartamento estuviera listo para poder entrar. Le comenté lo de la tarjeta por la planta 48 y sacó una libreta en la que me apuntó, tuve que firmar, darle mi tarjeta y los 100RM y ella me dio la tarjeta especial. Con todo volví a los ascensores y ahora si, al pasar la tarjeta por el lector y pulsar sobre el botón de la planta 48, éste se activó y fui hacia una de las mejores piscinas de Kuala Lumpur.

Al llegar, no sólo tenía que pasar la tarjeta por un lector para abrir la puerta como en todo el edificio, sino que una vez abierta, un chico de seguridad la revisaba. Flipé un poco con tanta seguridad para acceder a aquella planta, de hecho había mucha menos gente de la que me esperaba, no eran ni 10 personas, quizá por todo el proceso que debía realizarse para llegar. En cualquier caso mejor, pues se estaba mucho mejor de lo que pensaba. La piscina casi vacía y espacio por todas partes para poder tomar tantas fotos como quisiera.

En cuanto a la planta en sí, era simplemente impresionante, de hecho más de lo que me esperaba, pues se tenía una visión de 270 º, es decir, a sólo uno de los 4 lados había una pared que impedía la visión, pero en los otros 3 no, quedaban completamente libres permiten una visión perfecta de la ciudad y de la puesta de sol, pues por la hora que era el sol ya se estaba poniendo y pude ver algo que realmente si que no me esperaba , una de las mejores puestas de sol que he visto nunca. Además, extrañamente, no había nubes, pues a esa hora es muy habitual que en Kuala Lumpur llueva o haga nube, por lo que la imagen fue brutal. Se dieron una serie de circunstancias que hicieron que pudiera disfrutar unos minutos de ese momento que era ciertamente emocionante.

Me quedé ahí arriba simplemente contemplando la ciudad desde 210 metros de altitud durante unos 30 minutos. Ese día no me bañé ya que no llevaba el bañador puesto, aunque todavía tenía 3 tardes por delante por lo que seguro que me bañaría en esa piscina infinita. Hacía años que no tenía ningún interés en ninguna piscina pero ahora me moría de ganas de poder nadar un rato por aquel tan particular.

Hacia las 19:30h ya bajé hasta la planta 8 a dejar la tarjeta y recoger la mía y los 100RM y hacia el apartamento, donde no estaba a 210 metros pero si a 170, y las vistas eran casi igual de impresionantes que desde la terraza. Realmente mi apartamento estaba a una altura y en una orientación perfectas, pues sin ir más lejos, el de al lado no tenía las Torres Petronas tan bien encaradas en la ventana como lo estaban en mi apartamento.

Hacia las 20h tomé una cerveza sentado frente a la ventana de la habitación con toda la ciudad iluminada frente a mí. Aquella fue la mejor cerveza que tomaba en mucho tiempo, además era cerveza Skol, típica asiática. Ni la mejor cerveza del mundo tomada en la mejor terraza del mundo podía superar aquella Skol tomada en ese apartamento. De hecho, de noche era aún más impresionante que de día.

Por cierto, que ese día era mi cumpleaños, y aunque ahora consideraba que no podía estar en ninguna parte mejor, éste era el primer cumpleaños de mi vida que pasaba solo, o al menos sin celebrarlo con nadie. El año anterior ya había pasado mi cumpleaños de viaje, pero en aquella ocasión estaba en México con gente conocida que incluso me hicieron un regalo, por lo que todavía hice una pequeña celebración. Este año no lo celebraría con nadie pero me llevaría un recuerdo inolvidable.

Intenté hacer una videollamada con la familia pero la conexión a Internet era muy mala y no hubo modo. Parecía mentira que un apartamento tan nuevo y de tan lujo la conexión fuera tan mala. En cualquier caso, toda la familia y amigos me enviaron sus mensajes de felicitación por lo que en este sentido todo fue igual que cualquier otro año. Yo tampoco me compré nada ni soplé ninguna vela, pues ya es algo que no me interesa demasiado y que muchas veces hago por compromiso, por lo que este año sólo agradecer todo lo que tenía y dar gracias por poder disfrutar de aquél momento único en ese apartamento.

Aquellos minutos en los que el sol se escondía completamente eran probablemente los mejores del día para mirar por la ventana. No sólo podía verse el sol como poco a poco quedaba escondido tras el horizonte, sino que en menos de 10 minutos veías cómo miles de pequeñas lucecitas en toda la ciudad se iban encendiendo poco a poco dejando a la vista una ciudad completamente diferente y aún más mágica. El momento culminante llegaba cuando las Torres Petronas se iluminaban en su totalidad. Nunca me había pasado tanto rato mirando por una ventana.

Hacia las 21:30h empecé a cenar el plato preparado que había comprado al mediodía en ese lugar ambulante lleno de locales y la verdad es que había acertado. Uno de esos platos que llenan mucho no sólo por la cantidad sino por los ingredientes y bastante picante como les gusta a los asiáticos y como yo ya me estaba acostumbrando después de un mes. También ya me había quedado claro que aquí normalmente se comía en un plato único, normalmente arroz o pasto con carne y huevo, pero todo en el mismo plato. Al final seguramente no comes tanto como si hicieras dos platos pero lo suficiente como para no tener más hambre. Además la comida nunca es frita y muchas cosas son hechas al vapor, a la plancha o hervidas, lo que provoca menos calorías por la misma cantidad de nutrientes ingeridos. Así están los asiáticos de delgados.

Después de cenar intenté mirar a Netflix pero la conexión era tan mala que incluso Netflix se cortaba, y cuando esto ocurre, más vale dejarlo estar. Me había enganchado a una serie documental llamada «Soy un asesino» con testigos directos de presos en el corredor de la muerte.

Hacia las 23h ya simplemente me tumbé en la cama mirando por la ventana toda la Iluminación de Kuala Lumpur y en especial sus dos torres más famosas aprovechando que todo seguiría así al menos hasta las 12 de la noche que apagaban las luces de las Torres Petronas.

Éste había sido mi primer día completo en Kuala Lumpur y como todos los primeros días en una nueva ciudad fue bien aprovechado, caminando más de 15 kilómetros para visitar algunos de los puntos más conocidos o los barrios más auténticos de esta ciudad en pleno crecimiento . Lo bueno de este apartamento es que no sólo me permitía disfrutar del día sino también de la noche. Estaba muy contento por esa elección y muy emocionado de poder pasar 3 días más en esta fantástica ciudad.

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